Un “Príncipe” en Malvinas

La historia de un Veterano de Guerra puntano que 28 años después se reunió con la niña que le envió una carta cuando estaba en pleno combate

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Los restos de la guerra en las Islas Malvinas (Foto: Guillermo Luder)
Los restos de la guerra en las Islas Malvinas (Foto: Guillermo Luder)

El 9 de noviembre de 2014, con 53 años, tuve la oportunidad de unir a nado las dos Islas Malvinas por el estrecho de San Carlos en poco más de dos horas y con el agua a dos grados de temperatura.

Al lugar elegido para mi travesía se lo conoce como “el corredor de las bombas”. Allí desembarcaron las tropas británicas en 1982, en medio de un escenario de sangre y fuego.

Las impresiones de esta aventura fueron relatadas en el libro “Malvinas, entre brazadas y memorias”, una obra que pretende ofrecer una mirada distinta del conflicto bélico que nos marcó para siempre. Esto es así porque la experiencia me demostró que la natación fue sólo un vehículo que posibilitó conocer de cerca y amar aún más la gesta de Malvinas y a cada uno de los héroes que entregaron sus vidas a la patria.

En el vuelo de Río Gallegos a Puerto Argentino, mi vecino de asiento iba vestido con ropa de combate. Alejandro Príncipe, nacido y criado en la provincia de San Luis, enunció sin tapujos sus miedos e inquietudes mientras miraba encantado aquel pase de abordaje que marcaba Malvinas como destino final.

En octubre de 2013, durante una cena en su honor en Villa Mercedes, San Luis, los ex combatientes le expresaron al por entonces gobernador puntano, Claudio Poggi, el deseo de regresar a Malvinas para cerrar de alguna forma esa etapa que los tuvo como protagonistas.

El primer mandatario provincial recogió el guante, asumió el desafío, organizó y financió el envío de cuatro grupos de 20 Veteranos de Guerra a las Islas. Y Príncipe viajaba en ese primer contingente conformado por 10 integrantes del Centro de Ex Combatientes 2 de abril, de la ciudad de San Luis; ocho de la Asociación Civil Veteranos de Guerra de Malvinas Argentinas, de Villa Mercedes; y dos del Centro de Ex Combatientes del Valle del Conlara.

La noble iniciativa, que debería ser imitada por las demás provincias, no concluía en el viaje. A su regreso, los muchachos eran recibidos como héroes, como una forma de limpiar aquella mancha de 1982, cuando volvieron de noche y escondidos.

La valentía de los hombres de San Luis cada vez que fue necesario defender a la Patria no es nueva. Entre 1814 y 1819 fueron cerca de 5.000 los puntanos que combatieron en las distintas batallas junto al General San Martín. En todas las campañas duplicaban en número a las demás regiones del país, al punto que la provincia fue diezmada de hombres. El país entero tiene una deuda que viene de la historia con estos corajudos soldados.

Una vez en las Islas, visitaríamos junto a Alejandro las posiciones de combate, invitación que retribuimos con una cena a bordo del “Mago del Sur”, el velero que nos alojaba y que hizo de soporte logístico en el cruce a nado. Esa noche comprendí que su verdadero drama no era haber estado en la guerra. Para Príncipe, el golpe más duro fue la indiferencia y el menosprecio que sufrió al regresar.

- Antes de la guerra era titular del equipo de vóley de mi ciudad y al regresar no me dejaron seguir porque varios de mis compañeros dijeron que no querían jugar con un perdedor-, confesó, aún con cierto rubor.

Alejandro Príncipe fue partícipe de lo que para mí fue una de las historias más conmovedoras de la guerra. Era abril de 1982 cuando una pequeña niña llamada Anna Ingala estiró una hoja en blanco en su pupitre de escuela y comenzó a escribir una carta. No sabía el nombre del destinatario, sólo que le llegaría a uno de los tantos soldaditos que estaba defendiendo la Patria en Malvinas. Poco tiempo después sus dedos tiernos y temblorosos por la emoción abrían un sobre que venía de las Islas. Un soldado llamado Príncipe le relataba lo que estaba viviendo en las islas y, sobre todo, el frío intenso que lo invadía. La carta fue contestada de inmediato por Anna, pero esta vez dirigida a su soldadito Príncipe, aunque pocos días antes de la culminación de la guerra le fue devuelta al remitente.

Los años pasaron y Anna creció, pero siempre le quedó grabado en la memoria aquel hecho y el nombre de Príncipe, que repiqueteaba entre sus sienes. En 1991, mientras viajaba hacia su trabajo en colectivo, un sentimiento irrefrenable la obligó a descender frente al cenotafio que recuerda a los caídos en Malvinas en las barrancas de Retiro. Con el corazón que le explotaba recorrió uno a uno y de punta a punta los nombres grabados en la piedra, ¡y Príncipe no figuraba! Sus lágrimas emocionadas bañaban el recuerdo de aquel soldado al que nunca había conocido, y que ahora sabía con vida. Los años siguieron pasando y sus búsquedas no daban resultado en ninguno de los archivos a los que tuvo acceso, como el de la Comisión Nacional de Ex Combatientes, hasta que la tecnología hizo el milagro. Los primeros pasos fueron en falso. Los buscadores de Internet la llevaban a los príncipes Andrés y Guillermo, representantes de la casa real británica, que habían participado del conflicto. Sin embargo, en octubre de 2010 Anna se propuso buscarlo a través de la red social Facebook, un espacio cibernético que lo tiene a Príncipe como asiduo participante. “Soy Alejandro Príncipe y estuve en Malvinas. Si estás segura de que soy yo, por favor contactate conmigo. Para mí es muy importante”. Con esta frase, el soldadito volvía a contestarle a aquella niña de escuela, 28 años después.

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