El inicio del conflicto bélico ha desatado la huida de la moneda doméstica, tanto en Ucrania como en Rusia. Desde que empezó la invasión, la cotización del dólar subió 32% frente al rublo en menos de 6 días, mientras que la grivna (hryvnia), moneda ucraniana emitida luego de la hiperinflación sufrida con la caída de la Unión Soviética y posterior independencia, sufre su mayor devaluación desde 2015, también en torno a 30 por ciento.
Como toda guerra, pero también con las catástrofes naturales, se produce una suba abrupta de la preferencia por liquidez y ahorro precautorio de las familias ante la incertidumbre de la duración del conflicto bélico o de una pandemia. Esta preferencia por la liquidez en países desarrollados con instituciones y mercados financieros sólidos, se manifiesta mediante la compra de activos seguros tales como bonos soberanos americanos o bonos alemanes en Europa.
En países en vías de desarrollo con bancos centrales sólidos (acumulación de reservas) y fortaleza fiscal, sus habitantes pueden formar activos externos, vulgarmente llamada fuga de capitales, pero compensada con depreciaciones de su moneda doméstica sin peligro de traslado a precios, como así fue el caso durante la pandemia en América Latina normal.
La abrupta preferencia por liquidez durante una guerra puede repercutir sobre los sistemas financieros ya que la necesidad de liquidez y protección de los ahorros puede producir una corrida bancaria en aquellos países donde hay desconfianza previa en la moneda doméstica como reserva de valor como está sucediendo en estos momentos en Rusia y Ucrania.
La abrupta preferencia por liquidez durante una guerra puede repercutir sobre los sistemas financieros
En efecto, la huida de los depósitos en los bancos provocó la necesidad de bloquear los retiros mediante un corralito en Ucrania. Otra de las consecuencias económicas más importantes del conflicto bélico ha sido un derrumbe de la cotización de los bonos soberanos de Ucrania en guerra provocando que el riesgo país se encuentre hoy en niveles argentinos. En efecto, antes de la invasión rusa, los bonos de Ucrania valían USD 85 mientras que valen por debajo de USD 30 en el presente, niveles muy similares a Argentina.
Parecidos notables
En efecto, antes de las PASO 2019, los bonos soberanos argentinos llegaron a cotizar en USD 85. El día después, a USD 50 para finalmente, canje mediante de los holdauts, hoy valen USD 30. Pero con una diferencia fundamental entre ambos países: los niveles de inflación. Ucrania hasta antes del conflicto sufría una inflación anual del 10%, mientras que Argentina afronta una inflación anual del 51 por ciento.
El parecido con Argentina resulta notable, no solo porque Ucrania se caracteriza por el dinamismo y productividad de su sector agropecuario sino también porque sufre importantes fluctuaciones en su tasa de pobreza al calor de las amenazas y conflictos bélicos con Rusia y su impacto en la inflación y devaluación, así como también de una importante corrupción de su dirigencia política, cuya consecuencia ha sido, a diferencia de nuestro país, una reacción popular canalizada en el voto masivo (70%) a un outsider de la política como el actual actor y presidente Volodímir Zelenski.
En tanto en Rusia, hay largas filas en los bancos por temor al corralito, así como también compras de masivas de monedas extranjeras y criptomonedas como reserva de valor ante la continua devaluación del rublo.
En Rusia, hay largas filas en los bancos por temor al corralito, así como también compras de masivas de monedas extranjeras y criptomonedas como reserva de valor
El Banco Central de Rusia dispondría de reservas brutas por USD 643.000 millones, aunque la mitad de ellas se encuentran en el exterior y con riesgo de confiscación por el bloqueo económico de quienes apoyan a Ucrania.
Para acotar la huida de la moneda doméstica y salida de capitales, las medidas económicas de urgencia han sido: corralito en Ucrania, cepo cambiario y un férreo control de capitales en ambos países, tratando de evitar que se agoten las reservas de sus Bancos Centrales y por lo tanto la devaluación sea aún mayor aumentando el peligro hiperinflacionario.
Rusia particularmente, implementó adicionalmente una brusca suba de la tasa de interés duplicándola al 20% anual por sobre la inflación anual del 8,8%, para incentivar que los ahorristas dejen los depósitos en los bancos. Asimismo, se decretó que las exportadoras rusas estén obligadas a liquidar 80% de sus divisas en el Banco Central. También en Rusia se reinstauró antes de la invasión, las retenciones a las exportaciones de trigo y los cupos a la exportación son permanentes.
