Los sucesos de Ucrania desataron una impresionante reacción mediática de las Agencias de Noticias occidentales. Buena parte de los medios locales operan como sucursales de dichas agencias en la creación de una agobiante atmósfera anti rusa. No es el propósito de estas líneas detenernos en las distorsiones, ocultamientos o simples fake news que abundan en la cobertura del trágico conflicto. Es bien sabido que ‘La verdad es la primera víctima de la guerra’, frase que algunos atribuyen al célebre dramaturgo griego Esquilo hace 2.500 años y otros a un Senador norteamericanos de hace poco más de un siglo.
Sea como sea, en este caso nos queremos detener en ciertas analogías perceptibles en el tratamiento comunicacional del conflicto ucraniano por parte de la gran prensa occidental y el modo en el que los aparatos del poder local elaboraron una narrativa discursiva sobre la guerra de Malvinas que todavía permanece vigente y confunde a muchos honestos analistas.
En efecto, uno de los rasgos característicos del relato desmalvinizador consistió en des-historizar la guerra de 1982, presentándola como un acto demencial y calculado de la dictadura oligárquica de Galtieri para ‘perpetuarse en el poder’. De un modo similar, la invasión rusa a Ucrania obedecería a un intento criminal de un monstruo llamado Putin que sueña con resucitar el viejo Imperio zarista de los Romanov. En ambos casos se incurre en un grave -y para nada inocente– error metodológico que explicaremos más abajo.
Los detractores de la gesta de 1982 omitieron siempre situar el enfrentamiento bélico en sus coordenadas espacio temporales que le dan significado y lo explican. Carecen de importancia, según ellos, los 150 años de reclamos infructuosos, los llamados de la ONU a la negociación desoídos por el usurpador británico, las hazañas de valientes patriotas que plantaron nuestra bandera en tierra malvinera (operativo Cóndor), etc. Todo se reducía a una oscura especulación coyuntural de la camarilla gobernante, que ansiaba 20 o 30 años más de dictadura liberal-oligárquica. La ‘causa Malvinas’, con su inmenso y poderoso potencial emancipatorio, quedaba sumergida debajo del lodazal de intrigas palaciegas de la ‘cuestión Malvinas’, como agudamente distinguiera el VG Miguel Ángel Trinidad, uno de los fundadores del ‘Centro de Ex Soldados Combatientes’ a poco de concluida la guerra. Bajo este marco interpretativo se formaron varias generaciones de jóvenes, especialmente en las Instituciones educativas de la gran ciudad cosmopolita. Naturalmente, esta concepción jamás pudo explicar –ni le interesó hacerlo- la inmensa algarabía popular que produjo la recuperación de las islas pues ello hubiera conducido inevitablemente a indagar en la tortuosa relación argentino-británica de más de un siglo.
En el caso de Ucrania la maniobra intelectual es semejante en términos metodológicos. No importan los avances incesantes de la OTAN sobre las fronteras rusas de los últimos 30 años, la proliferación de bases militares en las ex repúblicas soviéticas, las indisimuladas intenciones del gobierno de Ucrania de ingresar a la OTAN, los incumplimientos de los acuerdos de Minsk, los quiebres a los equilibrios de poder en Europa, etc. El problema es simple: se trata de Putin y su infinita maldad. Cabe aclarar que lo antedicho no significa apoyar la incursión militar rusa sino simplemente intentar comprenderla desde la perspectiva de sus actores.
La vasta literatura sobre Metodología Científica coincide en que una de las principales -sino la principal- diferencia entre las Ciencias Sociales y las Ciencias Naturales es, justamente, el papel que juega la historia en las primeras frente a la (relativa) ahistoricidad de las segundas. Así, por ejemplo, sería imposible comprender el comportamiento de un modesto oficinista porteño que corre desesperado a comprar dólares cuando le sobran unos pesitos de su magro salario, si no es conociendo los últimos 30 o 40 años de historia económica argentina. Por el contrario, la velocidad de caída de los cuerpos o el recorrido de los astros en el cosmos no se ven alterados por el año o la región terrestre en la que se efectuó la medición. He ahí dos ejemplos sencillos que muestran la imprescindible presencia de factores históricos en la comprensión de los fenómenos sociales. Sin ellos todo se torna pueril, atribuible a la maldad intrínseca de oscuros personajes como en los engendros cinematográficos hollywoodenses, o, lo que es mucho más inquietante, a la presencia de factores raciales o étnicos condicionantes que explicarían conductas sociales. La biología, en este caso, sustituye a la política y a la historia (hitlerismo puro).
Cabe preguntarse, a esta altura, a qué se debe el intento de escamotear el pasado en el abordaje de Malvinas y del conflicto ucraniano. En los dos casos, un simple repaso de las determinaciones históricas presentes arrojaría luz sobre los enfrentamientos de fondo que subyacen a uno y otro conflicto. En Malvinas, la lucha de nuestro país por su plena integridad territorial cercenada por Gran Bretaña y la OTAN, lucha que podría hacerse extensiva al plano económico (FMI), político y cultural. En el caso de Ucrania, una cuestión nacional irresuelta desde los tiempos del zarismo y los intentos posteriores al colapso soviético de desmembrar Rusia y reconfigurar sus deshechos como un espacio semicolonial al servicio del capital financiero internacional.
Sin importar las complejidades de los conflictos en cuestión -no es el tema de esta breve nota- simplemente intentamos develar cómo detrás de los esfuerzos propagandísticos por desenmarcar los conflictos de las relaciones de poder real que atraviesan el mundo moderno, siempre hay una maniobra intelectual de los poderes constituidos para obturar los debates verdaderamente relevantes pues de ellos pueden surgir nuevas perspectivas liberadoras.
Conviene no olvidar: la misma OTAN que opera como garante de la ocupación colonial de nuestras Malvinas es la que se presenta hoy como defensora de la soberanía en Ucrania. Alguien dijo alguna vez ‘La hipocresía es el precio que la mentira le paga a la verdad’, una frase que encaja a la perfección en el mundo que vivimos.
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