En varias columnas en Infobae me ocupé de mostrar el despilfarro de recursos de la Administración Central destinados a financiar el negocio de la política, como por ejemplo el costo por legislador, aclarando que no es sólo el sueldo, sino el conjunto de erogaciones presupuestarias para mantener el aparato legislativo a nivel nacional, provincial y municipal, con el agregado de asesores, asistentes, prensa, viáticos, principalmente. Sin embargo, hay quienes mienten descaradamente cuando me atribuyen que me refiero a sus salarios, únicamente.
También comparé la productividad de la burocracia estatal argentina con la norteamericana dividiendo el total de empleados en la administración con la cantidad de habitantes que cada Estado/provincia le presta servicios e incluso a nivel de municipio o condado y, en todos los casos demostré que se está frente a un claro sobredimensionamiento del estado nacional.
Pero el gasto de la política no es solo el que se vincula con la cantidad de empleados públicos por legislador o por provincia, también hay que incluir muchos de los planes sociales que ya dejaron de ser en varios casos ayudas transitorias para transformarse en verdaderas estructuras políticas que algunos medios se empeñan en denominar movimientos sociales. Se observa un escaso interés de los dirigentes políticos por transformar esos planes sociales en trabajo y limitar esa ayuda en el tiempo.
Además, los dirigentes sindicales también se llevan parte de la tajada de esta lucha por obtener el ingreso de terceros y, por supuesto, parte de la dirigencia empresarial reclamando, como de costumbre, el correspondiente proteccionismo para vender productos de mala calidad a precios disparatados.
El gasto de la política no es solo el que se vincula con la cantidad de empleados públicos por legislador o por provincia, también hay que incluir muchos de los planes sociales
Luce poco serio simplificar la lucha entre los dirigentes políticos y la sociedad. Es de una liviandad que demuestra escasa lectura y estudio sobre la relación entre economía e instituciones y los trabajos de la escuela austríaca en particular relacionando ambas variables. El mismo Mancur Olson profundizó en estos temas en tres grandes libros: 1) La Lógica de la Acción Colectiva, 3) Auge y Decadencia de las Naciones y 3) Poder y Prosperidad.
En concreto, Argentina no se hunde solo porque los dirigentes políticos son ineptos o corruptos ofreciendo populismo. También hay, de buena parte de la sociedad, una fuerte demanda de populismo. En otros términos, en Argentina hay oferta y demanda de populismo.
Por eso surgen los populismos de derecha que, sin mencionarlo, se limita a cargar las tintas solo sobre la oferta de populismo mostrándose como mesías salvadores en que ellos son los buenos y el resto son los malos. Esto se observa en el mundo donde pareciera haber un retroceso a las décadas del 20 y del 30 del siglo pasado con la aparición de posiciones extremas como fueron la izquierda y el fascismo. Con otros nombres, aparece nuevamente esa tendencia. Los mismos fanatismos de las mencionadas décadas que, por ahora, se limitan a las agresiones verbales pero que pueden derivar en violencias físicas.
El punto a destacar es que la democracia derivó en una competencia populista en la que los diferentes partidos políticos ofrecen repartir el fruto del trabajo ajeno en mayores dosis que su adversario.
La democracia derivó en una competencia populista en la que los diferentes partidos políticos ofrecen repartir el fruto del trabajo ajeno
Ya a principios de la década del 70, Friedrich von Hayek había advertido sobre este problema en un ensayo que título: Hacia dónde va la democracia. En ese trabajo habla de democracia y de democracia ilimitada. La democracia ilimitada es la que concibe que el que más votos tiene puede hacer lo que le plazca, bajo el supuesto que tiene la mayoría de los votos.
Vicios compartidos
Es justamente esta oferta y demanda de populismo la que produce la decadencia económica argentina porque todos están preocupados por ver cómo se quedan con el fruto del trabajo ajeno, en vez de ver cómo hacen para ganarse el ingreso sin expoliar a sus semejantes.
No se puede entender la decadencia económica argentina, ni se puede solucionar, si no se comprende que este no es solamente un problema de los políticos, sino que también proviene de una gran parte de la sociedad que demanda de los políticos que utilicen el poder para quitarle a otros el fruto de su trabajo para vivir a costa de los demás.
No se puede entender la decadencia económica argentina, ni se puede solucionar, si no se comprende que este no es solamente un problema de los políticos
La destrucción monetaria no es consecuencia de una locura de los políticos, sino de recurrir a la impresión de moneda para financiar el populismo que ellos ofrecen para satisfacer la demanda de populismo cuando la carga tributaria no alcanza.
Cuando vemos una disparatada carga tributaria, no se explica solo por la maldad de los políticos, sino por su ambición de retener el poder repartiendo el fruto del trabajo ajeno, dado que hay demanda para ese tipo de comportamiento de saqueo impositivo.
Por eso tenemos una sociedad en permanente conflicto social. Porque diferentes sectores usan al Estado para que utilice el monopolio de la fuerza para quitarle el fruto del trabajo a unos para dárselo a otros.
Argentina se convirtió en una sociedad de saqueadores. El problema es que se agotaron los recursos porque hay más gente saqueando y pocos produciendo. Y los pocos que producen ya no tienen estímulos para seguir produciendo porque son saqueados constantemente.
Al mismo tiempo, se acaban los instrumentos para saquear: 1) la moneda fue destruida para cobrar el impuesto inflacionario, 2) la carga impositiva espanta las inversiones y estimula el trabajo en negro y 3) la capacidad de endeudamiento del Estado se reduce a la mínima expresión.
El problema es que se agotaron los recursos porque hay más gente saqueando y pocos produciendo
Tal vez sea el colapso del populismo el que le haga comprender a los que viven del trabajo ajeno que ya no pueden seguir de esa forma.
En definitiva, que caiga la demanda de populismo y eso obligue a la oposición a ofrecer una economía de mercado, integrada al mundo y con reglas de juego estables. Donde no esté mal visto ser exitoso, sino, por el contrario, el resultado de haber producido algo que el resto necesita. Que el éxito económico no dependa de los que le pueda quitar el Estado a otros para darme a mí, sino que mi éxito económico dependa de mi capacidad para satisfacer las necesidades de los consumidores.
Cuando se establezcan estas reglas y la gente las asuma, se habrá acabado el populismo y la decadencia económica argentina.
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