Argentina, evitando un cuento chino

El sentimiento prevaleciente es que Estados Unidos le está pidiendo a nuestro país que evite comerciar con China, a pesar de que la balanza comercial se estimaba en más de $13 mil millones de dólares en 2020. Pero no le está pidiendo tal cosa

Alberto Fernández y su par chino, Xi Jinping (Argentine Presidency/Handout via REUTERS)

Algunas personas dicen que la frase “cuento chino” se remonta a la época de los primeros comerciantes europeos, como Marco Polo, que exageraban las historias que contaban sobre lo que habían visto en tierras lejanas. Otros, en cambio, aseguran que el término se originó a principios del Siglo XIX, cuando a los trabajadores chinos se los atraía sin ningún escrúpulo para aceptar trabajos durísimos en Cuba, a través de cuentos fabulosos y promesas falsas sobre las condiciones de empleo favorables y atractivas que los esperaban. Así nació un “cuento chino”. Hoy en día, el término sobrevive en la cultura popular e incluso en 2011 se hizo una comedia para el cine con el mismo nombre, protagonizada por Ricardo Darín. En la película, tanto los personajes como el público pasaban de oír una historia muy difícil de creer a “ver para creer”, a finalmente llegar al núcleo central del malentendido cultural y a la confusión que el malentendido trajo aparejada.

La confusión respecto de China también se pone de manifiesto en la Argentina hoy. En el desconcertante mundo de la creciente competencia entre las grandes potencias, los argentinos a menudo creen que de algún modo deben elegir entre los Estados Unidos o China, dos países que revisten importancia crítica para su economía. Juntos, China y Estados Unidos conforman aproximadamente el 17% de las exportaciones de Argentina y más del 20% de sus importaciones. El sentimiento prevaleciente es que Estados Unidos le está pidiendo a Argentina que evite comerciar con China a pesar de que el valor de su balanza comercial con este país se estimaba en más de $13 mil millones de dólares en 2020. Estados Unidos no le está pidiendo a la Argentina que haga tal cosa, eso es un cuento chino.

Un encuentro incidental, como dos barcos que se cruzan en la noche

¿Pero qué es realmente lo que los Estados Unidos le están pidiendo a la Argentina que haga respecto de China? Responder esta pregunta es más fácil en teoría que en la práctica y se complica aún más por la propia lucha que está librando Washington para realmente conectarse con la región. Sin embargo, lo que sí queda claro, es que los Estados Unidos no le está pidiendo a la Argentina que se desacople de China o que busque un divorcio económico. De hecho, es importante destacar que la propia economía de los Estados Unidos está fuertemente ligada a China, con una balanza comercial entre los dos países valuada en más de $600 mil millones de dólares en 2020.

China sigue siendo el socio número uno de los Estados Unidos, aún después de una prolongada guerra comercial, una pandemia y las continuas luchas por la cadena de suministro. China es también el acreedor más importante de deuda pública de EEUU, un lazo entre los dos países que muy probablemente evite que China alguna vez se convierta en un paria económico al estilo de Rusia. Pedirle a la Argentina que corte sus lazos con China y que comercie exclusivamente con un país cuya economía depende de las importaciones de China es, como mínimo, hipócrita, y en última instancia socava activamente los objetivos de política exterior de los Estados Unidos.

En realidad, lo que los Estados Unidos busca obtener de la región, y de Argentina en particular, es la posibilidad de presentar una contraoferta creíble a la de China en sectores estratégicos como tecnología e infraestructura. No obstante, esto también ha generado confusión.

Consideremos, por ejemplo, el pedido de los Estados Unidos a las empresas para que evitaran tratar con Huawei en el desarrollo de su tecnología 5G. La Argentina y los Estados Unidos están manteniendo un diálogo de sordos en este sentido. Las compañías argentinas ven a la cuestión como una opción de tecnología más económica, mientras que los Estados Unidos la presentan como una cuestión de seguridad. Las dos están intrínsecamente relacionadas, pero a las compañías argentinas, que deben elegir entre obtener productos de telecomunicaciones de origen chino que sean económicos, accesibles y eficaces y productos estadounidenses con tecnología 5G cuyo proceso de adquisición es más complicado, los argumentos un tanto vagos sobre la privacidad de datos les son fáciles de descartar.

