El gobierno y el pecado de no querer ver la realidad

Mientras el país se cae a pedazos, los gobernantes optan por invertir su tiempo en resolver cuestiones bien alejadas de los verdaderos problemas que sufre la gente

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Alberto Fernández: "Un carajo estamos perdidos"

El gobierno parece estar empeñado en evitar la racionalidad. La foto es tan desoladora como siempre: la pobreza, la falta de empleo de calidad, la imposible tarea de atraer inversiones, la inflación que se encuentra absolutamente desmadrada y un país que no funciona parecen no ser razones suficientes para que quiénes nos gobiernan actúen con un mínimo grado de responsabilidad y sentido común.

Mientras el país se cae a pedazos, los gobernantes optan por invertir su tiempo en resolver cuestiones bien alejadas de los verdaderos problemas que sufre la gente. Las preocupaciones de la política solo tienen relación con su propio bienestar. Las discusiones por el Concejo de la Magistratura coparon la escena política y si bien es un tema que reviste extrema relevancia para la salud republicana, su debate dio cuenta que los esfuerzos políticos solo se limitan a pelear por los diferentes espacios de poder. Lo cierto es que las preocupaciones de la sociedad hoy pasan por otro lado y el gobierno parece no estar registrándolo.

Hace algunas horas se anunció el bono con el que se quiere ayudar a 13.000.000 de personas a transitar mejor estos meses de alta inflación. Con un costo fiscal de unos 240.000 millones de pesos (que nadie sabe con exactitud de donde saldrán los recursos para hacer frente a estos subsidios) el gobierno está convencido que este nuevo derroche monetario compra tiempo entre tanto malhumor social.

Si bien el Presidente intenta transmitir su supuesta seguridad y su hipotético liderazgo con su arenga “¡un carajo estamos perdidos!”, la realidad indica precisamente lo contrario

Lo preocupante es que una medida de esta magnitud en materia de recursos es propia de un año electoral. El haber incurrido en este tipo de acciones en un año par implica que la gravedad de la situación es percibida –al menos en parte- por el gobierno de Alberto Fernández. La estrategia hoy se traduce en el deseo simple y elemental de lograr llegar al 2023. El “plan platita” esta vez ha llegado por adelantado como una pequeña muestra de lo que estarán dispuestos a hacer todos los que nos gobiernan de aquí a 2023 para intentar conseguir continuar en el poder. Si bien el Presidente intenta transmitir su supuesta seguridad y su hipotético liderazgo con su arenga “¡un carajo estamos perdidos!”, la realidad indica precisamente lo contrario.

Parece que la campaña electoral ha empezado antes de tiempo y con ella se diluye la posibilidad que se intenten medidas en pos de transitar hacia un país algo más normal que el actual. La inflación se sigue combatiendo con controles de precios y regulaciones (incluso el gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kiciloff instó a los intendentes a salir a las calles en búsqueda de aquellos que no cumplen con los “Precios cuidados”), la producción y el consumo se pretende reactivar con bonos y subsidios y el nivel del tipo de cambio se quiere lograr estabilizarlo simplemente con la fe y la esperanza.

Nada cambiará si creen que todo se soluciona con un decreto que implique hacerles llegar algunos pesos de más a los bolsillos de todos aquellos que mañana volverán a ser los grandes perdedores

Nadie cree en las medidas de gobierno y el mercado se convence que esta Argentina es la más perfecta máquina de impedir, donde nadie podrá hacer demasiado cuando en frente se tiene a un gobierno que no quiere, no sabe o no puede enfrentar los verdaderos problemas que mantienen al país hundido en la más absoluta inviabilidad.

El cierre de paritarias (la del Sindicato de Comercio que es una de las más representativas alcanzando algo menos del 60% de ajuste, pero muchas superando con creces este número), el ajuste en las tarifas que se aproxima y una desconfianza absoluta en que el gobierno cumpla con la reducción de la emisión monetaria prometida, implican que este año nos volveremos a quedar con las ganas de ver reducirse la inflación (al menos de manera persistente). En el medio de este panorama, la economía en general y el empleo y la inversión en particular serán los grandes perdedores de la inacción oficial.

Nada será distinto si siempre hacen las mismas cosas. Nada cambiará si no se tiene un diagnóstico correcto. Nada cambiará si creen que todo se soluciona con un decreto que implique hacerles llegar algunos pesos de más a los bolsillos de todos aquellos que mañana volverán a ser los grandes perdedores de un país manejado por gente que siempre está de espaldas a la realidad.

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