La obsesión por defender el modelo agroexportador a costa de la biodiversidad global

Esta postura de la Argentina implica en muchos casos secundar la política obstruccionista de Brasil y priorizar la defensa de los agronegocios, por ejemplo pidiendo quitar a la agroecología y la agricultura ecológica en los nuevos textos

Guardar
La delegación de Argentina en Ginebra ha solicitado la eliminación de prácticas agrícolas amigables con la biodiversidad y los ecosistemas (Archivo DEF)
La delegación de Argentina en Ginebra ha solicitado la eliminación de prácticas agrícolas amigables con la biodiversidad y los ecosistemas (Archivo DEF)

El mundo ya padece la sexta extinción masiva de especies a causa de las acciones humanas y, no conformes con ello, la cumbre que debe aunar esfuerzos para detener la pérdida de biodiversidad no avanza porque algunos países están invirtiendo su tiempo en construir obstáculos, en vez de en cooperar para el avance del proceso.

En estos momentos estamos finalizando en Ginebra las reuniones preparatorias de la Convención de Diversidad Biológica (CDB) rumbo a la COP 15, que se realizará en Kunming, China antes de fin de año.

El camino a Kunming ha sido accidentado dadas las interrupciones producto de la pandemia del COVID 19 desde finales de 2019, llegando a esta tercera reunión presencial del Grupo de Trabajo de Composición Abierta sobre el Marco Mundial para la Diversidad Biológica posterior a 2020, luego de que se trabajara durante un año y medio con sesiones virtuales, con las complejidades que ello implicó.

El objetivo más relevante de la próxima cumbre mundial es justamente adoptar un Marco Global para la Biodiversidad para los próximos 10 años. Este nuevo marco reemplazará el adoptado en 2010 así como a las Metas de Aichi (2010), escasamente cumplidas y que se proponían para el 2020, entre otros objetivos: “Reducir a la mitad la pérdida de hábitats, incluidos los bosques (meta 5); gestionar de forma sostenible la agricultura, silvicultura y acuicultura (meta 7); evitar la extinción de especies en peligro (meta 12); proteger al menos el 17 por ciento de las zonas terrestres y de aguas continentales y el 10 por ciento de las zonas marinas y costeras (meta 11); y eliminar gradualmente o reformar los incentivos, incluidos los subsidios, perjudiciales para la diversidad biológica (meta 3)”.

Está claro que las cosas para la biodiversidad están mucho peor que en 2010 y es evidente que los gobiernos del mundo no cumplieron con el compromiso adquirido entonces: la deforestación siguió y sigue aumentando -y hubo países que en medio del aislamiento forzoso por la pandemia intensificaron esa actividad-; la lista de las especies en riesgo siguió aumentando y los subsidios públicos para actividades perjudiciales para la biodiversidad incrementaron y se multiplicaron. Ante esta realidad, el nivel de ambición de las metas y objetivos que se plantean para el Marco posterior al 2020 debe ser mucho mayor, si los 196 países Parte del CBD que participan en la creación de este nuevo texto pretenden arreglar las cosas.

Sin embargo, luego de dos semanas de trabajo en Ginebra los avances fueron escasos y no se cumplieron las expectativas: los países desarrollados pujaron por mantener el estatus quo de sus economías sin acordar o incluso bloqueando aportes en dirección de garantizar la movilización de recursos y creación de mecanismos financieros y de aplicación, necesarios para darle viabilidad real al nuevo marco global.

Por su parte, los países en desarrollo mostraron una falta de liderazgo que aglutinara fuerzas para conseguir acordar metas más ambiciosas en favor de la conservación de la biodiversidad, y la oportunidad para negociar mantener en el texto del Marco temas que son transversales y que no pueden excluirse si es que en realidad hablamos de inclusión, de escuchar todas las voces y construir juntos. Esos temas se relacionan con la participación de todos los actores de la sociedad, en especial de los pueblos indígenas y las comunidades locales; los temas de inclusión e igualdad de género; la transparencia a todos los niveles y metas espaciales que permitan medir y cuantificar el impacto de la implementación del Marco para lo que queda de esta década. Más aún, países en desarrollo, por ejemplo Argentina y Brasil, no están abiertos a negociar cuál es su parte de responsabilidad en la movilización de recursos, no quieren hablar de cuál es su contribución en el cambio transformacional que apela el Marco Global.

La falta de ambición ha sido la gran ausente en todas las jornadas en Ginebra, junto con el desconcertante silencio de China (que por cierto ostenta la Presidencia de la 15ª Conferencia de las Partes al CBD (COP 15) ) y las evidentes maniobras obstruccionistas de Brasil, peloteándolas con Argentina; estos han sido los hechos más relevantes de una reunión empantanada.

