Con el ocaso de CFK llegará un cambio de época para la política argentina

El debate de la dolarización muestra a una ciudadanía que pide discutir políticas concretas para solucionar los tremendos problemas de nuestro país

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Cristina Kirchner (Franco Fafasuli)
Cristina Kirchner (Franco Fafasuli)

El debate por la dolarización parece marcar un nuevo rumbo en el debate de la política argentina. Por primera vez apareció una propuesta, mala o buena, pero una propuesta al fin dirigida a combatir el flagelo de la inflación que castiga sin pausa a la gente. Ya no se hablaba de generalidades como que “hay que ordenar las cuentas del Estado”, “tenemos que lograr un consenso entre los sectores del trabajo y la producción” o “hay que controlar los precios”, por mencionar algunos de los lugares comunes en los que caen diariamente oficialismo y oposición.

Acá el flamante diputado Javier Milei tiró el tema de la dolarización sobre la mesa y fue tal la repercusión que tuvo en el debate público que Alejandro Cacace, un colega de la misma casa pero del partido radical, llegó a presentar un proyecto para implementar esta medida en la economía argentina en 180 días. La reprimenda llegó rápida y violentamente cuando el Presidente de la UCR llenó de improperios al joven diputado. La vehemente reacción del Gobernador Morales no parece tener que ver con el proyecto de ley como tal, sino con el hecho del cambio que significaba instalar un discusión concreta sobre un tema decisivo.

Un aspecto clave de la política en los “tiempos de coaliciones” es que la lucha electoral se acota a opciones más bien personalistas. En ningún caso se avanzaba sobre las políticas gubernamentales concretas a implementar. La idea ha sido, hasta aquí, definirse electoralmente a favor de una u otra persona y su correspondiente coalición. En este esquema solo se habla de objetivos pero nunca de políticas concretas. Todo indica que ese tiempo está concluyendo.

En un artículo brillante, Pablo Touzón y Federico Zapata plantean que la crisis que estamos viviendo en la política argentina se debe a que se está diluyendo rápidamente el poder de Cristina Fernández de Kirchner que funcionó durante los últimos doce años como el ordenador en torno al cual se estructuró la política argentina.

Las coaliciones políticas, Frente de Todos y Juntos por el Cambio, han sido el formato que le permitió a la política transitar estos años tan desafortunados, tanto desde lo económico como desde lo social para el destino de la Nación. En este período la política se convirtió en una permanente contienda electoral, pelea de dirigentes por el control de los recursos del Estado, abandonando su verdadera razón de ser: la discusión pública de aquellas políticas gubernamentales que permitan salir del proceso de decadencia en el que seguimos cayendo.

Al apagarse la fuerza de Cristina Fernández de Kirchner y poner en crisis a la coalición gobernante, se van a generar fuerzas desestabilizadoras muy importantes sobre la coalición opositora. La profundización de la crisis económica, por ejemplo, está presionando sobre la oposición para que defina concretamente a qué políticas va a recurrir en el caso de que sea gobierno en el 2023. Los dirigentes, sin embargo, no están acostumbrados a explicitar el “qué hacer” porque eso requiere una convicción técnica y política que funciona como parteaguas. Dentro de una misma coalición hay quienes apoyan y quienes están en contra. Discutir políticas concretas exige definir posiciones. Exactamente lo que ha eludido la política argentina, oficialismo y oposición, en los últimos 12 años.

Es difícil que los dirigentes puedan sostenerse en los primeros planos de la política argentina si insisten con sus viejas recetas. En el caso reciente de Chile, toda una generación de políticos fue barrida de la escena en la última elección por jóvenes dirigentes encolumnados detrás de las nuevas expectativas de la sociedad chilena. En nuestro país, el caso de Javier Milei es un emergente en este sentido, y pueden surgir muchos más. Es probable entonces que en el 2023 la política comience a ordenarse de acuerdo a otro formato mucho más orientado hacia una discusión de políticas concretas que de personalidades. Veremos quiénes son los políticos que mejor leen este cambio de época.

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