Escribir es un montón de cosas a la vez y eso es lo que lo hace tan especial y abarcativo. Sin embargo, hay una que para mí es la más importante: la voz. Escribir es como hablar, pero de otro modo, con otras reglas que, para muches de nosotres hasta nos son más funcionales que las cuerdas vocales. Yo siempre digo que me identifico más con mi voz al escribir que al hablar, de hecho hasta me gusta más. Como toda voz, requiere de responsabilidad y verdad (incluso dentro de un mundo ficticio). Para mí empezar a trabajar junto a Infobae fue entender de qué se trataba esa responsabilidad.
Hace unos días mi amiga Margarita, una gran maestra que me regaló la vida, me contó algo desgarrador: “El Chineo”. Y, como siempre detrás de una violencia patriarcal hay un grupo de mujeres luchadoras, me habló de las Mujeres Indígenas por el buen vivir. Este grupo de mujeres son un movimiento que busca amplificar derechos mediante la lucha contra el racismo estructural y contra el Terricidio.
Producto de impostergables injusticias sociales y racistas, en octubre de 2019, lanzaron la campaña #BastaDeChineo. Luego de algunas charlas con Margui y de leer textos que me iba mandando, decidí comunicarme con las chicas del movimiento para mayor información. ¿Cómo podía ser que esto estuviera ocurriendo y yo no tuviera idea? Les mandé un mail y ellas me comunicaron con Moira Millán, con quien tuve una desgarradora y emotiva charla al teléfono hace unos días en la que me contó su historia y la de sus hermanas.
El nombre “chineo” proviene de la época de la colonización en la que los españoles llamaban a las mujeres indígenas “chinitas” por sus ojos más rasgados. ¿En qué consiste esta práctica violenta denominada así? Quedándonos en la época de la colonización; cuando a una niña pasaba de la niñez a la pubertad, es decir, cuando le llegaba la menstruación, para la comunidad indígena era motivo de festejo porque significaba que esa nena “se convertía en mujer” y la llegada de mujeres eran una alegría enorme. Los españoles se enteraban de estas celebraciones y violaban a esas niñas para luego convertirse en sus patrones.
Esto, que más allá del horror y dolor que nos genere, para esa época no nos sorprende para nada, sigue pasando hoy día.
Es atemorizante y preocupante que estas formas aberrantes de abuso que suceden en su mayoría en Chaco, Salta, Tucumán y Jujuy, no solo sigan vigentes sino que hayan aumentado al punto de ser naturalizadas y toleradas socialmente. Es importante aclarar que estos crímenes tremendamente dolorosos, que encarnan múltiples opresiones, quedan absolutamente impunes ante un Estado que sigue permitiendo este tipo de situaciones; la niñez avasallada por el adultocentrismo; la niñez indígena, pobre, no hispanohablante sometida y encadenada como blanco frágil y fácil.
Estos crímenes, heredados e invisibilizados, no son delitos casuales, son crímenes de odio. Al día de hoy continúan siendo ejecutados por hombres públicos, comerciantes, poderosos, con la complicidad absoluta del Estado y, en muchos casos, hasta con la de los propios varones indígenas (los padres de las niñas) a cambio de prebendas o plata.
Cabe aclarar que el escenario en el que se encuentran estas personas es de extrema pobreza. Escenarios donde les niñes mueren por desnutrición, donde sus padres son casi como espectros fantasmales sumergidos en el alcohol y entregados a la pronta muerte.
Estas niñas saben, desde el día en que les llega la menstruación, que pueden ser violadas. Gran parte de ellas terminan siendo madres o se suicidan o directamente mueren por las lesiones de los abusos, muchos de ellos en manada.
Esta crónica de una violación anunciada debe parar ya. Hasta los niños varones muchas veces son también violados. La perversidad y la maldad que ejercen los hombres blancos sobre las niñas indígenas, adquiere un rasgo institucional al contar con una justicia ciega e indolente. Estos crímenes no cuentan con ningún fallo aleccionador. Por eso, a través de la campaña #BastaDeChineo es que se reclama la creación e incorporación de las defensorías territoriales de mujeres indígenas que puedan participar en los territorios bajo la jurisdicción, paraguas y tutela del Ministerio de Justicia de la Nación. Que los mismos se encarguen de hacer un relevamiento de estos casos y provean mecanismos de resguardo ante cualquier situación de riesgo. Que provean a las niñas con herramientas psicológicas, sanitarias y de seguridad.
5 Puntos centrales a tener en cuenta de esta campaña:
1) Se reclama que este crimen se declare crimen de odio, racista y machista.
2) Esta no es una práctica cultural sino, una práctica colonial sistemática.
3) Se reclama que a esta causa se la declare como imprescriptible.
4) Se exige que se responsabilice e inhabilite a trabajar en territorios indígenas, a empresas que tengan entre sus empleados a hombres que hayan violado a niñas.
5) Se exige que se responsabilice a policías, gendarmes y/o militares que hayan violado a niñas indígenas.
Es de extrema importancia entender el punto dos: los Chineos no son casos aislados, son prácticas sistemáticas con complicidad social y política. Por eso es tan importante visibilizar lo que está ocurriendo. Informarnos y poder brindar datos de contexto histórico y social de las comunidades. Dejar en evidencia cuál es el rol que el Estado está eligiendo cumplir y la irresponsabilidad ante el tratamiento y la protección de la víctima. En todos los casos de violencia, ni que hablar en casos de menores de edad, es indispensable cuidar a las víctimas: no divulgar las identidades y evitar exponerlas a mayores violencias y traumas. Tenemos que deconstruir la manera de comunicar los abusos urgente. Y para eso, lo primero es ampliar la escucha y dejar de fomentar el discurso hegemónico colonial y sexista que aún sigue vigente. La misma palabra “chineo” da cuenta de cómo se ha racializado los cuerpos y devaluado las vidas de las mujeres indígenas. Por eso, para evitar la reproducción de los discursos de odio y discriminación que caracterizan este aberrante delito, es importante explicar de dónde viene el nombre, cómo comenzó, en qué escenarios y hacer énfasis en que esto está vigente y que debe frenar ahora.
Cuando hablé con las chicas del movimiento, les conté que quería escribir una columna sobre esto. Que quería aprovechar esta voz y lugar de privilegio para visibilizarlas, para proyectar el grito que desde hace años vienen exponiendo, para sacar a la luz la mugre machista, patriarcal y racista que está arruinando vidas enteras. Moira me explicó paso por paso los aspectos de la campaña, me contó las escenas dolorosísimas que vio y que ve a diario de esas niñas y sus madres indígenas, al punto de que tuvo que frenar porque su voz comenzó a quebrarse. Y la mía también. Entonces nos tendimos en un abrazo virtual más cálido que tantos otros, envueltas en una sororidad fortalecedora.
Por mujeres como ella y como todas las hermanas del movimiento es que tenemos que levantar nuestra voz, porque son ellas las que luchan en el día a día y ponen el cuerpo para poder ayudar a esas niñas violadas y vulneradas. Son ellas las que jamás borrarán de sus memorias todo lo vivido, todas esas injustas cicatrices. Por ellas, por las niñas y mujeres indígenas, las que están y las que el patriarcado nos arrebató, gritamos #BastaDeChineo: la violación a les niñes indígenas es un crimen gravísimo y de odio el cual tenemos el deber de detenerlo de manera urgente.
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