La apertura del Congreso de Tucumán

El Congreso de la Nación inició sus sesiones en Tucumán el 24 de marzo de 1816. En total fueron elegidos 33 representantes de los pueblos de las entonces Provincias Unidas del Río de la Plata, a razón de uno por cada 15.000 habitantes

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De los 33 miembros de ese Congreso, había 18 abogados (el 55%), 12 sacerdotes o frailes (36%), y 3 eran militares (9%)
De los 33 miembros de ese Congreso, había 18 abogados (el 55%), 12 sacerdotes o frailes (36%), y 3 eran militares (9%)

Suele decirse que la independencia fue declarada por el Congreso de Tucumán. Sin embargo, ello no es cierto, porque no fue el Congreso de la provincia de Tucumán el que realizó tal epopeya, sino el Congreso de la Nación que, el 24 de marzo de 1816, inició sus sesiones en Tucumán.

En el mes de abril del año 1815 se había disuelto la entonces conocida Asamblea del Año XIII, que funcionaba como una suerte de Poder Legislativo, que acompañaba al entonces Poder Ejecutivo encarnado en la figura del Director Supremo, motivo por el cual se tornaba necesario formar un nuevo Congreso.

Teniendo en cuenta que en ese momento existía una seria disputa entre las autoridades centrales y el interior, el Gobierno nacional decidió que ese Congreso se constituyera en Tucumán, provincia que, por su ubicación geográfica, ofrecía la ventaja de estar lejos de las fronteras y, por lo tanto, a resguardo de los ataques de los realistas. Así fue entonces que el llamado Congreso de Tucumán, que no era otra cosa que el Congreso de la Nación instalado en Tucumán, comenzó a recibir a sus integrantes, iniciando sus sesiones, tal como señalé, hace doscientos seis años.

En total fueron elegidos 33 representantes de los pueblos de las entonces Provincias Unidas del Río de la Plata, a razón de uno por cada 15.000 habitantes. Fue así que llegaron siete por Buenos Aires, cuatro por Córdoba, tres por Salta, tres por Charcas (hoy Bolivia), dos por Catamarca, dos por Santiago del Estero, dos por Tucumán, dos por San Juan, dos por Mendoza, dos por Chichas (hoy Bolivia), uno por Jujuy, uno por La Rioja, uno por Mizque (hoy Bolivia), y uno por San Luis. La entonces Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe no enviaron sus representantes porque estaban en guerra con el Gobierno Nacional.

De los 33 miembros de ese Congreso, había 18 abogados (el 55%), 12 sacerdotes o frailes (36%), y 3 eran militares (9%). Si a veces no sabemos el porqué de los nombres de muchas calles, pues conociendo los apellidos de muchos integrantes de este histórico Congreso, tal vez podamos descubrirlo.

Es cierto que la creación del Congreso era necesaria para reconstituir al órgano legislativo que había desaparecido con la disolución de la Asamblea del Año XIII, pero la realidad era que, en ese momento, se lo creó con un objetivo claro y concreto: declarar formalmente la independencia. En el contexto de las circunstancias políticas imperantes, ello implicaba un serio riesgo, incluso de vida para los congresistas que ejecutaran semejante decisión. Es por ello que podría calificarse a la declaración de la independencia de nuestro país como un verdadero acto de valentía.

En efecto, en 1816 la novel Argentina no pasaba un buen momento. Por un lado, el rey Fernando VII había recuperado el trono de España y se disponía a sofocar la rebeldía de los insurrectos en sus dominios de América. Para ello había enviado una expedición de 30.000 hombres encabezada por Pablo Morillo, quien por entonces derrotaba a los insurgentes en Venezuela y Ecuador, y dejaba las manos libres a los realistas de Perú para aplastar cualquier movimiento rebelde en ese territorio y en los de los actuales Bolivia, Chile y Argentina. En ese contexto San Martín organizaba, contra reloj, al Ejército de los Andes, para intentar revertir esta realidad y contrarrestar el avance español.

Por eso resultaba indispensable dar un impulso a la desvinculación con España y permitirle a San Martín que inicie su campaña como jefe de un país independiente, y no como un insurgente rebelde que pretendía apropiarse de lo que no le correspondía. Fue por eso que el Libertador presionaba tanto a los congresistas reunidos en Tucumán para que declararan la independencia.

En ese marco una de las primeras medidas del histórico Congreso fue designar a Juan Martín de Pueyrredón como nuevo director supremo. Además se decidió que la presidencia del Congreso fuera mensualmente rotativa entre sus miembros, y su primer presidente fue el diputado Pedro Medrano, a quien lo tocó presidirlo entre su inauguración y durante todo el mes de abril de 1816. En el mes de mayo la presidencia del Congreso la ejerció Pedro Ignacio Castro Barros, en junio Teodoro Sánchez de Bustamante, y en julio, mes en el que se declaró la independencia, le tocó el honor de presidir al honorable Congreso, a Francisco Narciso Laprida.

En estos días, en el que debemos tomar conciencia de lo ocurrido el 24 de marzo de 1976, para que no vuelva a sucedernos, también es importante recordar este relevante y positivo histórico hecho ocurrido en 1816, que desembocó nada menos que en nuestra independencia.

Después de declarada, el Congreso Nacional en Tucumán continuó sus sesiones en dicha provincia, hasta que en el mes de febrero de 1817 se trasladó a la ciudad de Buenos Aires para continuar allí sus tareas como órgano legislativo del director supremo.

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