Una conversación mucho más productiva sobre la expansión a la tecnología 5G sería poner el foco en la seguridad en relación con los resultados económicos y financieros para la empresa. Los líderes de las empresas pueden sentir que no tienen nada que ocultar cuando se habla de espionaje chino o de robo de datos, pero responderían de manera muy diferente si de pronto surgiera un competidor en Beijing que vendiera copias de su propia tecnología patentada. En un sentido más amplio, darle a un titán económico como China aún más poder a través del acceso a información confidencial acerca de negociaciones, fuentes de ingresos, procesos de investigación y desarrollo o potenciales fusiones tendría un fuerte impacto sobre la viabilidad de las compañías argentinas en el mercado.

Reformular esta conversación en el marco de las mejores prácticas comerciales en lugar de hacerlo desde la geopolítica puede ayudar a resolver la confusión actual y a propiciar un diálogo que sea mucho más beneficioso para la Argentina en el largo plazo. Si bien las compañías chinas no son por cierto los únicos malos de la película, sus estrechos lazos con el gobierno de la República Popular China implican que están más lejos de hacerse cargo de la responsabilidad por malas prácticas e incumplimiento de contrato que otros proveedores de tecnología 5G.

El aislamiento con el que operan las empresas chinas, en especial las que pertenecen en todo o en parte al Estado, debería hacer que la Argentina pensara con cuidado dónde y cómo se relaciona con China. Si bien no siempre es la consideración más importante, la trayectoria de China en relación con normas globales importantes como son el estado de derecho, la democracia y los derechos humanos deja mucho que desear. La transmisión constante de las prácticas autoritarias que se despliegan en Hong Kong y la detención y el trabajo forzoso de las comunidades de la etnia uigur en Xinjiang han despertado la ira mundial y el boicot contra los productos que se fabrican en estas regiones. Como país que apoya la democracia y reacciona visceralmente al tema de los derechos humanos, la Argentina debería adoptar una postura moral que ponga un freno al mero interés económico.

Si bien hay numerosas razones por las que la Argentina debe tener cuidado antes de avanzar más en sus relaciones con China, las opciones reales para volcarse hacia los Estados Unidos son muy escasas. Por ejemplo, hay muchas “amenazas veladas de ataque” en Washington sobre los proyectos chinos de infraestructura en América Latina, pero muy pocas compañías estadounidenses han hecho esfuerzos significativos por competir con China en grandes proyectos de infraestructura.

Si los Estados Unidos redoblara sus esfuerzos en este sector, podría pensarse que tendría un considerable éxito. A diferencia de China, cuya costosa iniciativa de la Franja y la Ruta (Nueva Ruta de la Seda) es a menudo sinónimo de deuda, los inversores estadounidenses típicamente consideran de manera mucho más cuidadosa la capacidad del cliente de pagar todo el proyecto y brindan más posibilidades de pago (off-ramps) en caso de incumplimiento. Argentina simplemente no puede elegir entre las propuestas de los Estados Unidos y de China, si los Estados Unidos no pone nada sobre la mesa. Si Estados Unidos desea tener éxito en la Argentina, debe cumplir sus promesas, o corre el riesgo de convertirse en otro “cuento chino”.

Acabar con el mito de que Argentina debe elegir entre Estados Unidos y China

Por lo tanto, en síntesis, lo que Estados Unidos le está pidiendo a la Argentina es un marco de competencia leal. Si bien por supuesto Washington preferiría que Argentina negociara con Estados Unidos más que con China, no se opone a competir con otros países por cuestiones de negocios o de influencia. Lo idóneo sería una China que respete las normas legales y las prácticas laborales, tomar medidas para evitar alimentar la corrupción o dar pie a la contracción de deuda y trabajar en pos de lograr relaciones que sea beneficiosas para ambas partes. Fomentar estas prácticas también sería beneficioso para la Argentina: comprender esta postura adecuadamente ayudaría a desmitificar el hecho de que Argentina debe de algún modo elegir entre Washington o Beijing para avanzar en su futuro económico.

Por último, tampoco es que no le corresponda ninguna responsabilidad a los Estados Unidos en esto, ya que el país debe reconocer su papel en haber contribuido a la confusión al mostrar un interés no siempre constante en la región. Estados Unidos deberá trabajar mucho para presentar una contraoferta creíble frente a China en sectores clave, en especial en el área de tecnología e infraestructura. Sin embargo, el potencial de los Estados Unidos está lejos de ser una propuesta menor y constituye un negocio ventajoso para todas las partes involucradas. Argentina está bien posicionada para trabajar junto con los Estados Unidos y evitar caer en otro “cuento chino.”

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