Mi abuelo, sus amores clandestinos y el desafío de las relaciones libres

Le pregunté si extrañaba a mi abuela y me dijo que no, que la verdad es que la mitad de su vida había estado deseando tener otra vida. Que había tenido amantes. Se habían quedado juntos por los hijos u la familia, más allá de amantes e infidelidades. Y entonces me pregunté por un amor más libre

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(Getty Images)
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El domingo pasado fui a visitar a mi abuelo. Siempre voy después de que haya almorzado para hacer juntos la siesta. En verdad él duerme mientras yo le recito un fragmento de algún libro; le llevo dos opciones y él elige el que más le interese, aunque la realidad es que ni presta atención a la lectura porque al segundo ya se queda frito. Es una de mis escenas favoritas, sobre todo porque siempre conduce a un mismo final; termino la lectura y él, al notar ese silencio, se despierta y me dice: “qué lindo que lees” con su acento español y nos ponemos a debatir sobre lo que le acabo de leerle.

Desde que está con Alzheimer que nuestras charlas son más sobre su pasado que sobre su presente. En este último tiempo me ha contado cosas tan íntimas y profundas que yo creo que muchas veces hasta pensó que era su psicóloga y no su nieta.

Ese domingo había elegido algunos fragmentos de El Amante de Marguerite Duras y surgió el tema de los amores; los suyos y los míos.

Yo le conté un poco en qué andaba y luego él me contó lo suyo (tiene ochenta y ocho años y una nueva novia). Una cosa llevó a la otra y terminamos hablando de la abuela. Le pregunté si la extrañaba y me dijo que no, que la verdad es que la mitad de su vida había estado deseando tener otra vida. Sí, fuerte. Es decir que, de los cincuenta años que estuvo con mi abuela, la amó veinticinco. “¿Y los otros veinticinco?”, le pregunté. “Me acosté con otras”, me confesó. No es que yo no lo supiera, mi abuela hizo lo mismo con otros hombres, pero me sorprendió que me lo dijera tan casualmente.

Quise saber por qué entonces no se había separado y me dijo que por los hijos y por la familia; el plan familiar por encima del deseo. Le pregunté también si no se le había ocurrido plantearle la idea de abrir la relación y, obvio, me preguntó: “¿Qué coño es eso?”.

Así que intenté, desde mis palabras y experiencia explicarle de qué se trataba: en pocas palabras, las relaciones abiertas vienen a poner en discusión la falta de comunicación en los vínculos. El sistema vincular y sexo afectivo siempre estuvo normalizado y aceptado de una única manera y, justamente, las relaciones abiertas vienen a revolucionar esa idea de normalidad. Es decir que vienen a corromper un sistema de normas culturales pre-establecidas para, de ese modo, abrir la puerta a un diálogo que antes no solo no existía sino que ni siquiera era una opción.

La palabra “abierta” tiene que ver precisamente con esa apertura que no es solo de mente sino también de alma y corazón. Hablar, estar en constante diálogo con nuestras parejas es ejercer el amor. Poder expresar los deseos de ambos, las elecciones y opciones, es también amor. Una de las cosas para mí más valiosas que permite abrir esa puerta, entre tantas otras cosas, es el cambio.

En los tiempos que corren, gracias a los derechos ganados, las voces levantadas y la perseverancia por un mundo más libre, se ha gestado la posibilidad de que las cosas se modifiquen. Hemos desarmado (y aún seguimos), esa vieja y forzosa idea del “para siempre”. Ese lema obligado en el que parecía que debíamos nacer y morir del mismo modo, rodeades de las mismas personas, eligiendo a esas mismas personas, queriendo las mismas cosas (el plan).

Hoy, por suerte, las situaciones son (o al menos eso buscamos) más dinámicas, sobre todo en cuanto a las relaciones. Y no me refiero solo a las sexo afectivas sino a todo tipo de vínculo: las amistades, la familia, lo laboral, etc. La monogamia o poligamia también aplica para los demás lazos. No es lo mismo vivir una amistad desde la libertad y la apertura que desde la posesión. Conozco a muchas personas que tienen amigues que les celan, mismo a mí me ha pasado algunas veces de algún amigue que me hizo un “planteo” o un una “escena” por verme con otres amigues y son les mismes con quienes dejé de vincularme.

