Cómo recuperar las Malvinas en diez sencillos pasos

En la actualidad no existe una política eficaz ni una estrategia que sitúe a la causa de Malvinas en las prioridades de ningún gobierno

Mural que reivindica la soberanía de Argentina sobre las islas Malvina

El 2 de abril se cumplen 40 años del inicio del Operativo Rosario, que tuvo por objeto la recuperación por vía militar de las Islas Malvinas y otros archipiélagos del Atlántico Sur. Se cumple asimismo otro aniversario, menos evidente y notorio: se trató del último intento sustancial por parte de la Argentina de recuperar el dominio de las islas.

Desde entonces los gobiernos argentinos se han movido en un espectro que va desde la desmalvinización en los primeros años de la transición democrática a aproximaciones más o menos estratégicas (más bien menos) a instancias de negociación con Gran Bretaña y a intentos por promover y defender la posición argentina en los organismos internacionales, pasando por un malvinismo reivindicativo en el plano del discurso, como lo que hace la Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, un organismo burocrático sin ninguna capacidad operativa inaugurado en 2013.

Más allá de las reivindicaciones, las conmemoraciones, los homenajes a los caídos y los veteranos y el cultivo institucional o espontáneo de una conciencia malvinera no hay nada. No hay una política eficaz que se despliegue ni una estrategia que sitúe a la causa de Malvinas en las prioridades de ningún gobierno. Esa discusión parece cancelada: unos y otros se conforman con los actos conmemorativos, los discursos y las declaraciones formales. Por esa razón me atrevo a trazar un plan de recuperación de las islas, a implementar de forma inmediata, para los gobiernos que asuman su causa como un objetivo nacional prioritario.

Paso 1

El gobierno que se proponga implementar una política de recuperación soberana de las islas debe encarar sin demora una profunda reforma fiscal, laboral y del Estado, que devuelva a la Argentina al camino del crecimiento económico genuino mediante la reducción del gasto público superfluo, el equilibrio presupuestario y la estabilización y fortalecimiento de la moneda. Esta reforma será compleja y dolorosa, pero es el único modo de sentar las bases internas de una nueva época de prosperidad y desarrollo. Es preciso generar, antes o después, un firme consenso entre los sectores sociales y las fuerzas políticas para sostener esta orientación fundamental del Estado, de modo que continúe a través de la alternancia en el poder.

Paso 2

El equilibrio presupuestario y la estabilidad monetaria permitirán dar seguimiento y previsibilidad a las políticas públicas mediante la asignación de recursos que no pierdan valor con el transcurso del tiempo ni obliguen a recálculos continuos. A todas las políticas: desde salud y educación a seguridad y defensa. Tales condiciones redundarán en una mayor eficacia y ordenamiento del Estado, que puede así mejorar su condición de instrumento insustituible de la política. Sin esa herramienta la política se pierde en la pura impotencia, como vemos hoy.

Paso 3

En un contexto de políticas públicas saneadas y eficaces es posible definir una política exterior fundada en los intereses nacionales. Eso supone delimitar claramente un elenco de socios regionales e internacionales prioritarios con los que la relación debe ser particularmente cultivada, sin perjuicio de aprovechar las ventajas del multilateralismo embrionario. Resulta urgente excluir de la política exterior las motivaciones derivadas de afinidades ideológicas efímeras o dictadas por el oportunismo. La Argentina debe avanzar hacia una condición de actor político global previsible, con orientaciones claras y constantes.

Paso 4

Paralelamente, se debe avanzar hacia una vinculación estrecha entre la diplomacia argentina y los sectores productivos, a partir de la cual puedan establecerse sinergias que permitan penetrar y aprovechar mercados internacionales, del modo en que lo hiciera tradicionalmente el Foreign Office y la Compañía de las Indias Orientales, o más recientemente el Palacio de Itamaraty y los empresarios paulistas. La Argentina debe convertirse en un jugador relevante del mercado global a través de la cooperación activa y expansiva público-privado.

