Los mensajes parciales o a medias, aunque busquen el bien, pueden tener un efecto muy peligroso. “El porro conseguilo de fuentes confiables. Con la cocaína y las pastillas andá de a poco y despacio. Tomá poquito para que ver cómo reacciona tu cuerpo”, explicaba uno de los folletos que se repartía a los jóvenes un festival en Castelar, Morón. El material era parte de una campaña de la Dirección de Juventudes del municipio.
Ese idea transmitida en el marco de un festival cultural y recreativo incluye dos falacias. Dos mentiras o engaños habituales entre los defensores de la reducción de daños. Tras la repercusión por la difusión de este mensaje entre los jóvenes y sus familias, la Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (ARDA) asumió “la total responsabilidad del contenido del material comunicacional cuestionado. Trabajamos con el Municipio de Morón impulsando un cambio total en el paradigma de las políticas de drogas vigente”.
Sin ser conspiranoico, ARDA remite a una asociación internacional que tiene una agenda clara y marcada desde hace años. Plantean el paradigma que la droga ya está instalada en el mundo, entonces el único camino es evitar el daño mayor. Esta es la primera falacia. Esto no se hace con ningún tipo de delito o con la violencia de género, que también están instalados y arraigados en las sociedades actuales. Si bien el consumo personal, en ciertos contextos, no constituye un delito, sí estamos hablando de una conducta riesgosa que pone en juego la vida propia y la de terceros.
La segunda falacia radica en postular que cualquiera que no comparta esa posición, está criminalizando o condenando al adicto o a la persona que consume.
Antes que nada, debemos no perder de vista que el consumo de drogas tiene el potencial de matar, el consumo puede terminar con la vida de las personas.
Por eso, quizás en la teoría uno pueda mantener esta narrativa de la reducción de daños, pero en la práctica se desarticula. Todos los que trabajamos en el área de salud sabemos que gran parte de la población se alimenta mal, por eso no vamos a validar que la presión esté alta, y decirle a los pacientes “pruebe comer con mucha sal y si tiene una sensación rara, fíjese cómo se siente”, porque esa sensación puede ser un infarto agudo de miocardio, un episodio que puede causar la muerte.
Entonces, en el caso del festival de Morón, esta narrativa de reducción de daños llevada a un hecho práctico, lo que termina haciendo es negar una una situación potencialmente peligrosa, como los serios riesgos del consumo de drogas, y se peca por omisión o por acción.
O no conocen o no les interesa cómo es la situación de los consumidores en la Argentina. En concreto, si se le dice a un chico de 15 a 20 años “tomá poquito y despacio”, lo que se le está diciendo es “consumí pero poco”, ahí se plantea el problema del decodificador del mensaje. Esto no iba dirigido a profesionales de la salud discutiendo los efectos y la reducción de daños sobre consumo de drogas.
Tenemos que asumir que estos mensajes parciales enviados a la población general son peligrosos. Gran parte de los jóvenes cuenta con otro nivel de defensas, la pobreza no es sólo económica. En la Argentina, desgraciadamente gran parte de la población padece pobreza de recursos mentales para filtrar la información, todo el proceso mental de decodificación cerebral que permite una interpretación de la realidad.
Las pastillas y la cocaína tienen el potencial de matar, eso debe ser alertado a una población joven y maleable. Nadie les diría “probá un poquito de raticida, a ver qué te parece”.
En definitiva, ese mensaje a medias lo que buscan es legalizar el consumo de drogas, pero no perdamos de vista que las pastillas y la cocaína afectan el estado de conciencia y causan fenómenos de atrofia cerebral.