La distancia entre el 1 y el 2

La celebración próxima del Pesaj nos enfrenta a una esfera esencial del ser dual que somos. El ser individual y el social. El íntimo y el compartido. El solitario y el comunitario

No comienza el Libro Sagrado con la letra “1″ porque ese es el número previo al Universo

La Cábala judía descubrió detrás de cada número un mensaje. Una historia. Para los místicos, la distancia entre el “1″ y el “2″ es el infinito. No existen números que estén separados por una diferencia mayor. El 1 representa lo único. Al ser único no tiene comparación con ninguna otra cosa, por lo que es indescriptible. Lo Indivisible, lo total. Encarna la soledad más absoluta. Nada se le asemeja ni puede asociarse a nada. Es por eso que sólo Dios es Uno. Ese era el estado de la Creación previa a la Creación. La unicidad del todo. Antes de todo, todo era Uno. Todo una sola Luz. Todo era El Uno.

A partir del estallido originario, las partículas de esa Luz primigenia se esparcieron por el cosmos dando vida al mundo que conocemos. Un mundo que es todo “2″. Es por ese motivo que la Torá, la Biblia, comienza con la letra hebrea “Bet”: “Bereshit Barah - En el comienzo del crear”. La “Bet” es la letra número “2″. No comienza el Libro Sagrado con la letra “1″ porque ese es el número previo al Universo. La Creación inicia el tiempo del mundo dual en el que vivimos. El “2″ representa la semilla de lo plural, el origen de lo diverso. Noche y día, claro y oscuro. Pasado y presente, frío y calor. Escrito y oral, texto y con-texto. Agua y fuego, izquierdas y derechas. Bosque y desierto, dulce y salado. Cielo y Tierra, música y silencio.

Y el Ser Humano es retrato de esa dualidad. Pensar y hacer, sentimiento y obra. Justicia y corrupción, compromiso e indiferencia. Tristeza y alegría, libertad y ley. Abrazo y distancia, amor y dolor. Objetivo y subjetivo, cuerpo y espíritu. Salud y enfermedad, la vida y la muerte.

La celebración próxima del Pesaj nos enfrenta a una esfera esencial del ser dual que somos. El ser individual y el social. El íntimo y el compartido. El solitario y el comunitario.

El 1 y el 2.

Aquella noche, en el Egipto de los Faraones, cada familia había marcado las puertas de su casa con la sangre del sacrificio. Cada uno en la intimidad de su tienda, esperaba en silencio la señal. En la mesa las hierbas amargas recordaban los siglos de amargura y prisión. Los panes ácimos sabían a las privaciones, el hambre y el dolor. Las canciones de esa noche se cantarían por los siglos. De abuelos a nietos, una y otra, y otra vez. La misma mesa se volvería a servir una y otra, y otra vez. La fragancia a libertad se respiraba en el aire. Esa noche, sería diferente a todas las noches. Volverían a nacer.

Hasta ese momento, cada tienda era sólo una entidad privada. Pero al salir por la puerta marcada hacia una Tierra Prometida, se transformarían en mucho más que una familia. Esa noche nacerían como una nación. Por primera vez aparece en el texto la palabra “pueblo”. Ya no estarían solos en la oscuridad de su prisión. De esas que encierra cualquier Egipto hasta el día de hoy. Ahora marcharían en un lazo compartido. De lo particular a lo común. De la soledad del ego, a un conjunto de almas. De lo 1 al 2.

La salida de Egipto no ocurrió solo hace 3.300 años. Vuelve a presentarse como oportunidad en cada mesa. Pensar sólo en el metro cuadrado de nuestra existencia, reclamar apenas nuestras búsquedas, quejarnos sólo por los problemas propios o celebrar únicamente triunfos particulares, nos hace caer en la ceguera de creernos “1″. Es el instante crítico en que el ego nos hace creer que somos como Dios. La puerta que se abre en cada Pesaj nos empuja a descubrir que allí afuera hay un mundo esperando. Un mundo que es “2″, porque no estamos solos.

Si logramos abrir esa puerta como sociedad, podremos entonces dejar atrás los egos que nos aprisionan. Abandonar la esclavitud y obediencia ciega a los faraones del momento. Escapar de las grietas que nos atrasan en el tiempo. Dejar de pensar en el beneficio propio, personal, partidario o coyuntural, para nacer hacia un nuevo pacto. Salir del conformismo silencioso detrás de nuestros límites, hacia el camino a compartir que nos aguarda del otro lado de la puerta. El que nos una al fin, con un proyecto en común. De lo 1 al 2.

Amigos queridos. Amigos todos.

El nombre que lleva el relato milenario, guarda un secreto: “La salida de Egipto”. Egipto era en aquel tiempo la máxima representación de la sociedad humana global. Por lo que, tal como lo indica su título, en la “salida de Egipto” el que debía salir era, Egipto. Pero sólo Israel, una pequeña parte de ese Egipto, salió aquella noche. El objetivo no se cumplió por completo. El propósito aún nos aguarda. La misión espiritual de la era vuelve a abrirnos la puerta. El proyecto para la humanidad, es que toda la humanidad pueda finalmente salir, hacia su propia Tierra Prometida.

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