Paso 5

La política exterior argentina debe priorizar la integración y el estrechamiento de relaciones con el subcontinente sudamericano, independizando la marcha y el desarrollo de tales relaciones de sus simpatías o afinidades ideológicas ocasionales. Dicha alianza regional debería alcanzar objetivos de integración política y militar, de modo que la región gane influencia y gravitación en el escenario internacional. Convertir eficazmente a la causa Malvinas en un objetivo regional puede ser un factor de disuasión muy relevante para la política británica en el continente.

Paso 6

Una diplomacia bien definida, con propósitos claros y precisos permite encarar en otros términos una política de defensa equilibrada y eficaz. Esta política debe contemplar las profundas transformaciones operadas en los últimos años, de las que la continua integración con el área de seguridad es solo una parte. Debe configurarse a partir de hipótesis de conflicto, como hacen los países que se toman en serio su defensa. El completo abandono por parte de los últimos gobiernos del área de defensa y su escaso interés por la seguridad sólo puede revertirse en un contexto en el que el Estado pueda desembarazarse de la lógica permanente de la emergencia económica y el asistencialismo social.

Paso 7

La implementación eficaz de una política de defensa depende de las herramientas que se le provean. Es imprescindible la reestructuración, modernización y reequipamiento de las Fuerzas Armadas, que debe partir de la constatación de su completa desarticulación operativa, desabasto de equipamiento, burocratización y obsolescencia. Es preciso plantearse una nueva institucionalidad militar y promover una cultura de la excelencia, eficiencia y fiabilidad del oficio de las armas y revertir la estigmatización y el rechazo social hacia las Fuerzas Armadas.

Paso 8

Una política clara en materia de desarrollo e integración económica, una política exterior y de defensa bien definidas y unas fuerzas armadas operativas son factores decisivos para presionar al Reino Unido para que revise su pretensión de continuar la ocupación de las islas y el despliegue militar asociado. Es necesario desarrollar una unidad de análisis e inteligencia de la política, la economía, la diplomacia y la sociedad británicas, que aporte conocimiento útil y valioso para la toma de decisiones y el aprovechamiento de coyunturas y potenciales debilidades de ese país. La Argentina debería formar un equipo de expertos en la realidad británica.

Paso 9

Una estrategia de recuperación de las islas debe incluir un despliegue de soft power, que permita generar una nueva conciencia sobre Malvinas, tanto entre los argentinos como entre los kelpers. Ampliar dicha conciencia más allá de los planteamientos históricos o jurídicos y las reivindicaciones de la gesta militar hacia proyectos de desarrollo e integración económica y cultural de las islas con el continente. Esto por el momento debe plantearse en el plano de las expectativas, no de las realidades. De otro modo dejaría de ser un factor de presión sobre los habitantes de las islas.

Paso 10

El objetivo de recuperación de las islas pasa en la actualidad casi enteramente por una apertura de las negociaciones entre Argentina y Gran Bretaña. Para eso hace falta formar un equipo de negociadores que aporten a la vez firmeza y flexibilidad, que sepan emplear con criterio el acercamiento amistoso y la presión, las expectativas y las amenazas. Para ello es necesaria una recomposición y profesionalización del servicio exterior de la Nación.

Como es evidente, no se trata de una hoja de ruta de realización inmediata, ni siquiera próxima. Llevará décadas de políticas consistentes. Llegado a este punto alguien puede preguntarse si, habiendo conseguido todo eso, la causa de Malvinas tendrá todavía sentido y urgencia, porque es altamente probable que su arraigo popular y su continuidad se deba en buena medida a que es una forma de objetivar las múltiples y prolongadas frustraciones que lastran el espíritu de los argentinos.

Quizá entonces debamos plantearnos esa posibilidad. Lo que parece evidente es que los países con las políticas exteriores más exitosas y eficaces se apoyan en una fortaleza interna que les permite comprometer recursos humanos, intelectuales y materiales en su proyección internacional. Los conflictos armados con otros países con el objeto prioritario de resolver problemas internos raras veces dan los resultados esperados. Esa es la lección más importante que deberíamos extraer de la guerra de Malvinas.