El Frente de Izquierda de los Trabajadores (FIT) obtuvo una importante victoria ideológica con las desavenencias del Frente de Todos reflejadas en un primer documento donde se enfatiza la moderación y un segundo donde se propone la radicalización de las políticas públicas. El FIT mantuvo en estos dos últimos años una línea coherente de críticas a las políticas del Presidente Fernández que quedó plasmada en su permanente cuestionamiento a cualquier tipo de acuerdo con el FMI. También encabezó las movilizaciones por un aumento de los recursos para los planes sociales y contra cualquier medida de ajuste presupuestario.
El primer documento dialoga sobre la necesidad de construir una unidad lo más amplia posible contraponiendo la desmovilización popular en la región con el triunfo de Gabriel Boric donde se requirió del apoyo de una amplísima coalición. En una alegoría que pareciera retrotraer la discusión a épocas pasadas rechaza “plantar banderas con la voluntad” porque eso derivaría en enormes derrotas y la reduce al “optimismo de la voluntad” para articular la construcción de mayorías. La frase “la moderación puede ser transformadora y la radicalización impotente” condensa la intención de los firmantes.
El segundo documento pareciera haber contado con la colaboración de Myriam Bregman y Nicolás del Caño aunque sus nombres no aparecen entre los firmantes. La unidad requeriría de un programa “para construir la transformación material progresiva” de lo contrario sería una unidad por arriba pudiendo “continuar desorganizando la unidad por abajo”. No existen medias tintas cuando reconoce que la unidad se rompió en noviembre de 2021, cuando cuatro millones de electores, decepcionados con la situación económica, dejaron de apoyar al Frente de Todos.
El documento señala la pérdida del 8% del salario real de los trabajadores en el bienio 2020/2021, que habría permitido que los empresarios captaran más de 3 puntos del PBI adicionales respecto del gobierno de Mauricio Macri como el principal ejemplo del fracaso de las políticas del Presidente Alberto Fernández. Esta argumentación coincide con las opiniones de Myriam Bregman que suele resaltar en su paso por los sets de televisión la transferencia de ingresos como una prueba de las políticas de ajuste que viene aplicando el Gobierno Nacional, corregida recién después de las elecciones de 2021 por presión de alguna misiva.
La última parte plantea la necesidad de generar un relato llamado en esta oportunidad utopía para una patria justa, libre y soberana. Esta idea de las utopías siempre formó parte de los relatos radicalizados al tratar de generar un imaginario compatible con el paraíso del papa Bergoglio o la sociedad sin clases de Marx donde no exista la pobreza y la marginación. Las utopías siempre fueron acompañadas por los intentos de agudizar las contradicciones llamadas antagónicas y que solo se pueden resolver por la eliminación de una de las partes. Si bien no se menciona en el escrito, la descripción rememora las referencias a la lucha de clases para describir los procesos históricos. Esta forma de mirar la política no deja lugar a la “moderación” porque, como sostiene este escrito, implican el derrotismo frente a los embates de una “derecha brutal y desmedida”.
Esta disputa entre moderados y radicales se queda en los márgenes sin profundizar cuál es el problema real de la discordia. En ningún momento se describe cómo sería el acuerdo programático que queda reducido a las buenas intenciones que existieron al momento de forjarse la unidad en 2019. La única mención es la oposición al ajuste fiscal como si pudiera reducirse el manejo de la macroeconomía, la creación de empleos y la reducción de la pobreza a mayores erogaciones presupuestarias. El debate está centrado en idas y vueltas de buenas intenciones pero no contiene ninguna sugerencia sobre cómo alcanzar la utopía tan meneada como instrumento de campaña pero poco realista.
Muchos definen la política como el arte de lo posible; otros prefieren llamarla el sueño de lo imposible porque siempre es mejor la fantasía que gobernar. Mientras el primero trata de resolver los problemas, el segundo se convierte en un tren que siempre se estrella antes de llegar al andén.
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