Para impresionar a su amante, la emperatriz Catalina II, Grigory Potemkin armaba y desarmaba pueblos durante la visita a la península de Crimea, haciéndole creer que era mucho más pujante de lo que era. Esta historia de hace 235 años podría ser irrelevante, excepto por dos hechos: por un lado es más común de lo que admitimos en las empresas y, tal vez, incluso más en la política. Pero, principalmente, el hecho de que Grigory Potemkin lo hiciera en la península de Crimea -parte de los territorios usurpados por Rusia a Ucrania hace años- llama más la atención: ¿Qué estilo de liderazgo tenía Catalina II, que llevaba a sus liderados a mentirle? ¿Se aprenderá en las escuelas rusas? ¿Será cultural? ¿Se habrá transmitido de generación en generación, hasta llegar a Vladimir Putin? Está claro que aprendemos de nuestros padres, maestros y líderes. A veces, los imitamos; otras, hacemos lo opuesto. ¿Y su némesis, Volodímir Zelenski, aprendió así?
La invasión de Rusia a Ucrania nos muestra dos líderes claramente diferentes: uno tradicional, “líder de carrera”, parecido a muchos otros y otro disruptivo, un “líder inesperado”, del que al principio nos reímos y, de a poco, ganó el corazón del mundo. Este contraste de estilos de liderazgo existe en todos lados: de hecho vivimos en un punto de inflexión entre uno y otro. Y existe gracias al avance tecnológico.
Veamos entonces las principales diferencias entre ellos:
En un estudio reciente con más de 700 encuestados, de entre 20 líderes, Vladimir Putin fue de los peor calificados en las 5 cualidades que debe tener el líder del futuro (Inspiración, Empuje, Curiosidad, Creatividad, Integridad). Solamente en “Integridad” estuvo un poco mejor: piensa, dice y hace de manera coherente.
Zelenski ni siquiera estuvo en la lista.