El feminismo es una forma de vivir, no de sobrevivir

Mientras a muchos les dan miedo las palabras feminismo, patriarcado, aborto legal y militancia, en nuestro país hay un femicidio cada 28 horas. A esos, ¿no les aterra más la violencia de género que hay en la sociedad?

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La imagen creada por la artista Romina Lerda es hoy un símbolo de empoderamiento femenino

Fingir demencia tiene un límite y aparece cuando nos volvemos conscientes de que, en lo que va de 2022, ocurre un femicidio cada 28 horas. Sí, esta es la realidad que nos acontece. Lamentablemente, no está alcanzando ni el Estado, ni la policía, ni la educación para frenar las violaciones, las discriminaciones, los travesticidios, los abusos de poder y la monstruosa desigualdad que nos come día a día. Es por eso mismo que se inventó el feminismo, ni más ni menos que por una mera necesidad de vivir y no de sobrevivir, de ponerle fin a las muertes de mujeres cis por ser mujeres cis, de lesbianas por ser lesbianas, de gays por ser gays, de travestis por ser travestis, de personas por ser personas.

El feminismo no viene a derrocar a los varones, esto ya lo explicamos mil millones de veces. Pero aquí vamos de nuevo: el feminismo viene a derrocar a un sistema opresor y agresor para con los grupos vulnerados de la sociedad. Es llamativo cómo a algunes les sigue dando tanto miedo estas palabras; feminismo, patriarcado, aborto legal, militancia… ¿no les da más miedo el nivel inagotable que hay de machismo en las calles? O peor… ¿no les aterra el nivel de violencia de género que hay en las casas? Si no les interpela ser parte del movimiento feminista esta perfecto, bueno “perfecto”, quiero decir… al fin y al cabo cada une elige por sí misme (o al menos así debería ser). Lo que sucede es que el feminismo es mucho más que una decisión personal; el feminismo es la innegable necesidad de un colchón que nos ampare, de un caparazón que nos proteja, de una red sorora que nos contenga. Incluso, quienes dicen no necesitar todo esto, lamentable e inconscientemente también lo necesitan.

A esto es a lo que nos referimos cuando decimos que la lucha del feminismo no se trata de una guerra contra los varones (así como la del machismo sí es una guerra contra las mujeres), esa es la gran diferencia; el feminismo busca la igualdad. Pero, para llegar a entender eso con la obviedad con la que lo entendemos les feministas, hay que entender antes que el patriarcado no es un ente singular, ni abstracto; el patriarcado es un sistema que perjudica a una sociedad entera y que nos manipula con sus modus operandi. El patriarcado es mucho más que padre ausente o que un hermano que nos hizo bullying, es mucho más que un pibe que en el secundario no nos dio bola u otre que en la universidad no quiso cogernos. Es mucho más que depilarnos o no, que ser flaques o gordes. Opera en nuestros cuerpos, en nuestras casas, en las escuelas y en las calles. Ergo, nos perjudica como individuos.

Saber lo que está ocurriendo ahora y lo que ha ocurrido por años en nuestra sociedad a causa de las violencias machistas es importantísimo para que no se comparta información falsa en las redes y en los medios de comunicación, que son los primeros en generar más estigmas y tergiversaciones de las que ya existen. Para hacerla corta: las mujeres todavía no gozamos de los mismos beneficios que el hombre. Pero, por mucho que me encantaría hacer de esta gran y extensa historia, un resumen o un piloto, es imposible. Estamos hablando de años de historia y militancia. De años de profundo dolor y hondas heridas. De muchas, pero muchas frustraciones y algunas victorias. De cientos de mujeres y colectivos vulnerados a lo largo de la historia alrededor de todo el mundo.

A menudo escucho gente diciéndo cosas como: ¿por qué no habló antes? ¿recién ahora lo dice? Y creo que es que no pueden dimensionar lo que una víctima puede llegar a vivir con su abusador. La manipulación y la psicopateada puede ser tales que a veces hasta las mismas víctimas piensan que es normal, como cuando sucede con abuelos, padres, padrastros o parejas. Muchas de las mujeres que murieron y mueren a diario fueron asesinadas por sus parejas o exparejas y, lo que es peor, una de cada cinco víctimas había pedido ayuda realizando la denuncia. Si a esa una que sí se animó (con todo lo que eso puede conllevar) a denunciar a su abusador tampoco le creyeron, ni la ayudaron, imagínense a esas otras cuatro. Por estas mismas razones es que se han creado colectivos feministas, para sostenernos entre nosotras. Para lo “macro” y para lo “micro” también.

Somos nosotras las que nos enseñamos y educamos las unas a las otras para cada vez ser más conscientes de las machiruleadas que nos rodean. Hay quienes aún dicen que las verdaderas feministas deberíamos ir a trabajar, como si eso no estuviera sucediendo. Como si el hecho de que trabajasémos fuera una mera casualidad. Más bien todo lo contrario; fue gracias a que esos grupos feministas se animaron a alzar la voz para exigir derechos que hoy contamos con más derechos. Gracias a esas mujeres es que hoy podemos tener empleo. Esto quiere decir que las mujeres y los colectivos LGBT+Q trabajamos gracias al feminismo y, a pesar de ese avance, seguimos bajo regímenes de desigualdad de género en los trabajos. Y sí, en ese momento las feministas dieron su vida para poder trabajar, eso es cierto. Y las generaciones que les seguimos les estaremos eternamente agradecidas por eso. Pero hoy, año 2022, ¿creen que tenemos que seguir con esa modalidad? Es decir ¿no se supone que deberíamos de haber evolucionado lo suficiente como para que el trabajar no nos haga “dar nuestra vida”? Porque entonces, si trabajar es poner en riesgo nuestra vida (si entendemos eso por “darla”) seguimos avalando al sistema para que no cambie, de nuevo todo queda en nuestras manos y voces.

¿Cuánto más hay que dar la vida? ¿Cuántas más de nosotras tienen que morir para que se entienda que lo que está ocurriendo no tiene que ver con un hecho puntual y privado sino social, sistemático y político? Es difícil ponerle freno a la verborrágica necesidad de decir todo lo que callamos por años, por eso siempre siento que mis textos son insuficientes, que de hecho lo son. Pero es parte de la micropolítica cotidiana; decir, preguntar, dudar, aprender y por sobre todo, desaprender. Y aquí va lo que yo aprendí en estos últimos años: no hay verdaderes o falses feministas, no es una cuestión de niveles o porcentajes. Ni siquiera se trata de “una forma de ser”, el feminismo es una forma de vida, una bandera que ojalá algún día ya no sea necesaria de levantar. Porque entonces, ese día, seremos todes diferentes, pero desde la igualdad.

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