Del ganar perdiendo al pasar raspando. Un Sergio Massa en modo articulador lo hizo posible. Cuando todo parecía hundirse el tigrense sacó a relucir su mejor versión y logró consensuar una salida, un salvoconducto, un pasadizo estrecho y resbaloso que permitió llegar a la otra orilla habilitando una nueva, aunque precaria, chance para durar.
Massa lo hizo. Del texto de la discordia desapareció el detalle del plan económico con el que Martín Guzmán piensa sostener el acuerdo con el FMI. También se esfumaron los fundamentos que escrachaban al gobierno de Mauricio Macri pidiéndo el procesamiento de los responsables de haber contraído la tremenda deuda.
Pasa raspando el Gobierno y pretende pasar zafando el ala dura K que dedicó los últimos días a “delarruizar” con sostenida premeditación y alevosía al mismísimo Alberto Fernández.
Nunca tan ajustada la terminología acuñada por el inefable Luis D Elía para definir una estrategia de sostenida demolición sobre el que, nos guste o no, es el Jefe de Estado democráticamente elegido para conducir nuestro destino.
Desde la esmerada presencia mediática de Fernánda Vallejos, pasando por la seguidilla de videos anti FMI de “Máximo Producciones”, pasando por la creatividad grafitera camporista “Fue MacrI”, todo apuntó a clavarle la mochila del trabajo sucio al Presidente conductor designado.
Todo este zafarrancho de combate pergeñado para liberar a Máximo Kirchner, La Cámpora, el Instituto Patria y todos los suyos de la vergonzosa situación de llevarse puesto el relato que los sostiene.
El operativo “despegue” que traccionó Máximo y convirtió a Alberto Fernández en una suerte de “macha venenosa” sumó al convoy de la autopreservación a los legisladores alineados en La Cámpora, unas 18 almas impolutas, a otros tantos rebeldes afines al Patria. Veintiocho votos negativos del FdT en total. Gente capaz de soltar todo menos las cajas.
Otros 13 frente todistas, algo más pudorosos, optaron por abstenerse. Todo muy particular.
Finalmente los ultra K terminan votando, ya no solo como Juan Grabois y los suyos o la izquierda, sino que también, en dulce armonía con los libertarios, Milei y Espert y el republicano López Murphy.
La oposición acompaña generosa hasta la puerta del cementerio pero se resiste a entrar.
El voto positivo de 202 legisladores, en su mayoría de las fuerzas opositoras, avala cerrar trato con el FMI, bajo el delicado eufemismo de aprobar “las operaciones crédito público que acordó el Poder Ejecutivo en el programa de Facilidades Extendidas suscrito con el FMI para financiar los futuros vencimientos”, pero no refrenda el programa económico con el que Guzmán pretende respaldar la refinanciación que supone el acuerdo.
El acompañamiento opositor se agradece pero también implica una defección. Deja las manos libres al Gobierno, sin presentar batalla alguna, para hacerse de los recursos que inexorablemente demandará el ajuste (con perdón de la palabra) que el cumplimiento de las metas acordadas exige.
El compromiso asumido por los legisladores de Juntos por el Cambio cuando en campaña prometieron no permitir la creación de nuevos impuestos, queda subsumido de manera perversa. Si bien no se crean nuevos tributos se incrementa hasta lo imposible el peso de los actuales.
Tarifas segmentadas, revalúos inmobiliarios, recategorizaciones fiscales y algunos otros atajos aseguran una inmediata presión tributaria sobre el sector privado. Medidas de inevitable impacto inflacionario. Un brutal mazazo sobre los sectores medios.
Nadie quiere hacerse cargo del doloroso costo del susodicho ajuste. De quién finalmente pagará los costos, por el momento, mejor ni hablar.
Está claro que el recorte no parece venir por el lado de la política. Buena parte de la dirigencia se rasga las vestiduras pero sigue bailando en la cubierta del Titanic sin resignar una sola de las prebendas que supieron conseguir.
El Gobierno termina la semana aliviado pero en extremo debilitado. No queda claro quién sumará su apoyo cuando haya que poner la cara de frente al apriete, quién será capaz de acompañar las duras decisiones de política económica que habrá que tomar.
