Cumbre del C40: emergencia climática y un reconocimiento para la Ciudad

La capital argentina fue reconocida en 2015 como “una de las diez ciudades del mundo que más ha trabajado para contrarrestar los efectos del cambio climático”. A esa distinción se suma la mencionada localía de la cumbre este año

El mundo produce 300 millones de toneladas de residuos plásticos por año (EPA/GIAN EHRENZELLER)

El medio ambiente fue reciente protagonista de varias noticias de alto impacto, muchas de ellas nada alentadoras, como la lapidaria conclusión de las Naciones Unidas de que “los líderes mundiales han fracasado en su batalla contra el cambio climático” o la difusión del abrumador dato de que el mundo produce 300 millones de toneladas de residuos plásticos por año y que se recicla menos del 15% de los mismos. Sin embargo, así y todo, queda algún lugar para el optimismo en esta materia a partir de la adopción de iniciativas transformadoras como la prohibición para hipermercados, supermercados y autoservicios de alimentos y bebidas de entregar bolsas plásticas livianas no biodegradables en sus líneas de caja, un paso de avanzada del que la Ciudad de Buenos Aires acaba de celebrar su quinto aniversario.

Medidas como esta –de vanguardia a nivel global- y otras similares adoptadas en los últimos años, fueron destacadas cuando el Jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, dio su discurso de apertura de las sesiones ordinarias de la Legislatura porteña y puso de relieve el rol de liderazgo de la capital argentina en materia de acción climática, aprovechando la ocasión para mencionar la elección de CABA como sede de la próxima cumbre de Alcaldes de las ciudades que integran la organización C40, constituida con el propósito de aunar esfuerzos que ayuden a luchar contra el calentamiento global y el cambio climático.

Esta red mundial de grandes ciudades, también referida como Grupo de Liderazgo del Clima, impone estándares elevados para la adhesión de modo de garantizar que se incluyan únicamente aquellas que cumplen con los criterios que las hacen líderes en la materia, como por ejemplo haber adoptado un plan de acción climática inclusivo y resiliente, alineado con la meta de limitar el aumento de la temperatura media global a 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales establecida en el Acuerdo de París para frenar los efectos devastadores de este fenómeno que tiene en vilo al planeta.

La Ciudad de Buenos Aires fue reconocida en 2015 por el C40 como “una de las diez ciudades del mundo que más ha trabajado para contrarrestar los efectos del cambio climático”. A esa distinción se suma la mencionada localía de la cumbre este año, que según se informó, tendrá su cita los días 20 y 21 de octubre, reuniendo aquí a más de 30 alcaldes de ciudades como Londres, París, Los Ángeles, Madrid, Berlín, Roma y Bogotá, oportunidad en la que se trabajará en establecer las prioridades de la agenda pospandemia, además de la promoción del acceso a financiamiento para implementar proyectos urbanos que contribuyan con la lucha contra el cambio climático.

Es que la cuestión ambiental hace tiempo dejó de ser un tema accesorio para ganar un protagonismo urgente en la agenda internacional. El cierre de la 5ª sesión de la Asamblea de la ONU para el Medio Ambiente (UNEP 5), realizada entre el 28 de febrero y el 2 de marzo de este año en Nairobi, Kenia, se enfocó en torno a un problema que se suele minimizar, el de los residuos plásticos, tanto por la apabullante cantidad que mundo genera como la escasa proporción de éstos que se recicla. Como conclusión, los países participantes (Argentina entre ellos) acordaron la creación del primer tratado internacional contra la contaminación por plásticos, jurídicamente vinculante para los Estados firmantes.

Para comprender la problemática, tengamos presente que el llamado plástico de “un solo uso” tiene una vida útil de menos de 20 minutos (las estimaciones varían según la fuente) pero tarda cientos de años en descomponerse. Además, las bolsas plásticas, que increíblemente continúan arrojándose en las costas, llegan a las aguas, asfixiando o produciendo la obstrucción del tracto digestivo de peces de todo tamaño.

En este contexto, los pasos dados por la Ciudad de Buenos Aires cobran mayor dimensión. La prohibición mencionada al inicio de esta nota evitó que más de 500 millones de bolsas de nailon al año estuvieran en circulación, terminando –indefectiblemente- en la basura.

Asimismo, el nuevo Plan de Reciclado reafirma que CABA está a la vanguardia de las políticas ambientales, también en lo atinente a la separación de residuos. Aquellas primeras campanas verdes, dispuestas para los materiales reciclables en 2006, se multiplicaron año a año hasta llegar al ambicioso objetivo actual de que haya una a menos de 150 metros de cada vecino de la Ciudad, en el marco del programa BA RECICLA, que además continúa el trabajo coordinado con las cooperativas de recicladores urbanos.

La lista de acciones podría continuar con la entrega del “Sello Verde”, una certificación que reconoce y premia las acciones del sector privado en la adecuada gestión de sus residuos, y la referencia a una norma que engloba en sus preceptos incentivos como ese: la Ley de Economía Circular, aprobada a instancias de un proyecto del que soy coautora. Se ha hecho mucho, pero la crisis climática exige todavía muchísimo más.

La cumbre de C40 Cities seguramente será una oportunidad formidable para acrecentar los intercambios y acuerdos en pos de cuidar la “casa común”.

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