Aprovechando el ataque de Putin a Ucrania y el consecuente incremento de precios internacionales de algunas materias primas, el kirchnerismo impulsa el impuesto a la “renta inesperada” para hacerse de recursos y tratar de compensar la pérdida del poder adquisitivo de los salarios.
O sea, por un lado, le cobra el impuesto inflacionario a la gente que tiene ingresos fijos (empleados en relación de dependencia, jubilados, etc.) y para compensarlos con un tratamiento “igualitario” ahora busca cobrarle un gravamen adicional a los que obtuvieron rentas “inesperadas”, una copia del windfall profit del ministro Martín Guzmán, pasándole nuevamente la factura al sector agropecuario para financiar la fiesta populista, de la misma manera que hizo en 2008 cuando quiso establecer la 125 (retenciones móviles sobre la soja).
Lo curioso es que para el ministro de Economía parece que existen rentas “inesperadas” por la guerra, pero no existen las pérdidas inesperadas también por el episodio bélico y los groseros errores que su gobierno comete.
Para el ministro de Economía parece que existen rentas “inesperadas” por la guerra, pero no existen las pérdidas inesperadas también por el episodio bélico
Por ejemplo, el aumento del gasoil, que tampoco se consigue al precio oficial, y los contratistas, que necesitan unos 50.000 litros para esta campaña, consiguen solo 100 litros a un precio de $170 / $180 por litro, cuando estaba a $100 por litro antes de empezar la invasión de Rusia a Ucrania. Además, faltan repuestos como neumáticos para los tractores. Por el lado de los fertilizantes, la urea, que el año pasado para esta campaña estaba en USD 600 la tonelada, ahora cotiza a USD 1.300 la tonelada, y ya en octubre 2021 valía 800 dólares.
Mirada parcial de la economía
En otras palabras, el ministro parece esta viendo solo el balance del lado de los ingresos, pero no del lado de los egresos, al tiempo que no reconoce que el Estado ya cobra el Impuesto a las Ganancias y retenciones sobre una base imponible mayor, además de otra catarata de gravámenes nacionales, provinciales y municipales.
En definitiva, se retoma un viejo concepto que se aplicó para el caso del petróleo y se llamó windfall profit tax cuya traducción podría ser “ganancias caídas del cielo”. La aplicó Jimmy Carter en 1980 con la Crude Oil Windfall Profit Tax Act que le aprobó el Congreso a raíz del salto del petróleo por la caída del Sha de Irán, Mohammad Reza Pahlaví, en febrero de 1979 y la llegada del Ayatollah Khomeini.
Habría que ver si Martín Guzmán, respaldado por el presidente Alberto Fernández, está previendo una devolución de impuestos a las pérdidas inesperadas, porque, así como por una guerra pueden aumentar los precios de las materias primas, por una sequía un productor puede tener grandes quebrantos.
Vale insistir que una supuesta utilidad inesperada por una guerra ya tributa cuando paga el Impuesto a las Ganancias del 35%. Con esta medida el ministro pretende gravar dos veces el mismo concepto.
Pero el problema de fondo es que, en el caso del sector agropecuario, debería definir ¿Qué es una ganancia esperada o normal? y ¿Cuándo pasa a ser una windfall profit?
El ministro pretende gravar dos veces el mismo concepto
Por empezar, no todos los productores tienen los mismos rendimientos ni costos similares. El productor de soja de Pergamino tiene más rindes y menos costos de traslado al puerto de Rosario que el de Salta que tiene menos rindes y mucho mayor costo de transporte al puerto.
Por otro lado, la windfall profit parte del supuesto de que los costos determinan el precio de venta, cuando en realidad son los precios que está dispuesto a pagar el mercado los que determinan los costos en que una empresa puede incurrir. Una cosa es hacer un simulacro de rentabilidad estimando precios de venta y costos de producción para determinar si se justifica una inversión y otra es tomar este ejercicio como forma de imposición.
Riesgo empresario
Ya lo explicaba Ludwig von Mises, una cosa es el cálculo económico antes de hacer la inversión y otra es cuando se hace el balance luego de haber hecho la inversión. Antes puede resultar muy rentable el negocio, pero no necesariamente tiene que ser así en los hechos. Los empresarios aciertan y se equivocan cuando hacen inversiones y toman decisiones sobre datos del pasado y estimaciones del futuro.
En última instancia este impuesto que, previamente debe pasar por el “filtro” del Congreso, proyecta un incremento de costos que baja la tasa de rentabilidad final.
Lo que no percibe el ministro Martín Guzmán con su propuesta es que justamente la tasa de rentabilidad es el indicador que se utiliza para asignar eficientemente los recursos productivos. Si la utilidad aumenta en un sector, atraerá más inversiones, crecerá la oferta, bajará el precio y la tasa de rentabilidad tenderá a igualarse con el resto de las actividades productivas.
Este impuesto que, previamente debe pasar por el “filtro” del Congreso, proyecta un incremento de costos que baja la tasa de rentabilidad final
Por eso en economía se dice que la tasa de interés tiende a ser única en el mercado. Cuando se utiliza la palabra tiende se está indicando la dinámica del mercado y del sistema de precios. No se trata de una situación estática, las tasas de rentabilidad varían todo el tiempo por razones endógenas y exógenas al mercado.
Con el windfall profit tax, el ministro busca anular ese indicador del mercado y deja sin rumbo al inversor. Si cualquiera que obtenga una renta por encima del promedio del mercado es castigado con más impuestos, nadie se va a arriesgar a ser emprendedor y descubrir una demanda insatisfecha.
Considerando que el sector agropecuario es una fábrica a cielo abierto en que un año tiene una buena cosecha, en otra sufre inundaciones y en otra puede padecer sequías, una renta inesperada puede guardarla para poder afrontar los períodos desfavorables.
En síntesis, el populismo arrasa con todo aquel que genera riqueza, empleo y progreso en el país. Ser exitoso en Argentina está mal visto y solo se aspira a que trabajen los estúpidos, porque la regla que impulsa el kirchnerismo es que el piquetero viva del sonso y el sonso de su trabajo.
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