Alain Delon quiere morir

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Alain Delon, el hombre que ha expresado que quiere morir. (Foto Kurt Krieger/Corbis via Getty Images)
Alain Delon, el hombre que ha expresado que quiere morir. (Foto Kurt Krieger/Corbis via Getty Images)

Lo deseó y lo ha pedido. “Envejecer apesta. No podés hacer nada al respecto. Te levantás y duele todo. Bastón, inyecciones, hospitales”. Alain Fabien Maurice Marcel Delon -Alain Delon- la gran figura y el rostro de belleza masculina por excelencia, no quiere vivir más allá de los 86 años que tiene.

Días atrás, su hijo Anthony aceptó que lo ha ordenado durante la presentación de un libro autobiográfico: “Sí, me lo ha pedido y no por primera vez”. Hijo de Nathalie Delon –quien decidió a su vez lo mismo en su momento- y se verá entonces de qué modo. En larga y confesional entrevista a Paris-Match -y fueran muchas con su la portada como flechazo de ventas y seducción- reiteró que es partidario de la eutanasia.

Alain Delon y su hijo Anthony Delon. (Foto Reuters)
Alain Delon y su hijo Anthony Delon. (Foto Reuters)

Inició su carrera en 1957. Alrededor de 150 millones fueron atraídos y aprobados por él. Compartió cartel con Jean Paul Belmondo -una rivalidad y una amistad- Jean Gabin, Simone Signoret, Lino Ventura, Romy Schneider, Burt Lancaster, Claudia Cardinale. Sus papeles, casi innumerables, una súper nova en la Vía Láctea. La palabra leyenda le queda corta desde hace más de medio siglo.

Los ojos grises en un gran primer plano revelan sin decir nada y con una copa de vino bebido poco a poco en “A pleno sol”, un pensamiento perturbador y temible. Es que nadie encarnó a Tom Ripley como Alain Delon, la creación de Patricia Highsmith, y su -no hay muchas maneras de llamarlo- antihéroe vacío y cruel, psicópata que fascina y asusta de la gran escritora. Tom llega a Venecia con el plan de matar al mundano y rico (Maurice Ronet), sustituir su identidad y quedarse con su mujer, aquella muchacha de los ojos de oro en la efervescencia de la Nouvelle Vague. Ripley fue llamado al cine con actores del tamaño de John Malkovich o Denis Hopper, pero no: el Tom Ripley del cine siempre será Alain Delon. No faltarán ideas en torno a que era el papel cortado a mano, que personaje y actor tuvieron una afinidad subterránea. Como quiera que sea, fue una de las montañas de fama y taquilla del actor y mito que no quiere vivir más.

Puente sobre aguas turbulentas

Los padres se separaron –él tenía un pequeño teatro de barrio- a los cuatro años. Alain quedó a cargo de su madre, quien se unió a un carnicero de maneras brutales. Ya adolescente aprendió el oficio durante unos meses, lo dejó y empezó un crecimiento meandroso y vagabundo. El endurecimiento de los padres partidos, la rabia. Las aguas turbulentas.

Este semidiós de la imagen, el hombre elegido por Francia en el conocimiento de que siempre osciló entre la claridad y la oscuridad, rodó por oficios de subsistencia, desde vendedor en un puesto de verduras con algunos empleos mínimos de todo tipo. La vereda de la sombra.

La idea de ser actor estaba lejos de su destino cuando se alistó como paracaidista en la Marina rumbo a la guerra de Indochina, donde su país se vería humillado y forzado a contemplar el sable roto del prestigioso y aristocrático general De Castries luego de la batalla de Dien Bien Phu. Andando la historia el país iba a recobrarlo y llamarse Vietnam.

Licenciado, regresó y cruzó la línea del hampa bajo la tutela de un proxeneta violento y homosexual, Carlo, que lo amparó y lo puso a cubierto al regreso. La delgada frontera estaba de aquel lado en ese momento cuando Yves Allégret, productor y director lo detectó y cantó primero. No solo por la apostura del actor que nunca se preparó para serlo sino también por el gran talento que asomó de inmediato. Con Jaques Deray en la dirección se hizo La Piscina, un drama de gran tensión y erotismo con éxito formidable y el encuentro entre Romy Schneider y Delon, una unión de cinco años que el mundo adoró y soñó pero con un final y una carta: “Me iré con Nathalie. Te dejo tu libertad y mi corazón. Alain”. Ella de veinte, él de veintitrés. Una ruptura unilateral que perfilaba una forma de andar por este mundo. El amante duro y el macho invencible que, contó, “he dado algunas bofetadas, pero me pegaron también”. Hay, y no es generalización ni esquema, algo que en Francia como forma de ser no es rechazado sin más.

Un poco de todo.

Con fama global, rehusó Hollywood y eligió bien en el trabajo. La rara poesía del género negro de Jean-Pierre Melville, con Samurai y más, Antonioni, y sobre todo Luchino Visconti con Rocco y sus hermanos y El Gatopardo. Sensible a la atracción masculina, fue un protegé decisivo y cultísimo, muy rico, nacido príncipe y miembro del Partido Comunista. La cruza nunca fue asombrosa para Italia, donde cualquiera podía ser comunista y ser también un poquito católico.

Al pasar el puente sobre aguas turbulentas sorteó con silencios y tiempo el escándalo que significó haber participado de orgías con la participación del presidente Pompidou y su mujer Claude allá por el Mayo Francés, cuando De Gaulle dejó todo y se marchó: “Yo soy viejo. Usted es joven”, le dijo a Pompidou.

Produjo conmoción entonces cuando se encontró en un tacho de basura el cadáver de Stefan Markovic ,guardaespaldas del actor, con rumores espesos acerca de él y del matón François Marcantoni que se conocían entre sí. Todo pasa y todo queda. Amigo de la familia Le Pen, a veces misógino, en ocasiones racista, Alain Delon pasó varias veces por la Argentina donde se formó un culto, miró con mayor atención a sus hijos – con excepción del no reconocido con la cantante Nico de The Velvet Underground- ya no sostiene la decrepitud y marchitarse penosamente.

Dijo cierto día: “He vivido solo para ser Alain Delon. Lo demás me importa un bledo”. Ahora ha resuelto poner punto final.

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