El desafío de la oposición: del 41% a una nueva mayoría

Juntos por el Cambio necesitará construir una coalición amplia que suscite la adhesión explicita e implícita del 70% de la sociedad para poder gobernar con eficacia un país al que hay que sacar de una crisis

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Mesa Nacional de Juntos por
Mesa Nacional de Juntos por el Cambio

¿Qué queremos decir cuando hablamos de construir una estrategia política para el 70%? ¿Es importante? ¿Por qué y para que sirve? Hace algunas semanas, se viene instalando un sano debate en la oposición (al interior y en las fronteras de Juntos), sobre la estrategia política más eficaz, no ya para ganar una elección, sino para desarrollar una agenda de reformas virtuosas que le permitan al país recuperar un sendero de desarrollo inclusivo y federal. Una discusión que celebro, porque más allá de candidaturas, listas, referentes y distritos, creo que esta es la discusión política profunda que hay que dar.

Para un sector de “Juntos”, el diagnóstico sobre la experiencia gubernamental 2015-2019 implica solamente revisar el “timing” de la agenda de reformas y la “coherencia” del equipo de gobierno. En una especie de giro “leninista”, el desafío de Juntos supondría construir una vanguardia cohesionada ideológicamente para implementar una “terapia de shock” que transforme la sociedad. Cerrar para transformar.

Sinceramente no creo que ese sea el camino. Quisiera desarrollar una serie de argumentos por los cuales considero que la estrategia de “cerrar para transformar” nos conduce a una nueva frustración y a un callejón sin salida. Y también explicar porque la estrategia del 70% puede alumbrar un camino posible para implementar transformaciones reales de la estructura social y económica en Argentina.

La estrategia de “cerrar para transformar” tiene, a mi juicio, dos problemas estructurales. En primer lugar, implica reproducir una lógica conocida: la polarización extrema. Desde 2008, por lo menos, que el sistema político se organiza sobre esa matriz que, en lugar de conducir a un proceso de transformación, congela la escena en la que dos “relatos” extremos fijan a la Argentina en una batalla estéril que, lejos de resolverse, nos ha condenado a un conservadurismo en los hechos, al empate perpetuo, y a la creciente deslegitimación de la actividad política. La gente se pregunta para que sirve todo este circo, y hacen bien.

Porque la estrategia de “cerrar para transformar” se nutre de la polarización, la alimenta -y como no puede superarla, porque las identidades flexibles son constitutivas de un sistema democrático- termina lanzando una batalla ideológica por la identidad para disimular sus incapacidades para transformar. Ni Bolsonaro ni Trump reformaron sus naciones o encontraron respuestas políticas a sus “guerras civiles”. Simplemente, desplegaron “guerras civiles” como forma de gobernar.

En segundo lugar, la estrategia de “cerrar para transformar” implica, ipso facto, empoderar una élite con un fuerte sentido de cuerpo, lo que conduce, aunque no se lo reconozca, a una suerte de achicamiento demográfico, además de ideológico, de la herramienta de poder. Si cuanto más nos parecemos mejor, entonces alambremos un barrio, una ciudad, cuanto mucho una provincia, y gobernemos desde esa “superioridad moral” o esa supuesta “pureza conceptual”. El lector atento intuirá el sesgo cognitivo que un proceso de cierre tiene para una experiencia gubernamental.

Frente a esta dinámica, la estrategia del 70% supone recuperar la idea de nueva mayoría. Que Juntos se meta adentro de la sociedad y no obligar a que la sociedad se meta en Juntos. En este sentido, una perspectiva electoral y de gobierno exitosa indicaría que el 41% consolidado de Juntos es un punto de partida hacia la construcción política de una coalición más amplia que suscite la adhesión explicita e implícita del 70% de la sociedad para poder gobernar con eficacia un país al que hay que sacar de una crisis.

La coalición del 70% es la tarea política de construir una mayoría social lo suficientemente amplia y sólida como para “bancar” una política de transformación, modernización y desarrollo con beneficios y costos dispares, que el poder político deberá administrar y equilibrar para que la transformación se refleje en resultados concretos y palpables para la población. La coalición del 70% no es (ni nunca podría ser) un acuerdo de cúpulas o elites ni una transa corporativa, básicamente porque la Argentina corporativa no representa hoy a la mayoría de la sociedad.

La identidad de una nueva mayoría que vaya a contrapelo del idioma polarizador (ese infinito pase de facturas sobre herencias del pasado que “reemplazan” a la acción de gobierno) implica la creación de un nuevo diálogo entre la política y la sociedad: una coalición que se precie de ser amplia y representativa no puede limitar su mensaje a los propios o convencidos, sino que debe privilegiar cierta ética de la responsabilidad y dirigirse a los no convencidos, a los indiferentes, a aquella gran porción de la sociedad quizás más difusa y heterogénea desde lo ideológico que nunca adhirió del todo al modelo político-partidario de “la grieta”; aquellos que no son liberales o populistas, ni radicales o peronistas, ni kirchneristas o macristas pero que alguna vez votaron a cualquiera de estas nociones políticas en busca de “soluciones” que no llegaron; aquellos que hoy (y cada vez más) se sienten defraudados por la política.

En ese sentido, esta nueva etapa de Juntos puede ser el epicentro y punto de partida hacia una coalición mayoritaria que se nutra de los desencantados (desencantados de Alberto, de Cristina, de Massa, de Macri, que en muchos casos es el mismo desencantado rotando una y otra vez por el tablero que ofrece la política electoral) dentro de su base social.

Se trata de la agenda real del 70% de la sociedad. No se trata de “cerrar” con el 70% del sistema político o con el 70% de la argentina corporativa. Por el contrario, se trata de romper esa lógica endogámica de los acuerdos e ir hacia la sociedad. Ni la “pureza”, ni la “dureza” ni el “timing” van a facilitar, por izquierda o por derecha, transformaciones en Argentina. Salir de la paritaria “identitaria” y/o “corporativa”, precisamente implica, construir las bases de una nueva estrategia de transformación: construir una nueva mayoría. Ese apoyo social tiene que ser nuestro norte, porque es la única llave política que hará posible un proceso realmente transformador en nuestro país. Y tenemos que empezar ahora.

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