Una vez más celebramos el Día del Niño por Nacer, pero por segundo año consecutivo lo hacemos en una Argentina con aborto legal. Antes era una fiesta que nos llenaba de orgullo y nos recordaba que en nuestro país la vida se respetaba desde la concepción hasta la muerte natural. Sin embargo hoy se transformó en un día de reflexión para manifestar el enorme daño que nos hace esta ley a nivel social, ético y económico.
Si la vida deja de ser un derecho fundamental, ¿hasta qué punto tiene sentido garantizar el acceso a la salud o a los medicamentos para personas con enfermedades terminales? Más complejo aún es pensar en los programas sociales para combatir la pobreza, ¿no sería mucho más económico eliminar a las personas que están por debajo de la línea de pobreza antes de que nazcan? Dejarían de tener sentido las políticas públicas de acompañamiento, promoción e inclusión social.
En este sentido, habilitar la eliminación de un niño en el vientre materno no es solo permitir un acto personal que afecta a una mujer en particular, sino que supone poner entre paréntesis toda la estructura de valores que sostiene a nuestra sociedad. Implica una subversión de prioridades en los derechos que, en el largo plazo, puede desencadenar en otras aberraciones. Es decir, si el derecho de la mujer a decidir abortar está por encima del derecho a la vida del niño, ¿qué impide que el día de mañana esta decisión sea sobre la vida de cualquier otra persona, más débil, impedida o discapacitada? Un claro ejemplo de esta consecuencia es la presentación del proyecto de ley que permite la eutanasia.
El aborto también debilita otro aspecto de nuestro país: el capital humano. Respecto a este punto corremos con una desventaja, porque la Argentina está poco poblada. Estamos entre los países con menos habitantes en relación a su extensión geográfica, con un promedio de 16 habitantes por kilómetro cuadrado. Y si “gobernar es poblar”, en este contexto se vuelve imprescindible promover el crecimiento demográfico.
No obstante, hace años que la Argentina registra valores negativos de nacimientos. Si miramos las cifras de la provincia de Buenos Aires, observamos que en 2011 se registraron 291.868 nacidos vivos, mientras que en 2019 este número descendió a 226.894. Excepto por un leve ascenso en 2014, el resto de los índices fueron todos en descenso. Por esta razón, resulta contradictorio y alarmante el sesgo anti natalista que se adoptó en las políticas públicas durante los últimos 20 años.
No ignoramos que el reparto de población es sumamente desparejo y que además de que hay lugares deshabitados, existen lugares con excesiva densidad de población. De todas formas, la disminución de la tasa de natalidad no resolverá este problema; la solución está en el diseño de políticas que promuevan la descentralización, impulsen el crecimiento de los pueblos del interior y desalienten la emigración hacia las grandes ciudades.
El aborto es la salida fácil y cortoplacista que demuestra el fracaso y la incapacidad (o falta de voluntad) de quienes gobiernan para sacar a nuestra querida Argentina adelante.
El autor es presidente de la Asociación Civil Concordia, médico pediatra y secretario de salud y primera infancia en la Municipalidad de San Miguel
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