El Gobierno no sabe más que hacer

La realidad es que un litro de leche, un kilo de carne o un poco de pan no sufren un aumento de su valor sino que simplemente dan cuenta de la destrucción que está sufriendo nuestra moneda

Guardar
Cristina Kirchner y Alberto Fernández (REUTERS/Matias Baglietto)
Cristina Kirchner y Alberto Fernández (REUTERS/Matias Baglietto)

Independientemente del dato -el cual se situó dentro de los valores esperados por todos,- lo cierto es que nuevamente tenemos ante nuestros ojos una nueva muestra del fracaso rotundo de las medidas antiinflacionarias implementadas en los últimos tiempos en la Argentina, medidas éstas que lejos están de arrojar los resultados esperados por el Gobierno.

La pregunta que parte de la sociedad se hace es por demás elemental: ¿hasta cuando piensan seguir insistiendo con recetas que están condenadas al fracaso? Los controles de precios, las regulaciones al comercio, las limitaciones a quienes exportan e importan, el atraso en el tipo de cambio que mes a mes queda cada vez más lejos del nivel inflacionario, el gasto público que ante la excusa social no logra detener su marcha y la emisión permanente ante un agujero fiscal sin solución aparente, parecen ser parte de la batería de medidas que el gobierno piensa seguir implementado y que por alguna razón, ante las mismas acciones pretende obtener resultados diferentes.

La pregunta que parte de la sociedad se hace es por demás elemental: ¿hasta cuando piensan seguir insistiendo con recetas que están condenadas al fracaso? L

El panorama es desolador. A la gente se le evapora día a día parte de su poder adquisitivo mientras el gobierno da muestra de ya no saber más que hacer. Por limitaciones ideológicas o de idoneidad, lo cierto es que el espiral inflacionario parece no tener solución para los funcionarios de turno. Las ideas son siempre las mismas y los resultados serán de igual manera tan desastrosos como los que vemos hoy.

Tanto se ha degradado la Argentina que ante semejante incremento en los precios, el gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof ha anunciado su propias medidas antiinflacionarias, las cuales –ante semejante desastre inflacionario- resultan por demás infantiles. Más ferias barriales, una red de almacenes, mayores controles de precios y hasta una aplicación móvil para que la gente pueda encontrar la feria más cercana parecen ser las nuevas soluciones para frenar los incrementos de precios. El delirio parece ser total.

El Ministro de Economía tampoco parece ser quien vaya a enfrentar con dignidad el problema del persistente incremento en los precios de la economía argentina: sin titubear y lejos de mostrarnos cuál será el camino que recorrerá en pos de incentivar las inversiones, la creación de empleo y el crecimiento para intentar salir de la pobreza, Martín Guzmán en cambio nos habla de cómo creará nuevos impuestos. Parece que los borradores del proyecto están avanzados: se busca crear el “impuesto a las rentas extraordinarias”. Funcionaría de la siguiente manera: si un funcionario detecta que uno ha logrado ganar más de lo algún político en funciones se esperaba, este extra no sería de quién lo ganó sino del Estado. Resulta por demás surrealista.

Hasta que el gobierno no acepte que culpando a todos por los resultados que surgen de sus propios errores jamás solucionará el desequilibrio monetario

La inflación genera un aumento en la pobreza y en la indigencia -que por supuesto son la peor consecuencia de la escalada inflacionaria- pero también impacta en montones de otras cuestiones: buena parte de la deuda que ha tomado el gobierno en pesos se ajusta por el índice de inflación. Además las expectativas acrecientan la incertidumbre en virtud de lo que pueda ocurrir con el tipo de cambio y cómo repercutirá todo en la presión que sufra el dólar. La economía tambalea.

La realidad es que un litro de leche, un kilo de carne o un poco de pan no sufren un aumento de su valor sino que simplemente dan cuenta de la destrucción que está sufriendo nuestra moneda: lo que suben no es el valor de las cosas sino más bien lo que ocurre es que nuestra moneda vale cada vez menos. Hasta que el gobierno no acepte que culpando a todos por los resultados que surgen de sus propios errores jamás solucionará el desequilibrio monetario. Actuando sobre un diagnóstico equivocado simplemente resultaremos ser cada vez más pobres.

Guardar