Reconocer el Genocidio Armenio es un deber imperioso

Este año, aquella tragedia será conmemorada en la misma semana que el Holocausto. Judíos y armenios tenemos muchas cosas en común, entre ellas, el sufrimiento y la persecución

Crédito: Dani Tenenbaum

El siglo pasado fue el escenario de dos de los capítulos mas sangrientos de la historia de la humanidad: El Genocidio Armenio y el Holocausto.

Este año, ambas tragedias serán conmemoradas en la misma semana. El 24 de abril se cumplirá el 107 aniversario de la deportación de los intelectuales armenios de Constantinopla, la fecha de inicio del Genocidio. Israel, por su parte, recordará a las víctimas y mártires de la Shoah el 27 de abril (según el calendario hebreo, fecha que coincide con el Levantamiento del Gueto de Varsovia).

Judíos y armenios comparten un gran número de similitudes culturales y sociales. Ambos pueblos están dispersos a lo largo y ancho del globo mientras que sus estados son minúsculos y sus respectivas historias están plagadas de sufrimiento y persecución.

Sin embargo, sus trágicos destinos proyectan una dimensión histórica y política dispar. Mientras que la Shoah es ampliamente reconocida a lo largo y ancho del planeta, primordialmente por los descendientes de los verdugos Nazis, el Genocidio Armenio busca su debido reconocimiento. No solo que Turquía niega el rol jugado por el Imperio Otomano, sino que utiliza su influencia política para disuadir o castigar todo país que pondera la posibilidad de llamar a este crimen por su nombre o que toma la iniciativa de reconocerlo.

Claramente, la República de Turquía no es culpable de los delitos de lesa humanidad cometidos por el Imperio Otomano, pero su agresiva postura negacionista representa un obstáculo a todo intento de construir lazos constructivos entre armenios y turcos.

Personalmente me entristece el hecho de que tantos países se niegan a calificar de genocidio a esta tragedia debido a consideraciones diplomáticas. Como judío, me siento incómodo de que Israel se encuentre en esta lista. El genocidio es moral y jurídicamente innegable. En 1943, el jurista judío-polaco Rafael Lemkin acuñó dicho término precisamente para describir las atrocidades perpetradas contra el pueblo armenio tres décadas antes.

En el 107 aniversario del Genocidio Armenio siento el dolor de los descendientes de alrededor de 1.500.000 mujeres, hombres y niños que fueron desterrados, torturados y asesinados por el Imperio Otomano en su ocaso.

Los que sobrevivieron, sobrellevaron las cicatrices creadas por la humillación, el hambre y la muerte, como fue la experiencia de los padres de mi querido amigo, Eduardo Eurnekian, Presidente de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, que tuve el honor de fundar junto con el difunto Congresista estadounidense y sobreviviente del Holocausto, Tom Lantos. Marcado por la experiencia de sus antepasados, Eduardo dedicó gran parte de sus esfuerzos a mantener vivo el legado de sus compatriotas sin abandonar los proyectos de construcción de puentes de respeto y entendimiento entre turcos y armenios.

No cabe duda que es menester el establecimiento de un diálogo constructivo entre Armenia y Turquía pero el mismo debe ser apuntalado por un sincero reconocimiento de los hechos históricos relacionados con el Genocidio.

Un siglo atrás, los armenios sufrieron destierro, hambruna, tortura y muerte

Desde sus comienzos, nuestra ONG enfocó su misión en el reconocimiento del bien, revelando inéditas historias de salvataje, tanto en el Holocausto como en el Genocidio Armenio. En dicho contexto, hemos auspiciado una investigación supervisada por el Profesor Taner Akcam, destinada a echar luz a la gesta salvadora de Turcos durante el Genocidio. Las conclusiones de dicho estudio pueden ser descargadas gratuitamente de nuestro sitio web.

Asimismo, hemos reconocido a personajes históricos que divulgaron la tragedia Armenia, como el Embajador Henry Morgenthau Sr, quien fuera el representante diplomático de los EEUU en el Imperio Otomano durante el Genocidio, otorgándole la Medalla Raoul Wallenberg en el Congreso de los EEUU. Casualmente (o siguiendo el legado de su padre), su hijo, Henry Morgenthau Jr., quien se desempeñaba como Secretario del Tesoro bajo el presidente Franklin Roosevelt, fue el impulsor de la Junta de Refugiados de Guerra que reclutó a Raoul Wallenberg para su misión salvadora en Hungría, durante la segunda guerra mundial.

Durante la Shoah, muchos armenios tendieron una mano a los judíos perseguidos. Tal fue el caso de Charles Aznavour y su familia, a quienes hemos homenajeado también con la Medalla Raoul Wallenberg en 2017.

Otro héroe armenio reconocido como Justo entre las Naciones merced a nuestra investigación (bajo la supervisión de uno de nuestros voluntarios, Artiom Chernamorian), es el Doctor Harutyun Khachatryan. En 2012, le presentamos a su nieta, Anna Khachatryan, la medalla Wallenberg en el Palacio Presidencial de Ereván. Esa ocasión representó mi primera visita a Armenia y por supuesto mi primer destino fue el Museo del Genocidio Armenio en Ereván) – Tsitsernakaberd.

Las fotos y documentos del lugar me han dejado una marca indeleble en mi fibra más íntima. La tragedia del Genocidio Armenio quedo grabada en mi corazón.

Este 24 de abril es un día de sentimientos encontrados. La congoja por lo acontecido se mezcla con la esperanza de que la comunidad internacional abandone los malabarismos retóricos y llame las cosas por su nombre.

En un mundo plagado de crueldades, confío que el reconocimiento del Genocidio Armenio es un paso fundamental para evitar la recurrencia de dichas tragedias y el comienzo de un mejor futuro para armenios y turcos.

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