Las terribles imágenes de la guerra que nos llegan por estos días desde Ucrania, además de sensibilizarnos y movilizarnos emotivamente por el sufrimiento que atraviesan cientos de miles de personas, parecen haber vuelto a instalar en el lenguaje cotidiano algunos términos bélicos. Fue el propio Presidente quien lo dejó palmariamente en claro al anunciar una serie de medidas económicas como parte de lo que él mismo calificó como una “guerra” contra la inflación.
Las metáforas bélicas no son evidentemente una novedad en el mundo de la política. Varios términos de inocultable origen militar permean el léxico de políticos y analistas desde hace ya mucho tiempo; por ejemplo, “estrategia” (del griego strategos que significa “general”), “posicionamiento”, “ataque” y “defensa”, “fuego amigo”, “bloqueos”, “retirada”, “blancos” (targets), entre tantos otros.
Es más, quienes no comparten el “modelo adversarial” de la política, siempre más amigable con los principios y valores democráticos, abrazan una concepción de la política fuertemente imbuida de la lógica bélica. Desde quienes comparten la filosofía del pensador alemán Carl Schmitt (1888-1985) en relación con que la “esencia” de la política radica en la distinción “amigo-enemigo”, hasta el clásico axioma de Carl von Clausewitz (1781-1831) de que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, pasando en tiempos más recientes por la prolífica obra de Chantal Mouffe -compañera de vida de Ernesto Laclau- en la que exalta la faz agonal de la política.
Un combate desigual
Más allá de la oportunidad y conveniencia de recurrir a este término mientras se desarrolla en Europa central una verdadera y dramática guerra con miles de muertos, casi tres millones de refugiados, y un final impredecible con riesgo de una escalada bélica mayor, resulta evidente que la estrategia comunicacional detrás de la apelación a un lenguaje beligerante es dar cuenta que existiría una voluntad de avanzar en medidas profundas y drásticas para “atacar” frontalmente el flagelo de la inflación.
También está claro que, en términos estratégicos, se busca construir un relato que opere como una suerte de “paraguas” comunicacional y que busque generar consensos en torno a algunas de las políticas económicas que el gobierno acordó con el FMI. Para seguir con el léxico bélico, el gobierno parece haber intentado protagonizar una primera avanzada en la “batalla” comunicacional que se librará inevitablemente entre los que querrán imponer el concepto de “ajuste” y quienes buscarán inscribir la política económica del gobierno en un combate heroico contra la inflación.
Es cierto también que, en términos políticos, el gobierno necesitaba recuperar iniciativa y pasar a la ofensiva tras haber conseguido, con altos costos internos y la inestimable ayuda de la oposición, la aprobación legislativa del largamente esperado acuerdo con el FMI.
Más aún, cuando el gobierno debe encarar el programa económico acordado con el organismo de crédito internacional en momentos en que la inflación escala a niveles muy preocupantes: 4,7 % para el último mes, con un índice de 7,5% en alimentos, todo ello en un contexto económico internacional que ya comienza a experimentar las turbulencias derivadas del conflicto entre Rusia y occidente.
En este marco, los anuncios del Presidente en el mensaje grabado del viernes, sumados a los anuncios específicos que irán desarrollando los ministros, como el que ya comunicó Julián Domínguez respecto a las retenciones de harina y aceite de soja y la creación de un Fondo de Estabilización del trigo, parecen estar muy lejos de las altas expectativas generadas por el primer mandatario.
El frente interno
Por estas horas, desde el entorno presidencial entienden que el principal “enemigo” está dentro del propio Frente de Todos, donde las disputas internas alcanzaron su cénit esta semana durante la discusión del acuerdo con el FMI en el Senado de la Nación.
Si la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque oficialista en la Cámara de Diputados parecía haber escalado el conflicto siempre latente, hoy ya los dos bandos no se esfuerzan por matizar o relativizar las diferencias, y el enfrentamiento es abierto, como quedó en evidencia en la carta difundida por la senadora cristinista Anabel Fernández Sagasti, los tuits de Andrés “Cuervo” Larroque, o los dichos atribuidos a la propia Cristina Fernández durante un encuentro con organizaciones de derechos humanos en la cámara alta.
Sin señales de que este enfrentamiento vaya a moderarse, el Presidente, que ya anunció su voluntad de ir por la reelección, avanza también en una estrategia de despliegue territorial, con visitas semanales al interior y al conurbano. De esta forma, recostado sobre los gobernadores, los sindicatos y algunos intendentes del conurbano, Fernández buscará fortalecerse en la interna con La Cámpora y Cristina.
Con la convicción de que las consecuencias del acuerdo con el FMI y las turbulencias de la guerra en Europa profundizarán los cuestionamientos del kirchnerismo duro y convertirán las diferencias en una grieta insalvable, la incógnita es si el Presidente seguirá apostando al cogobierno, o si hará cambios profundos en el Gabinete, por ejemplo, quitándole a La Cámpora el manejo de áreas estratégicas como PAMI o ANSES.
Jugando con el lenguaje beligerante que introdujo la metáfora presidencial, lo cierto es que será muy difícil vencer al enemigo -la inflación- si las fuerzas propias no están disciplinadas por una estrategia compartida y consustanciadas con un mismo objetivo. Si las tropas propias responden a dos generales.
Las trincheras opositoras
Tras haber sorteado con relativo éxito el incómodo debate sobre la deuda, habiendo conseguido no sólo modificar el texto original del proyecto -que contenía en sus anexos una virulenta crítica al gobierno de Cambiemos- sino también proyectar una imagen de responsabilidad institucional al acompañar al gobierno para evitar el default, los referentes de Juntos por el Cambio buscarán ahora pasar a la ofensiva.
Aprovechando las debilidades de un oficialismo jaqueado por las diferencias y enfrentamientos internos, seguramente buscarán atacar el plan económico del gobierno y mostrarse como una alternativa para el 2023. Una razón más que dificultará el éxito de los planes beligerantes del gobierno respecto a la inflación. Sin embargo, para que esta estrategia opositora tenga impacto, Juntos por el Cambio deberá procesar y moderar las disputas entre los mariscales del espacio que tienen ambiciones presidenciales.
Así las cosas, el presidente Alberto Fernández intentará gobernar un país en crisis bajo el fuego cruzado de la oposición y el “fuego amigo” del kirchnerismo. Estará por verse si las armas con las que cuenta para enfrentar estos desafíos serán suficientes para atravesar el turbulento campo de batalla que se ha configurado.
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