Cristina Kirchner se manifestó contra el Fondo Monetario y profundizó la crisis dentro del Gobierno, dejando expuesta la fractura justo cuando el proyecto por el acuerdo con el FMI debe pasar al Senado que ella preside. Mediante un video conocido hoy a las 7 en punto de la mañana, en el que se refiere al ataque a su despacho durante las protestas contra el acuerdo, y luego de que obtuviera media sanción el proyecto que autoriza el endeudamiento, la vicepresidenta se alineó con su hijo Máximo y La Cámpora que votaron en contra.
Esto abre interrogantes sobre qué pasará en el Senado, donde pueden producirse tres escenarios: que el Gobierno obtenga los votos con apoyo de los gobernadores, que Cristina intente obstruir y logre los votos para evitar la aprobación o que le toque un desempate como a Julio Cobos con la resolución 125.
El punto crucial, sin embargo, es de qué manera la Vicepresidenta seguirá dentro de un gobierno con el que acaba de chocar en un punto crucial que marcará la gestión hasta el fin del mandato. ¿Estamos ante el prólogo de un portazo a lo “Chacho” Álvarez o se trata de la forma de preservar su capital simbólico al manifestarse en contra y dejar al mismo tiempo que la iniciativa pase por el Congreso? ¿Puede ser Cristina gobierno y oposición? Si realmente La Cámpora se opone, ¿puede seguir en puestos donde deberá ejecutar las políticas por las que votó en contra? ¿Qué hará el Presidente? ¿Cómo repercutirá en el Fondo Monetario, cuyo directorio debe decidir si aprueba el acuerdo con Argentina, que no exista consenso ni más ni menos que con la poderosa vicepresidenta?
Lo cierto es que Cristina y su hijo quedaron del lado del default. Si no fuera por los lugares de poder administrativo que detentan, habrían quedado aislados incluso en su propia fuerza.
Es importante prestar atención a la secuencia de los hechos, porque esta mañana se terminó el misterio sobre lo que ya se intuía que pensaba Cristina Kirchner, pero es importante el timming y la forma en que eso ocurrió. Las horas que precedieron a la votación estuvieron marcadas por tres cosas: el amotinamiento de Máximo y La Cámpora a su propio gobierno, los hechos de violencia en el Congreso y un Poder Ejecutivo que llegó a las puertas del default con la lengua afuera y debió recostarse en la oposición para conseguir los votos necesarios.
Durante dos años el gobierno de Alberto Fernández postergó problemas y disimuló la sumisión a la Vicepresidenta para tapar su propia debilidad. Claramente, las simulaciones tienen un límite y muchos costos. La economía del país viene arrastrándose y pagando de antemano los costos de un default por la incertidumbre generada por la propia coalición de gobierno.
Con el agua al cuello, quedó claro que la obstrucción estaba adentro y el problema no está solucionado porque ahora no se sabe cómo cumplirán el acuerdo con una inocultable fractura interna. Máximo Kirchner, hijo de la Vicepresidenta y líder La Cámpora, ingresó al recinto casi escondido y en silencio para votar en contra del presidente de su fuerza.
Durante la jornada, y puertas afuera del Congreso, hubo licencia para romper todo. Según la Ciudad, fue el gobierno nacional el que dio la orden de no vallar el Congreso a sabiendas de que las inmediaciones del Parlamento iban a concentrar una protesta importante convocada por los sectores de Izquierda. Y otra vez volvieron a llover piedras contra la casa de la democracia. El hecho es gravísimo y, al no vallar, permitieron que ocurra. Atacar el Congreso es atacar la democracia. Y la cosa no quedó ahí. Esta vez no hubo morteros, pero fue la misma agrupación del militante que empuñó ese dispositivo tumbero durante el tratamiento de la reforma previsional en el gobierno de Mauricio Macri, -que llegó a estar prófugo dos años-, la que inició la quema de neumáticos y también prendió fuego un contenedor frente al palacio legislativo. Pero eso ni siquiera fue lo más grave. Curiosamente en otro flanco, muy poco les costó a los violentos, arrojar piedras a las ventanas del despacho de Cristina Kirchner en el Senado, donde debió ingresar la infantería para cubrir el ataque desde adentro.
En la calle, a esa altura, las cosas sólo se agravaban. Los manifestantes comenzaron a arrojar bombas molotov y no sólo contra el edificio. También lo hicieron contra los policías. Una cosa es protestar y otra es cometer delitos. El ataque contra el oficial Alfredo Gutiérrez fue criminal: directamente le prendieron fuego con absoluta maldad y cobardía al arrojarle el explosivo.
Caben varias preguntas sobre el operativo. Si el Gobierno nacional es el que le exige a la Ciudad no vallar el Congreso, eso no exime de responsabilidad a la Ciudad a la hora de garantizar la seguridad del Parlamento para que nada entorpezca su normal funcionamiento, y también para garantizar la vida de los propios policías. ¿Qué hubiera pasado si algo más grave sucedía?
Recién hoy a la mañana y con la votación puesta, se expresó sobre los hechos la Vicepresidenta, a través de sus redes sin condenar abiertamente a los violentos.
Bajo el título “Otra vez, inmensa pena” y con un video sobre el ataque en su despacho que comienza con lo que parece un registro del momento mismo en que se producen los piedrazos, se escucha la voz en off de Cristina Kirchner que relata que se encontraba allí con su hijo, y dos senadores en el momento de lo que califica como un ataque “paradójico o intencional”.
Al tiempo que se ven libros de Evita o fotos de Maradona entre vidrios rotos y piedras, se refiere al acuerdo llamándolo “el plan económico del Fondo Monetario”. “Paradójicamente fue mi despacho el que atacaron, el de quien hizo frente a los fondos buitres, quien mantuvo fuera del país al Fondo Monetario y quien construyó el Frente de Todos para derrotar a Mauricio Macri”, dice Cristina Kirchner, para luego recordar que Néstor Kirchner consideraba al organismo “como promotor de políticas que provocaron pobreza y dolor al pueblo argentino.”
¿Qué implicancias tiene en la gobernabilidad la posición de Cristina Kirchner con su rechazo al acuerdo con el Fondo? Esa es la pregunta que tiene posibles respuestas que pueden ser muy graves. Aunque también puede ocurrir que Cristina sólo esté profundizando su aislamiento. Que Cristina no deje su cargo pero que la política o el aislamiento político que ella construyó la deje a ella. El punto es su capacidad de daño en lo que resta del mandato.
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