El mejor aliado que tiene el kirchnerismo para volver al poder en 2023 es Javier Milei. Quizás sea una sospecha hasta el fin de los tiempos el hecho de que existan lazos reales, incluso de financiamiento entre unos y el otro. Pero lo que construye entre ellos una alianza estratégica tiene que ver con dos factores y en ambos aparece Juntos por el Cambio, la mayor coalición opositora: uno es que la aparición del libertario divide a la oposición y el otro es que la interpela en su falta de definición sobre el rol del Estado ante un electorado que está corriéndose hacia la centro-derecha.
En su último discurso en el CCK, dijo que “son necios y cínicos” quienes niegan la importancia del estado y que el estado debe regir la economía. Con esta afirmación la vicepresidenta, no con inocencia, puso en frente como adversarios a los sectores liberales y al mismo tiempo tomó nota como una amenaza de los crecientes cuestionamientos al estado por parte de una sociedad que está harta de ver cómo se lleva cada vez más el fruto de sus esfuerzos.
¿Pero por qué esta argumentación es gravitante en el perfil de la oposición? Primero, porque Cristina trató de encauzar a aquellos que están contra el kirchnerismo hacia esa tercera fuerza en ciernes, y no a Juntos por el Cambio, a quienes en otro momento hubiera nombrado abiertamente como neoliberales. Le conviene bajarles el precio simplemente para dividir al espectro que confronta con el peronismo que ella intenta seguir liderando. A su electorado, que mayormente vive de lo que el kirchnerismo llama redistribución, le dejó en claro, que ella seguirá siendo su mejor garante frente a los embates contra el Estado. Sin embargo, para cada vez más grandes porciones de la sociedad, en su voracidad impositiva y en su gigantismo bobo, el Estado sólo multiplica la pobreza y no resuelve los problemas.
No es la primera vez que el oficialismo elige confrontar con Javier Milei. Y esconde de fondo una trampa táctica contra su mayor adversario, que es la idea de profundizar sus divisiones. Por eso, aunque no existiera de hecho una alianza estratégica voluntaria, firmada y sellada, hay una alianza estratégica en los hechos del oficialismo con Milei, que es el espejo de la llamada unidad peronista. Si el peronismo se divide, pierde, y si la oposición se divide, pierde. Tan simple como eso. Javier Milei le sirve al oficialismo para dividir a la oposición.
El líder de Avanza Libertad se ha mostrado por su parte mucho más reacio y sanguíneo frente a la oposición que frente al kirchnerismo. Raro. Sus acusaciones desmedidas de comunista a Horacio Rodriguez Larreta o su escozor ideológico ante la Coalición Cívica o parte del radicalismo son inocultables.
Milei tomó tanta distancia que el sábado prácticamente no dijo nada con su estilo rimbombante sobre una manifestación que era básicamente contra los impuestos excesivos al sector productivo, como lo fue el tractorazo. ¿Por qué Milei no fue más contundente en su apoyo al campo? ¿Por no quedar cerca de Juntos por el Cambio? El libertario juega a quedarse con todo.
Sin embargo, pese a que no haya ido a la marcha del sábado, la fortaleza de Milei en representar a quienes piden menos impuestos, no sólo está dada por una demanda de la sociedad para que dejen de exprimirla sino también por una tensión ideológica dentro de la propia coalición opositora que no logra definirse del todo en este sentido. ¿Son capaces de ofrecer un rumbo real de cambio o volverá el kirchnerismo de buenos modales? ¿Son capaces de instrumentar una baja en la carga impositiva si en los hechos no lo llevaron a cabo por ejemplo en la Ciudad de Buenos Aires? ¿El radicalismo, que tampoco marchó con el campo, está más cerca del kirchnerismo o del Pro en sus planteos sobre el rol del Estado? ¿Hasta qué punto son capaces de interpretar a una sociedad que parece demandar reformas más drásticas? ¿Se puede desconocer estos reclamos?
No es casualidad que la líder con mejor imagen de Juntos por el cambio en la mayoría de las encuestas es Patricia Bullrich y que la imagen negativa de Mauricio Macri ha bajado considerablemente aunque se mantiene alta. ¿La sociedad está pidiendo más halcones que palomas? El endurecimiento de los líderes más identificados con el sector de las “palomas”, como Horacio Rodriguez Larreta y Maria Eugenia Vidal, también registra el corrimiento tectónico. Buscan halconizarse porque leen que sus votantes intensifican esa demanda. El Jefe de Gobierno porteño se subió al tractor el fin de semana y la ex gobernadora volvió a una marcha después de mucho tiempo. Pero los líderes radicales casi no aparecieron con algunas notorias excepciones.
