Dentro del segmento de las “startups”, Argentina es un país muy bien posicionado a nivel global. Son variados los emprendimientos que tímidamente comenzaron en pequeñas habitaciones para luego convertirse —muchos de ellos— en empresas unicornios.
En nuestro país, ya podemos presumir de contar con un universo integrado por 11 unicornios (seis de ellos alcanzaron esta categoría sólo en 2021); ubicándonos en la región tan solo por detrás de Brasil, que cuenta con 22 empresas de estas dimensiones. Al mismo tiempo podemos preciarnos de tener al menos seis “startups” en camino a alcanzar dicha valorización.
Las empresas que ya son “unicornios” en Argentina, tienen nombre y apellido y son ampliamente reconocidas: Mercado Libre, Despegar, Globant, OLX, Autho, Ualá, Tiendanube, Aleph, Vercel, Mural y Bitfarms. Cada una en su rubro y a su debido tiempo, se convirtieron en grandes referentes de emprendimientos en todo el mundo.
Gracias a estos logros, y frente a una realidad económica que nos preocupa y ocupa a diario, podemos observar que apuntalar el desarrollo de nuevos y variados emprendedores sería una inmejorable salida para que la Argentina incremente su desarrollo productivo. Se sabe que emprender no es fácil. Nunca lo ha sido. Una idea de negocio no siempre es suficiente para concretarlo. Pero por suerte, son muchos los actores dispuestos a alivianar el camino de cientos de personas intrépidas dispersas a lo largo y ancho de todo el país.
Estamos hablando de las incubadoras de empresas o viveros empresariales, a los que podríamos definir como organizaciones o programas que tienen como fin brindarle apoyo y soporte a los nuevos negocios –siempre con el afán de que se desarrollen, se fortalezcan y puedan crecer exponencialmente- mientras se encuentren en su etapa temprana. Una de las ventajas más valiosas que tienen las incubadoras es que crean una experiencia de aprendizaje compartida y apoyan el modelo de colaboración entre varios equipos de trabajo para potenciar, de esta manera, el éxito de un proyecto.
Debemos destacar que no somos improvisados en la materia. Ya hice referencia en otras oportunidades a varias experiencias exitosas que se desarrollaron en nuestro país. Uno de los ejemplos fue la instalación de la incubadora Fray Luis Beltrán en el partido de General San Martín, provincia de Buenos Aires hace más de treinta años. Esta labor se replicó luego en toda la provincia de Buenos Aires a través del programa provincial de incubadoras de base productivas en colaboración con los municipios bonaerenses; y para las de base tecnológica con el apoyo de universidades.
Antes de avanzar, sería bueno tener en cuenta que -según Global Entrepreneurship Monitor (GEM)- aproximadamente un 80% de los emprendimientos a nivel mundial no supera sus dos primeros años de vida. El número se repite en Argentina.
Es por esto último que son tan importantes las incubadoras, ya que fomentan a las nuevas empresas ayudándoles a sobrevivir y crecer durante su periodo de nacimiento, que es cuando están más vulnerables, brindándoles asesoramiento gerencial, acceso al financiamiento y alcance a los servicios comerciales o técnicos considerados críticos.
Existen diferentes tipos de incubadoras de empresas. Entre otras, están las Privadas, las Universitarias, las Gubernamentales, pero también las podemos subdividir según el giro que le queramos dar. Estamos hablando de la Tradicional: dirigida a los negocios que piensan otorgar un servicio u orientarse al comercio. Su proceso de incubación puede durar entre 4 y 8 meses. La Tecnología Intermedia: orientada a las empresas que utilizan tecnología de manera diaria, en este caso el tiempo de incubación dura de 12 a 24 meses. Le sigue la Alta tecnología: dispuestas a desarrollar tecnologías de Información, el proceso de incubación es de 24 meses mínimo. Y también, las de Agronegocios y Ecoturismo: vinculadas a los proyectos que desean contribuir con el desarrollo de sus comunidades. Su incubación dura de 4 a 8 meses.
Sólo a modo de ejemplo, en la provincia de Mendoza ya son 135 las empresas que nacieron gracias a la acción y trabajo de la Universidad Nacional de Cuyo que fue creada hace 16 años y demuestra que la Universidad no sólo tiene un rol clave importante en la formación de profesionales, sino también en incentivarlos a transformar ese capital intelectual que poseen en verdaderas oportunidades de crecimiento.
Según datos de la página oficial, desde 2005, han realizado 16 convocatorias de ideas proyectos con la participación de más 1.600 emprendedores, de donde surgieron 594 postulaciones y 135 proyectos incubados.
De replicarse este logro en todos y en cada uno de los centros de altos estudios con los que cuenta el país, la Argentina podría dar una vuelta de página. Pese a todos los contratiempos que venimos atravesando desde hace mucho tiempo, existe en nosotros un gen emprendedor que nos ha posicionado en un terreno global. No desperdiciemos esta enorme oportunidad.
Pensemos tan solo por un segundo. Con las condiciones actuales que vive el país y gracias al afán emprendedor ya estamos muy cerca de alcanzar los 17 unicornios. Imaginemos lo que podríamos lograr con una red nacional de incubadoras de empresas, que den aliento y soporte a los emprendimientos productivos, para que se transformen en empresas creadoras de empleos de calidad y productoras de bienes y servicios de gran valor agregado.
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