América latina y los desafíos actuales en medio de la tormenta

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El presidente, Alberto Fernández, en una participación en la conferencia magistral en la sede de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en Santiago de Chile (Foto NA: Esteban Collazo)
El presidente, Alberto Fernández, en una participación en la conferencia magistral en la sede de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en Santiago de Chile (Foto NA: Esteban Collazo)

Desde antes de la pandemia que comenzó a fines de 2019 con el surgimiento del Covid en China, la región presentaba un escenario sumamente volátil y restrictivo a nivel internacional. La condición periférica de América latina, la convierte en un lugar vulnerable a los impactos del orden mundial.

A la crisis del multilateralismo occidental se suma un proceso de globalización marcado por disputas comerciales y tecnológicas entre las principales potencias económicas agravadas aún más por la pandemia. Ya para fines de 2019, en lo que correspondía a su balance preliminar la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) había expresado que la región prácticamente no creció en ese año (sumado a un 2018 de bajo crecimiento). Esta desaceleración se arrastra desde el año 2014. El período de 2014 a 2020 fue el de más bajo crecimiento económico en cuatro décadas.

En el balance preliminar 2020, la CEPAL pronosticó una caída de más del 7%, la mayor en 120 años con rebote para 2021 pero sin recuperar los niveles previos a la pandemia. Es decir, la región refuerza negativamente una trayectoria de bajo crecimiento económico y aumento de más del 10% en el endeudamiento en relación a su PBI, conformándola entre los países en desarrollo como la región más endeudada del planeta.

Sumado a esto, la invasión a Ucrania en el presente año, marcó según el economista Dani Rodrik el fin del orden liberal surgido en 1989 y puso de manifiesto los golpes previos a la globalización y como la interdependencia se ha transformado en una cuestión de seguridad. Las rupturas en las cadenas de suministros, las dificultades crecientes en la provisión de materias primas, los aumentos en los costos logísticos (fletes y contenedores), el creciente proceso inflacionario especialmente en los precios de los alimentos y energía y las respectivas tensiones en las balanzas de pagos y pujas distributivas entre sectores económicos en las economías nacionales parecen ser nuevos factores de análisis en la actual coyuntura de una desglobalizacion o slowglobalization mas riesgosa y costosa.

Asimismo, un análisis relevante de la coyuntura regional no debe desatender el rol de la política hemisférica de los Estados Unidos. O en el presente contexto al que ya hemos hecho mención de las disputas por el poder global, la posición de la región para el poder hegemónico estadounidense en el marco de las disputas interhegemónicas con China y especialmente ante el conflicto en Ucrania.

Durante la administración de Donald Trump fue marcadamente visible la mayor agresividad discursiva que tomó la orientación del país del norte sobre América Latina. Pero ¿ha implicado hasta el momento la presidencia de Joe Biden un cambio de postura sobre la región? En febrero del presente año, Biden señaló en el Departamento de Estado: “Y saben que cuando usted habla, habla en mi nombre. Y este es el mensaje que quiero que el mundo escuche hoy: Estados Unidos ha vuelto. Estados Unidos ha vuelto. La diplomacia vuelve a ser el centro de nuestra política exterior”. Las referencias más relevantes a este discurso del ex vicepresidente de Barack Obama quien en ese rol supo visitar a la región en numerosas ocasiones, refieren tambien a la contención de China: “Y también asumiremos directamente los desafíos que plantea nuestra prosperidad, seguridad y valores democráticos por parte de nuestro más serio competidor, China”.

Es tal vez este último uno de los desafíos más importantes que Washington tiene en su histórico patio trasero: el desarrollo de mecanismos e iniciativas que le permitan contener el avance comercial y en materia de inversiones que China ha tenido en la región, especialmente en Suramérica, donde ha desarrollado numerosas asociaciones estratégicas integrales. Ello compensa en algún punto la falta de prioridad que la región tiene para Washington en el tablero global, algo que se acrecienta ante la invasión rusa en Ucrania.

Ahora bien, el mayor interrogante radica en el sentido de cómo puede una región periférica e impactada por los efectos nocivos que ha tenido y tiene la geopolítica y la económica internacional, posicionarse frente a semejantes reagrupaciones del poder global. ¿Es posible aprovechar la transición de poder? ¿Cuál es el margen para construir agendas temáticas más pragmáticas en áreas concretas relacionadas a las problemáticas regionales? ¿Puede América Latina aprovechar este escenario en virtud de sus intereses estratégicos?

La paralización de la CELAC, el abandono de la Unasur por parte de varios Estados con gobiernos de derecha alineados a Washington, además de la ya conocida pugna por la liberalización del Mercosur, acentuaron la histórica vulnerabilidad de la región y representaron un error estratégico dada la notoria descoordinación y carencia de consensos imperante frente a desafíos regionales y globales de una complejidad creciente. No obstante, dentro del horizonte tormentoso, es posible destacar la iniciativa mexicana de reflotar la CELAC -el mayor foro de cooperación y diálogo de América Latina y el Caribe, creada por iniciativa de Brasil y México en 2010- y el traspaso a la presidencia argentina con la presentación del Plan de Trabajo del organismo 2022 que se enfoca en algunos puntos estratégicos para el escenario actual: la recuperación económica post-covid, la estrategia sanitaria regional frente a la pandemia, la cooperación espacial, seguridad alimentaria y diálogo con socios extrarregionales, entre otros.

Los espacios regionales se vuelven esenciales para generar diálogos y posiciones conjuntas con actores como China o para generar respuestas coordinadas frente a hechos de gran trascendencia geopolítica como lo es la invasión a Ucrania. La región necesita de una mayor interlocución constante, especialmente entre Buenos Aires y Brasilia en el ámbito Sudamericano.

Los riesgos acrecentados de una globalización más riesgosa marcada por la incertidumbre geopolítica en un mundo de rivalidades y suma cero demanda que la región identifique cuales son los mecanismos que debe afianzar para mitigar los riesgos e incluso para aprovechar las oportunidades que surjan. La respuesta vuelve a estar en la integración y lograr la claridad de la situación actual con un interrogante central: ¿a dónde nos ha llevado la desintegración?

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