Sin un plan económico, no hay razones para que la inflación no se acelere

Si no hay un cambio en las reglas de juego, si no se hacen reformas estructurales, Argentina seguirá en este sendero de permanente crisis económica

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Alberto Fernández estuvo ayer en
Alberto Fernández estuvo ayer en Tortuguitas, donde inauguró una obra en una estación de tren.

La inflación se le escapó al gobierno. El 4,7% en tan solo un mes, en febrero, con los alimentos y bebidas creciendo 7,5% reflejan el porqué del anuncio de la “declaración de guerra” del Presidente contra la suba de precios. Más allá de que el conflicto entre Ucrania y Rusia tenga su dosis de impacto en el número final, la realidad es que los desequilibrios monetarios y fiscales del Estado son los verdaderos causantes de la suba de precios.

En el 2020, el BCRA financió al gobierno en 7,3% del PBI. En aquel entonces, varios economistas advertimos que era peligroso emitir semejante cantidad de dinero en tan poco tiempo y que tarde o temprano los precios subirían. Pero entre una actividad económica que se desplomaba y una demanda precautoria de dinero que crecía, los efectos fueron atenuados en el corto plazo y la inflación fue “solamente” del 36,1%.

En 2021, la cosa fue distinta. El gobierno siguió financiando al Tesoro mediante emisión, en este caso equivalente a 4,6% del PBI y la recuperación de la actividad y la caída de la demanda de dinero hicieron lo suyo. La inflación cerró por encima del 50%. El problema no solo radica en el número, sino que en el año pasado el populismo económico que hizo el gobierno para subir algún que otro punto en las elecciones legislativas hizo que los ajustes de precios relativos se posterguen para este año. Es decir, que en 2022 no solamente vamos a tener los ajustes por inflación de naftas, tarifas, prepagas, comunicación, etc. de este año, sino también lo que no quiso hacer el Gobierno el año pasado.

Por esta razón es que nos encontramos con una inflación mensual del 4,7% y nos parece un número chico comparado con un marzo que viene con aumentos de colegios y ajustes de precios regulados como los que se mencionaban en el párrafo anterior. Así, las perspectivas para este año son de una inflación más cercana al 60% que al 50%.

Para poder encauzar un programa antiinflacionario serio, es necesario cortar la dependencia que tiene el Tesoro del BCRA. Sin esa independencia, la credibilidad de cualquier plan se cae a pedazos. Esto es algo que el gobierno anterior aprendió a la fuerza cuando el BCRA, comandado por Federico Sturzenegger, endurecía la política monetaria subiendo la tasa de interés, pero por el otro lado el déficit fiscal no solamente que no bajaba, sino que aumentaba. Un error que destacan hasta los propios economistas que estuvieron en aquel entonces.

En 2022 no solamente vamos a tener los ajustes por inflación de naftas, tarifas, prepagas, comunicación, etc. de este año, sino también lo que no quiso hacer el Gobierno el año pasado

Ahora bien, ¿cómo hace este gobierno para cerrar el agujero fiscal de aproximadamente 3,5 puntos del PBI? Naturalmente, las medidas a tomar son impopulares. Más de un integrante dentro del gobierno, especialmente aquellos ligados a la vicepresidente, se están dando cuenta de ello y empiezan a sentirse las rispideces, reflejadas en los votos en contra del Acuerdo en el Congreso.

A pesar de que Martín Guzmán haga lo que el Acuerdo con el FMI dice, Argentina tampoco volvería a encauzar un sendero de crecimiento económico sostenido. Las razones son simples. Hoy en día las reglas de juego establecen que no existen reglas de juego. Un día hay 31% de retenciones, al otro día suspenden el registro de exportaciones para subir las retenciones 2 puntos. Un día el Gobierno anuncia controles de precios sobre el producto que uno vende, haciendo que cada producto que vendes te genere pérdidas. Así no hay país que pueda crear empleo, cumpla o no cumpla las metas con el Fondo. En este sentido, el Acuerdo con el Fondo es una condición necesaria pero no suficiente para que Argentina solucione sus problemas.

Si no hay un cambio en las reglas de juego, si no se hacen reformas estructurales, Argentina seguirá en este sendero de permanente crisis económica. La declaración de guerra que mencionó el Presidente tiene más olor a un endurecimiento de controles de precios y a nuevas regulaciones que a un programa serio. Otra vez, pan para hoy, hambre para mañana.

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