A nivel mundial se están sucediendo una serie de fenómenos que afectan el mercado laboral y desestabilizan preconceptos que se mantenían fuertemente arraigados al imaginario empresarial y social. Una ola de renuncias masivas e iniciativas divergentes manifiestan un quiebre y demanda de nuevos paradigmas luego del COVID-19.
A mediados del 2021, se detectó en Estados Unidos un incipiente movimiento que implicó el abandono masivo de los puestos de trabajo, hoy se lo conoce como Gran Renuncia. Esta acción es uno de los tantos síntomas que expresa el agotamiento del actual modelo laboral, producto de una matriz que se origina en la era Industrial y que va camino a la extinción.
El aislamiento y la creatividad aplicada a resolver los problemas coyunturales que dejó la pandemia dieron origen a un nuevo tipo de pensamiento e independencia. Así como las familias se replantearon la necesidad de buscar espacios más verdes y ambientes más amplios, la fuerza de trabajo también entró en crisis. Las demandas ya no se asociaban a las aspiraciones económicas, sino más bien a aquellas vinculadas al desarrollo de la vida personal y familiar. Aquellos empresarios que visualizaron esta necesidad, supieron reconvertir sus métodos de producción canalizando el proceso como una oportunidad, multiplicando la satisfacción y el clima laboral, motivando un desempeño altamente productivo y con altos porcentajes de fidelización por parte de los empleados, quienes valoran y reconocen el interés de sus empleadores por su desempeño.
Luego de varias experiencias piloto, empresas de todo el mundo han modificado las jornadas laborales, ya sea en cantidad de horas o de días, el objetivo es el mismo: una mejor calidad de vida y más tiempo de ocio disponible. Incluso, más allá de la creatividad empresarial, las legislaciones de los distintos países acompañan el proceso con proyectos que potencian este imaginario. Recientemente Bélgica anunció la reducción de la semana laboral a 4 días, una propuesta que tiene a Islandia como pionera con excelentes resultados, incrementos en la rentabilidad y la productividad.
En Argentina, el Poder Ejecutivo desarrolla estrategias para alcanzar una mejor productividad y potenciar la economía, ante la necesidad de dar respuesta a una dotación de mano de obra que busca ingresar al mercado laboral.
El Proyecto Eureka va en esta dirección: impulsa la satisfacción de esta necesidad por parte de los trabajadores, mejora los números de las empresas y habilita el surgimiento de nuevos proyectos ligados al emprendedurismo y la formación de nuevos puestos de trabajo. Una estrategia en la que todos ganan. En este sentido, propone extender la tradicional jornada en una más amplia que permita generar más cantidad de días, semanas y hasta meses libres para los empleados. Sin dudas, no se trata de una solución universal, sino más bien es la punta de un icerberg que impulsa un cambio en la mentalidad y la productividad. Las modalidades surgidas en la Era Industrial han quedado caducas y obsoletas, nuevos esquemas productivos se abren camino al interior de la Era Digital.
Nos encontramos en un proceso de cambio mundial, que estimula el surgimiento de métodos alternativos a los que conocidos y la Gran Renuncia da cuenta de este agotamiento. Se trata de un camino que todos los sectores involucrados quieren transitar, pero aún no se han dado los primeros pasos, al menos no en nuestro país.
La reforma de la jornada laboral es una posibilidad que puede dar respuesta y recursos al mercado laboral en su conjunto, pero requiere de la estimulación por parte del Estado a través de reglamentaciones que motiven tanto a empresarios como a trabajadores y sindicatos, y la participación del empresariado y de los gremios que aporten recursos y adaptabilidad según las cualidades de cada matriz productiva. El horizonte aún es lejano, pero es un camino que tarde o temprano nuestro país deberá transitar. O quedará rezagado.
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