La oportunidad no hace al ladrón: los hijos enfermos del patriarcado

Esa estructura ideológica es perjudicial en toda la regla, aunque no todos los varones son criminales

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Violación grupal en Palermo: los seis detenidos
Violación grupal en Palermo: los seis detenidos

Esta última semana los medios difundieron la noticia de la violación grupal que sufrió una joven en el barrio de Palermo. Cada vez que este tipo de episodios se visibilizan, dado su nivel extremo de violencia, las feministas volvemos a plantear cuáles son las causas y cuáles las soluciones para que estas situaciones, ya sean violaciones o femicidios, dejen de ser moneda corriente. Una de las consignas que se ha popularizado señala que los violadores son “hijos sanos del patriarcado”. Una consigna que no se ha cuestionado, pero que debemos revisar si queremos dar con la solución adecuada.

En primer lugar, caracterizaremos el patriarcado como una estructura ideológica que se impone en todos los ámbitos de la sociedad: familiar, educativo, político, religioso; así en lo público como también en lo cotidiano. Dicha estructura establece, en líneas generales, la subordinación social de las mujeres a los hombres, uno de cuyos pilares es la dominación sexual. En la medida en que cada individuo tiende a conducirse socialmente a partir de una serie de tareas que se le asignan según su lugar que esa sociedad le ha adjudicado, los varones tenderán a ocupar el espacio de la dominación sexual y las mujeres, el de las subordinadas en función de su sexo.

Ahora bien, la consigna que considera que el violador es un “hijo sano del patriarcado” no explica el hecho incontrastable de que los hombres no son violadores consuetudinarios: la violación no es una práctica habitual, tradicional ni convencional. Por el contrario, es una práctica sancionada legal y socialmente. Gracias a las luchas feministas, la mayoría de las sociedades patriarcales modernas ya no asume que la violación sea una forma habitual de sometimiento de las mujeres.

La ministra Elizabeth Gómez Alcorta dijo que considerar que los violadores son monstruos es una forma de eximir de responsabilidad a la sociedad. Si bien la violación es una práctica que se posibilita en un contexto social patriarcal, los violadores son individuos que, fuera de toda duda, han “enfermado”; vale decir, no se han adaptado a los actuales límites sociales. La afirmación de la Ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad descarta los saltos cualitativos entre los diferentes comportamientos individuales, eliminando así la responsabilidad particular a los implicados. Según esta concepción reproductivista y foucaultiana de la Ministra, la sociedad es un bloque homogéneo de ideología en el cual la dominación no puede destruirse ni disminuir. Paradójicamente, quien dice que los violadores no son animales, los convierte en víctimas inermes de una estructura social inevitable.

Si bien existe una estructura social de dominación sexual y ese sistema produce opresores, no podemos considerar que todo episodio violento es responsabilidad sistémica. Necesitamos distinguir la responsabilidad individual en este tipo de hechos, porque estas culpas no son atribuibles exclusivamente a un sistema que posibilita la violencia. No toda oportunidad hace al ladrón. Por otro lado, no hay sociedad sin contradicciones, no existe ninguna sociedad cuya ideología dominante sea excluyente. Mientras el patriarcado sigue imponiendo muchas de sus normas, otros valores y otras normas luchan en su contra. Asimismo, dentro del patriarcado no todas las formas ideológicas patriarcales son coherentes: hay valores patriarcales que se oponen a la violación, ya sea por la disputa por la propiedad de las mujeres o por la ideología paternalista del cuidado o la protección de las mujeres.

Luego del feminismo, luego de las luchas por el aborto, contra los femicidios, luego de las batallas por la ESI, de la cantidad de difusión que tienen los valores feministas, no podemos pensar que vivimos en una sociedad de ideología unívoca y totalizadora, por lo tanto, no podemos decir que varones jóvenes con un grado de educación nada despreciable no se hayan topado nunca con valores diferentes a los valores patriarcales de la violencia. El feminismo hizo mucho para transformar los valores y las normas dominantes como para que ahora pensemos la sociedad y sus relaciones en términos reproductivistas, de inevitabilidad. Las feministas sostenemos que el patriarcado es un instrumento generador de jerarquías y, por lo tanto, de enfermedad social, de malestar. Luchamos desde hace más de tres siglos para transformar la sociedad y no estamos dispuestas a aceptar la violencia entendida como adaptación saludable a un sistema de dominación inevitable.

La ideología patriarcal es perjudicial en toda la regla, aunque no todos los varones patriarcales son criminales. Aquellos individuos que cometen crímenes de poder (o sea, violan porque el patriarcado lo enseña y posibilita) son personas incapaces de introyectar límites legales (hay leyes en contra de la violación), morales (hay sanciones sociales) y de incorporar otras normas contradictorias con el patriarcado. Tenemos que diferenciar la “condición de posibilidad” (de dominación de las mujeres) de quienes son capaces de llevar hasta sus últimas consecuencias la ideología del poder sexual patriarcal. Esos son cualitativamente diferentes al resto. Son, lisa y llanamente, “hijos enfermos del patriarcado”.

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