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Una relación abierta justamente se trata de corrernos de ese lugar de posesión. Nadie nos pertenece, ni le pertenecemos, tan solo elegimos compartir o no compartir con un otre. Esa elección puede ser tanto monogámica como poligámica pues no tiene que ver el modo de articular ese vínculo sino desde dónde se lo ejerce.

Une puede tener una pareja sexo afectiva ultra mega archi monogámica y que sea igual o más libre que otra abierta. Lo que importa es charlarlo con quien (o quienes) estén involucrades en la situación para así poder elegir. La sexualidad, si bien no es estrictamente el meollo de la cuestión, en una arista sumamente importante a la hora de hablar de relaciones abiertas.

Mucha gente ve el coger con otres como un acto de infidelidad incluso si la pareja ha decidido en conjunto que estaba “permitido”. El problema es que muchas veces partimos de una grieta enorme; para algunes, el sexo (y la sexualidad en general) tiene que ver con un acto puritano y para otres con una cuestión física que muchas veces coincide con el amor y muchas otras (la mayoría), no. Lo interesante de esto no es ver quién tiene razón pues nadie la tiene (o en verdad todes la tenemos). Me parece mucho más importante poner el foco en los códigos establecidos por la pareja y no en lo que está mal y lo que está bien individualmente.

Creo que la raíz de todo esto, a fin de cuentas, es la confianza. Si nos ocupáramos de construir y generar una confianza con nuestra pareja, amigue o familiar, no estaríamos pensando tanto en los binomios del bien y el mal generales sino en qué me hace bien a mí y qué no. Pero para poder hacer eso, primero tenemos que sincerarnos con nosotres mismes.

¿Por qué queremos abrir la relación abierta? ¿O por qué no queremos abrir la relación? ¿Por qué estoy en pareja? ¿Estoy feliz con esa pareja? ¿Por qué? ¿O por qué no estoy feliz?

Solo cuando sepamos, o al menos nos preguntemos, qué nos pasa con todo eso, es que podremos verbalizarlo con el otre. Conozco cientos de parejas que por una idea de “plan de familia” siguen juntas, o por miedo a la soledad, al riesgo, al cambio. El apego a la conformidad está en todos los vínculos; hay cientos de amigues que siguen juntes por el mero hecho de que así fue siempre, ¡cómo si eso fuera motivo suficiente!

Aterra aceptar que ya no queremos ser más amigues de alguien, o que ya no queremos estar más en pareja, porque nos enamoramos de otre o porque simplemente eso dejó de funcionar, o que por más que sea nuestro familiar, no queremos verle. Ese poder de decisión es una una libertad que buscamos todos los seres humanos constantemente, pero que aún sigue multiplicándose mucho más sobre las penumbras que a la luz del día. Nos obnubila la culpa, nos carcome y nos envenena de automatismo y mentiras. Y así es como las parejas siguen metiéndose los cuernos en pos de mantener una farsa de relación solo porque no quieren traumar a sus hijes, o a elles mismes. A mí en lo personal me trauma mucho más compartir mi vida con alguien que no quiero que ese inevitable vacío al separarnos de una pareja o de cualquier persona que haya sido parte de nuestra cotidianeidad por años.

Mi abuelo me escuchaba atento. Claro que lo que le sucedió a él fue en otra época, donde el único modo de relacionarse era a través de una esposa o de una amante. Sin embargo, las relaciones abiertas, el amor libre y la poligamia, están hace tiempo entre nosotres, solo que hace no tanto fue que nos animamos a verbalizar todo aquello que se practicaba desde las sombras.

El desafío que tenemos las nuevas generaciones no es tener o no una relación abierta, coger o no con personas diferentes. El desafío es no repetir los mismos errores de nuestros abueles y padres; saber construir los límites que elles no supieron poner y saber construir confianza, para así, lograr una apertura no solo en la poligamia sino también en la monogamia.

Nuestro desafío es que el verdadero vínculo libre sea con nosotres mismes.

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