En síntesis, la caída de la Unión Soviética, así como los conflictos bélicos intermitentes en la zona, provocaron devaluaciones e inflación por lo cual sus habitantes ejercen su preferencia por liquidez y ahorro precautorio mediante desconfianza y repudio de la moneda local, corridas bancarias y salida de capitales. La respuesta de política económica de urgencia ante la disolución territorial en su momento de la Unión Soviética y ahora la emergencia bélica es la devaluación de sus monedas, control de capitales y cepo cambiario.
Esta situación de fragilidad económica y medidas económicas de urgencia son bien conocidas por generaciones de argentinos. Fenómenos de crisis disruptiva similares se viven en Argentina durante los últimos 70 años.
La respuesta de política económica de urgencia ante la disolución territorial en su momento de la Unión Soviética y ahora la emergencia bélica es la devaluación de sus monedas, control de capitales y cepo cambiario
El comportamiento económico de los argentinos y la política económica se caracteriza por mirar continuamente el espejo retrovisor desde el presente: huida y desconfianza del peso argentino, corrida de depósitos en cada elección parlamentaria y PASO presidencial, corralito en 2001, plan Bonex 1990, hiperinflación de 1990, hiperinflación y corralito de 1989, quiebra generalizada del sistema bancario en 1980 entre otros signos de quiebra generalizada del sistema financiero, corridas bancarias y huida de la moneda argentina que fueron tratadas en la urgencia con la mismas medidas de política económica que países en guerra como ahora en Ucrania y en Rusia: corralitos, cepos cambiarios, control de capitales y reprogramación y confiscaciones de depósitos.
Ninguno de los años señalados, Argentina afrontó riesgo de secesión territorial como el colapso de la Unión Soviética, las hiperinflaciones europeas a consecuencia del fin de la Primer Guerra Mundial en Alemania, la posterior disolución del imperio austrohúngaro, las hiperinflaciones de la revolución rusa y china o un conflicto bélico directo.
Desde la Guerra de Paraguay, hace 150 años, Argentina no padece la tragedia de una guerra convencional entre países.
La Guerra de Malvinas fue en 1982 y no con afecto su parte continental. Fue un conflicto bélico autogenerado al calor de los vahos del whisky de una dictadura sangrienta e inoperante que tomo la iniciativa de entrar en guerra como manotazo de ahogado ante la crisis generada por su propia inoperancia con la economía.
Las consecuencias de la historia bélica, crisis revolucionarias y disolución territorial del de la Unión Soviética ha sido la desconfianza sobre el rublo. De tal manera que hoy Rusia es el principal tenedor de dólares físicos del mundo, exceptuando los hogares norteamericanos. Argentina el segundo, sin guerras, ni conflictos bélicos latentes, ni conflictos violentos raciales.
Ruth Judson de la Reserva Federal ha descubierto que los envíos comerciales de dólares hacia los países de la ex Unión Soviética, principalmente Rusia y Argentina acumulan gran parte de los envíos netos, y que sus flujos se correlacionan directamente con la crisis en cada país.
Las crisis económicas argentinas sufridas durante el conflicto interno del último gobierno peronista previo al golpe militar, Rodrigazo de 1975 y durante el Proceso militar: quiebra generalizada de bancos 1980, crisis de 1982 quedaron en la memoria inflacionaria y financiera de los argentinos una vez restaurada la posibilidad de votar en 1983.
Las crisis económicas argentinas sufridas durante el conflicto interno del último gobierno peronista previo al golpe militar, Rodrigazo de 1975 y durante el Proceso militar, quedaron en la memoria inflacionaria y financiera de los argentinos
En efecto, las crisis económicas sufridas durante la vigencia de la democracia formal se suceden continuamente hasta el presente: la década perdida de 1980, 1989, 1990, 1995, 2001, 2009, 2018-2020, la nueva década perdida 2011-2021. Las corridas bancarias, y más recientemente contra el peso, se han vuelto frecuentes y normales en nuestro país.
Argentina se autogenera las crisis propias o no amortigua las crisis externas. La impresión es que Argentina aun no ha salido de la crisis de 1930, se estancó en la visión conspirativa del mundo de1943, no salió de la crisis de la moratoria de la deuda externa de América Latina de fines de la década de 1970 y principios de la década de 1980.
Los períodos de recuperaciones económicas son breves hiatos en el alejamiento de las placas teutónicas que chocan cada década provocando la reconstitución del sistema económico y estado posterior a una destrucción bélica sin guerra.
La política económica se caracteriza por la reiteración continua y vigencia permanente de medidas y parches tomadas en la urgencia: impuestos de emergencia, retenciones, cupos a la exportación, cepos cambiarios, control de capitales como si se estuviera permanentemente en guerra.
A título comparativo, Israel presenta una inflación de un dígito desde 1985 hasta el presente, con una geopolítica y geografía adversa.
No hay excusas para la estabilidad macroeconómica y el desarrollo argentino.
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