El rol de la Argentina en la discusión global

Pese a la escasez de recursos y lo reducido de su delegación, Argentina hace gala de una profunda comprensión de la Convención de Diversidad Biológica en general y de su proceso en particular. Nuestro país es uno de los más activos y precisos en sus intervenciones, superando inclusive a delegaciones de países que ostentan muchos más recursos humanos y materiales para su trabajo.

Sin duda, la Argentina es una de las principales contenciones a los intereses estrictamente europeos en la discusión del nuevo Marco Global para la Biodiversidad, presentando aportes significativos en la inclusión del enfoque de género y la mención de los derechos de los Pueblos Indígenas.

Pero el problema real con la posición de Argentina es lo que subyace a muchas de sus intervenciones, la defensa del modelo agroexportador basado en commodities ¡en una cumbre de biodiversidad!

Esta postura implica en muchos casos secundar la política obstruccionista de Brasil y priorizar la defensa de los agronegocios, por ejemplo pidiendo quitar a la agroecología y la agricultura ecológica en los nuevos textos. Así, en varias de sus intervenciones, la delegación de Argentina, aquí en Ginebra, ha solicitado la eliminación de prácticas agrícolas amigables con la biodiversidad y los ecosistemas.

Esto ya había quedado en evidencia en desde la discusión del documento “Iniciativa Internacional para la Conservación y Utilización Sostenible de la Diversidad Biológica de los Suelos y el Plan de Acción Actualizado”, el 11 de junio de 2021.

Un ejemplo puntual fue sobre otro párrafo (el 2.2) del documento mencionado, donde Argentina propuso eliminar todos los ejemplos, que justamente son los que dan claridad interpretativa de hacia dónde se requiere enfocar los esfuerzos a donde se requiere. El texto en negrillas es el que Argentina pidió se eliminara:

“Desarrollar, mejorar y aplicar periódicamente procedimientos científicos de evaluación de riesgos, según proceda, considerando exposiciones realistas sobre el terreno y efectos a más largo plazo, para medicamentos veterinarios (p. ej., antibióticos), plaguicidas y semillas recubiertas de plaguicidas, contaminantes (incluidas sustancias emergentes, como microplásticos y nuevos compuestos orgánicos), biocidas y otros contaminantes para fundamentar las decisiones de gestión de riesgos, limitar o minimizar la contaminación y promover la minimización de medicamentos veterinarios, fertilizantes y plaguicidas (p. ej., nematicidas, fungicidas, insecticidas y herbicidas) así como su aplicación basada en criterios científicos para mejorar la conservación, restauración y utilización sostenible de la diversidad biológica de los suelos, la salud y el bienestar humanos”.

Estas ediciones no son meras cuestiones semánticas: implican la construcción de un lenguaje orientado a debilitar lo que debería ser un marco para la conservación de la biodiversidad global y el resultado es un texto condicionado por los intereses del sector agroindustrial con intereses en la Argentina. Es la defensa de los commodities agropecuarios convertida en política de estado excluyente de otros temas, más allá del ámbito de discusión.

Esta postura contamina los esfuerzos globales de avanzar hacia sistemas de gobernanza basados en las responsabilidades comunes pero diferenciadas, que reconocen a la ciencia como insumo válido para orientar las decisiones en pos de frenar y revertir la pérdida de biodiversidad que enfrentamos, en el mundo y en la Argentina.

En definitiva, el problema estructural es que, a diferencia de otras delegaciones, es notoria la ausencia del Ministerio de Ambiente de Argentina: ¿Cuál es la política del Ministerio de Ambiente en torno al Marco Global para la Biodiversidad posterior al 2020? ¿Por qué no son más vocales aquí en Ginebra para garantizar que la visión de conservación de la extensa legislación ambiental Argentina sea un faro para una mayor ambición en las metas globales?

¿Por qué no está presente alguien de la Dirección de Agroecología, aquí en Ginebra o se conecta en línea, cuando se discuten los temas que le conciernen en relación con esta Convención, que es parte de la política internacional de nuestro país?

Argentina, hoy atravesada por las consecuencias del cambio climático, la desertificación y la pérdida de biodiversidad, con su futuro condicionado por el deterioro del funcionamiento de los ecosistemas y la crisis climática, debe construir y asumir una política ambiental consistente y dejar de lado la obsesión de la defensa del modelo agroexportador en cualquier ámbito, incluida en su participación no constructiva en la Convención de Diversidad Biológica.

SEGUIR LEYENDO

Guardar