¿Qué tiene que ver el acuerdo con el FMI con el servicio que brinda el tapir contra el cambio climático? Una posible repuesta surge de la relación entre las finanzas sostenibles y la dispersión de semillas que realizan los tapires en ciertas áreas degradadas. Veamos.
Promover las finanzas sostenibles
Recientemente fue promulgada la ley 27.668 que aprobó las operaciones de crédito público contenidas en el Programa de Facilidades Extendidas a celebrarse entre el Poder Ejecutivo y el FMI. La flamante norma dispuso el apoyo presupuestario, pero no tuvo incidencia alguna en el memorando de políticas económicas y financieras, como originariamente proponía el proyecto enviado por el presidente.
Sin embargo, cabe rescatar solamente una cuestión de ese memorando que es la potencial política ejecutiva para afianzar la preparación y abordar los retos del cambio climático, y para promover las finanzas sostenibles.
El hecho de fomentar las finanzas sostenibles expandiendo, por caso, el financiamiento con una mirada ambiental es solamente el paso inicial o una simple declaración de interés
En un contexto en el cual América del Sur, según el último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), es categorizada como una de las zonas más vulnerables a los efectos del cambio climático, resulta auspicioso que los gobiernos promuevan las finanzas sostenibles, que son el resultado de introducir a cualquier decisión financiera los criterios ambientales, sociales y de gobernanza.
Pero el hecho de fomentar las finanzas sostenibles expandiendo, por caso, el financiamiento con una mirada ambiental es solamente el paso inicial o una simple declaración de interés. Para que existan resultados eficaces y eficientes es necesaria la responsable predisposición de cada hacedor de política para concretar efectivamente acciones tendientes a mitigar las causas y consecuencias de la crisis climática. Caso contrario, es probable que las asignaciones presupuestarias sean destinadas a otros rubros o disminuyan progresivamente (ej. ley de bosques nativos) o, en última instancia, que los incentivos climáticos queden postergados.
Los jardineros de la selva
El tapir es el mayor mamífero herbívoro de Sudamérica, puede pesar hasta 300 kilogramos y cuenta con la capacidad de recorrer grandes distancias, llegando a desplazarse, en sólo un día, por un radio de hasta 20 kilómetros.
Estos factores —tamaño y distancia— contribuyen al servicio esencial que ofrece al ambiente: regenerar extensas superficies mediante la dispersión de semillas, que con el tiempo se convierten en árboles los cuales respaldan funciones críticas del ecosistema, como el mantenimiento de las reservas de carbono. De esta manera, gracias a la dispersión de las semillas, que eventualmente se transforman en grandes árboles, los frugívoros contribuyen indirectamente a mantener los sumideros de carbono del planeta.
Dos son los ejemplos que ilustran este extraordinario proceso.
Una investigación realizada en los bosques amazónicos de Brasil ha demostrado que los tapires de tierras bajas facilitan la dispersión de semillas especialmente en áreas degradadas por incendios, fragmentación o eventos climáticos extremos. Los registros sugieren, para los investigadores, que los tapires usaron los bosques quemados con el doble de frecuencia que los bosques de dosel cerrado no perturbados.
Sospechan que esta preferencia por los bosques degradados está relacionada con el hecho de que las áreas abiertas son más cálidas, permiten una mayor penetración de la luz y tienden a tener una mayor proporción de plantas apetecibles desde las primeras etapas de rebrote.
Al dispersar semillas a través de grandes extensiones de bosques alterados, y con gran frecuencia, los tapires favorecen de manera efectiva a la regeneración vegetal
Por lo tanto, al dispersar semillas a través de grandes extensiones de bosques alterados, y con gran frecuencia, los tapires favorecen de manera efectiva a la regeneración vegetal. Además, la dispersión contribuye a la subsistencia de reservas de carbono por cuanto las semillas se convierten eventualmente en grandes árboles, esto es, en depósitos que capturan el dióxido de carbono presente en la atmósfera.
El segundo proceso sucede en África central con los elefantes de bosque. Distinguidos biólogos documentaron que los elefantes atraviesan la selva en busca de alimento y ralean los árboles jóvenes que compiten por espacio, agua y luz: pisan algunos y consumen otros. De este modo, “los árboles que quedan en pie tienen una enorme ventaja sobre los demás. Gracias al raleo que hacen los elefantes, tienen acceso a más agua y luz, lo que significa que crecen más que el resto de los árboles de la selva. Por donde pasan los elefantes, dejan árboles más grandes y altos”, señalan.
La consecuencia, como en el caso del tapir, es maravillosa: “Estos árboles, que los biólogos denominan de sucesión tardía, almacenan más carbono que los árboles que habrían crecido y predominado en el dosel forestal sin los elefantes. Así, inclinando el equilibrio biológico a favor de un tipo de árbol, los elefantes aumentan el nivel de carbono almacenado en la selva”.
El alivio de deuda podría determinarse en función del servicio ecosistémico que brinda el tapir en la restauración de la selva y en la consecuente creación de reservas de carbono para el planeta
En resumen, los tapires y elefantes son verdaderos jardineros de la selva que luchan contra el cambio climático, ya que con sus respectivos servicios ayudan a restaurar y conservar la vegetación y, por ese motivo, cooperan también con el aumento de la tasa de captura de carbono.
Deuda externa pública y cambio climático
Un buen ejemplo para demostrar la relación entre la deuda externa pública y el cambio climático es el canje de deuda por materia ambiental, que consiste típicamente en un acuerdo para reducir la carga de deuda de un país soberano a cambio de que éste asuma algún compromiso relacionado con el ambiente.
En nuestro caso, el alivio de deuda podría determinarse en función del servicio ecosistémico que brinda el tapir en la restauración de la selva y en la consecuente creación de reservas de carbono para el planeta. De esa forma, el ahorro podría utilizarse para financiar, en moneda local, la conservación de los tapires que se encuentran en estado vulnerable de extinción. Por supuesto, la inversión nacional debe ser compatible con la variable inflacionaria.
Así las cosas, la articulación evidencia, cuando menos, dos cuestiones. Primero, que valorar los bienes y servicios ecosistémicos, como el que desempeña el tapir, permite promover las finanzas sostenibles, generándose incluso un círculo virtuoso entre deuda externa y cambio climático. Segundo, que sin una eficaz y eficiente capacidad de gestión, de suyo estructural, las metas y compromisos quedan en la nada.
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