El deslizamiento ideológico en la sociedad puede deparar una nueva alianza natural que haga confluir a sectores de centro derecha de Juntos por el Cambio con los liberales de Javier Milei. ¿Pero por qué esto no parece posible en los hechos considerando que el 70 % de la gente votó contra el kirchnerismo y esto supondría un triunfo asegurado? En este sentido es sospechoso el purismo de Milei pero también el rechazo total, casi al punto de la cancelación por parte de dirigentes de la UCR, como Gerardo Morales que no duda en decir: “Mi límite es Milei”.
Ni el propio Milei desconoce ya que en Argentina no pueden desmontarse de un plumazo los planes sociales, ni Juntos por el Cambio duda del reclamo sobre un Estado elefantiásico que agobia a los sectores productivos. La falta de convergencia esconde estrategias electorales de ambos lados y también la franca dificultad de un programa consensuado. Los más progresistas de Juntos por el Cambio deberían “derechizarse” y los libertarios de Milei deberían aceptar matices más centristas. Pero también en ambos lados del espectro opositor, algunos tensan la cuerda dejando que el tiempo acomode las fichas para construir adentro antes de dar un paso de aproximación. Ese es uno de los temores de sectores del radicalismo que piden ya una definición a los que no le cierran la puerta al histriónico Milei.
Mauricio Macri, que como Cristina es el líder más claro de su espacio, también ha dado señales de comprender el nuevo matiz de las bases electorales y que sobre todo identifica al electorado del Pro, del que es fundador. Su foto con Trump, que tanto enojó a Elisa Carrió, es menos por desapego institucional que por un mensaje claro a los liberales que ven en Trump una disrupción frente al estatismo. Y Carrió, que en estas horas salió a habilitar el debate con el extravagante líder, acaba de manifestar un reconocimiento explícito de lo que la propia sociedad está planteando. Cuando ella enumera los puntos de un programa de gobierno e incluye una economía abierta, una Argentina exportadora, división de poderes y un contrato moral, no parece haber en ese combo nada que Milei no pudiera firmar. Cuando lo llama “Sapito Glo Glo Glo”, dice que ella misma se inició así en la política, como alguien que nadie conocía y de pronto surgió como estrella. “Pero hay que dar la discusión con algunos temas que él plantea”, agregó sin vueltas. “Plantear el aniquilamiento del Estado es quedarse sin Nación”, define la líder de la Coalición Cívica, que sin embargo no escapa a un debate que tensiona a toda la oposición y que ya se nota en ciertos desplantes de la UCR a sus socios de Pro para diferenciarse o hacerles fuerza en el reparto de las candidaturas. El riesgo es que, por ver demasiado hacia adentro, estén ignorando lo que pasa afuera, con cambiantes demandas de la sociedad. El PRO parece más despierto ante ese viraje.
Muchos dicen que todavía falta mucho y cuentan un año hasta los aprontes para las próximas elecciones presidenciales. Sin embargo, los amagues de adelantamiento de elecciones provinciales aceleran los tiempos. La propia crisis de gobernabilidad en el oficialismo acelera los tiempos. El temprano e increíble lanzamiento de la campaña de reelección del propio presidente acelera los tiempos. La mala situación económica y la falta de respuesta de un gobierno paralizado por una guerra interna ante el incremento de la incertidumbre acelera los tiempos. Hasta el impasse del Mundial de Qatar 2022 acelerará los tiempos, ya que el juego en la cancha le quitará atención al juego político. Cuando el árbitro pite el final en la copa del mundo ya estaremos en los albores de de 2023, el año de las presidenciales que hoy parece lejano.
¿Por qué si una unión de la oposición podría ser un knockout anticipado para el kirchnerismo, sus líderes, incluído Milei, parecen rehuir a la discusión? ¿O es que en realidad solo esperan para sumar solos y llegar a esa discusión más fuertes? Hoy, el líder libertario sólo suma 15% por ciento pero su potencial de crecimiento en medio del descreimiento a la política tradicional es enorme. Sin embargo, quizás no sea suficiente. Él se juega a entrar al ballotage y ser presidente. Nada mejor para el kirchnerismo que alguien que haga por ellos el trabajo de debilitar a sus viejos contendientes. Hoy, la intransigencia al diálogo de Milei con el resto de la oposición y la demonización del libertario que profesan algunos, es lo que más le conviene al kirchnerismo. Por eso, Javier Milei es su aliado estratégico, quiera o no serlo. Es tan funcional que deberá explicar si en serio no quiere en el fondo ayudarlos o al menos si no los está eligiendo ya como adversarios.
Si Milei pasara al ballotage con el peronismo ¿ganaría el temor a un Bolsonaro local o las ganas de un cambio? Hasta ahora Argentina no se mostró dispuesta a una pirueta de ese tipo. Y a eso apuesta el kirchnerismo recordando las bondades del papá Estado. Su escuálido 30% tendría un delicioso vigor si el resto también se dividiera por mitades. Cristina ayuda a tejer este escenario, atornillada como siempre y como nunca en su incondicional núcleo duro y hasta coquetea con la izquierda cuyos votos serían invaluables. No hay peor ciego ni opositor que el que no quiera verlo.
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