La fisura interna del oficialismo deja al PE con escasas herramientas para enfrentar lo que se viene. Políticamente denigrado por el fuego amigo, Alberto tiene las cajas pisadas por sus feroces detractores internos.
Resta saber qué pasará en el Senado. Viene por delante otro tango feroz.
En modo movilera, CFK subió su propio video en primera persona. Mientras registraba los destrozos que el apedreamiento produjo en su despacho, se descargó, ella también, con una incendiaria diatriba anti FMI. No quiso quedarse afuera. No hay mal que por bien no le venga.
La presencia de Máximo Kirchner en su despacho, deslizada como al pasar, en el envío mediático, generó suspicacias.
Los senadores Oscar Parrilli y Anabel Fernández Sagasti también estaban en el lugar. Está claro que Cristina, sin mayores aspavientos, convalida la resistencia activa de su heredero en rebeldía. Ser oficialismo y oposición al mismo tiempo es casi una especialidad del linaje K.
Otro que fue alcanzado por la lapidación fue Martín Guzmán. Sin respaldo alguno para la letra chica con la que pretenden sostener lo que se acuerde, quedó pataleando al borde del precipicio.
“Vino a la Argentina como un médico que llega a hacer la residencia acá. Pobrecito la que le tocó. Hay que tomar conciencia de lo que se está haciendo y de cómo estamos. La política económica es responsabilidad del Gobierno, te guste o no te guste. `Aguantatela”, le descerrajó a Mario Negri.
El Ministro de Economía se queda aún más solo que el Presidente. En el caso de que sobreviva en su cargo, algo que hoy muchos ponen en duda, tendrá que ingeniárselas para cumplir las metas comprometidas en las que nadie dice creer.
Casi todos los actores de esta tragedia tan “nac and pop”califican al acuerdo como “malo” o “insostenible”. Los referentes de Juntos por el Cambio aseguran que, en lo inmediato, se evita el colapso pero la crisis continúa.
Uno de los más explícitos fue Martín Tetaz: “No resuelve ninguno de los problemas estructurales del país: confirma el sesgo antiexportador, no recupera la moneda, no le saca impuestos a la producción, tampoco cambia las reglas laborales para las PyMEs y no elimina la burocracia en el Estado”.
La cruda realidad que arrojó la votación pone al Ejecutivo en una muy frágil situación interna. De los 202 votos positivos apenas algo más de un tercio correspondieron al oficialismo.
Con 118 diputados del bloque oficialista, solo 77 votaron por la positiva. Son 28 los legisladores del FdT que votaron en contra. Otros 41 diputados del FdT encontraron la manera para no acompañar. A los votos en contra se sumaron ausencias y abstenciones.
Un panorama negro hacia adelante.
La cohesión del bloque que, tras la huída de Máximo Kirchner, quedó en manos del santafesino Germán Martínez también quedó en estado gaseoso.
La protesta callejera trajo de deja vú de la refriega callejera del 2017. De las remembranzas del salvaje del mortero a la crueldad de arrojar una bomba molotov sobre la humanidad de un policía. Un up grade pavoroso que da cuenta de la degradación moral en la que chapoteamos.
Nada de lo que viene por delante parece ser necesariamente mejor. Pero hay un dato alentador. Si consideramos que sobre 257 legisladores, hubo 202 votos afirmativos, 37 negativos y 13 abstenciones, queda claro que un 80% de nuestros diputados parece dispuesto a limar diferencias para ir al encuentro de consensos que nos permitan salir de la terrible situación en la que estamos metidos.
Se abre una interesante oportunidad. Si el Presidente logra hacer propia la consigna que sostiene que en su debilidad reside su única fortaleza puede que logre capitalizar.
Si se anima a soltar, a cortar amarras con aquello que no para de dañarlo. Si logra recuperar el control efectivo de su investidura, y ampararse en esa impensada mayoría que no le es propia, pero que parece dispuesta a sumarle algún grado de racionalidad y sensatez, puede que no todo esté perdido.
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