El 23 de febrero, Yaroslav Lissovolik, jefe del departamento analítico de negocios corporativos y de inversión de Sberbank, el mayor y más antiguo banco de Rusia, publicó un artículo en la web del Foro Económico Mundial, en el marco de la Agenda de Davos (encuentro que tuvo lugar del 17 al 21 de enero).
Su artículo (“From BRICS to OASES: a global platform for small economies on the international arena”) se enfoca en un acrónimo que creó para ilustrar una idea: que las economías más pequeñas, y no sólo las más grandes, tienen capacidad para asumir un rol global, sustentado en su éxito económico y en sus intentos de mediación internacional.
Este acrónimo, OASES (como BRICS, el más famoso en estas latitudes) es un paraguas que podría utilizarse para hablar de la República Oriental del Uruguay, Austria, Suiza, Emiratos Árabes y Singapur. Países que en términos de desarrollo urbano y modernización económica pueden servir como un modelo a seguir en sus respectivas regiones.
En términos generales, Lissovolik pone en duda el paradigma reinante durante las últimas décadas (materializado en los BRICS, el G7 y el G20), de que los países más grandes son los que configuran el curso de la historia y el desarrollo económico mundial, y se pregunta qué pasaría si fuésemos progresivamente hacia un nuevo paradigma que le asigne un papel especial a algunas de las economías más pequeñas que demuestran éxitos en modernización económica, sustentabilidad y son activas en la escena internacional.
¿Por qué OASES? La alianza que propone Lissovelik es un encuentro entre países con características comunes: territorios y población relativamente pequeños, pero que son influyentes en términos de política internacional, mediación, integración regional y son a su vez ejemplos de modernización. A pesar de su tamaño, tienen en sus respectivas regiones una influencia económica sustancial, niveles de vida e índices de desarrollo humano (IDH) relativamente altos y han prestado servicios de mediación en conflictos, tanto dentro como fuera de estas regiones.
Con este punto de partida, OASES podría ser una plataforma que reúna y lidere a las economías relativamente pequeñas pero innovadoras y abiertas en cada una de estas regiones del mundo, donde se priorice el desarrollo sostenible y se promuevan las mejores prácticas de modernización económica y buen gobierno.
La esencia del grupo OASES descansa sobre cuatro pilares claves: finanzas, desarrollo digital, sustentabilidad y neutralidad.
En términos de modernización económica y finanzas, todas las economías del grupo -excepto Uruguay, a ese nivel- tienen centros financieros globales que podrían servir como polos para atraer capital y talento: Singapur, Dubai, Abu Dhabi, Zúrich, Ginebra y Viena. La presencia de estos centros financieros internacionales reforzaría el papel del grupo OASES como punto de entrada a sus respectivas regiones: la Unión Europea y el Acuerdo Europeo de Libre Comercio en Europa; el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo en Medio Oriente; el MERCOSUR en América del Sur; y la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental en el Sudeste Asiático.
Otra de las características compartidas por estos cinco países es su desarrollo digital. Lissovelik cita el Índice de Conectividad Global de Huawei, en el que Suiza ocupa el primer lugar en Europa, Singapur en Asia y los Emiratos Árabes Unidos en Medio Oriente y África, mientras que Uruguay ocupa el segundo lugar después de Chile en América del Sur. El artículo también menciona en Uruguay el caso del Plan Ceibal y el logro de haber sido el primer país de América Latina en tener red móvil comercial de 5G. Este buen desempeño e interés por el desarrollo digital podría potenciar la creación de plataformas digitales bilaterales y multilaterales que involucren a las economías de OASES sobre la base de acuerdos económicos digitales (digital economic accords o DEAs). El grupo cuenta con la ventaja de que Singapur es un líder mundial en la promoción de este tipo de alianzas en la economía mundial y forma parte de todos los principales DEAs activos al día de hoy.
El tercer aspecto común a estos cinco países es la sustentabilidad. Estas economías mantienen altos estándares ecológicos y son líderes en la materia en sus respectivas regiones. El Environmental Performance Index (EPI), por ejemplo, ubica a Suiza y Austria a la cabeza del liderazgo tanto global como europeo, mientras que los Emiratos encabezan Medio Oriente y Singapur lo hace en Asia. En cuanto a Uruguay, aunque no está incluido en el EPI, en el Global Sustainability Competitiveness Index 2021, que mide el desarrollo y “crecimiento verde” de 180 países, obtuvo la segunda posición de la región después de Costa Rica, mientras que en el Energy Transition Index 2021, que mide la transición a energías renovables, Uruguay fue el mejor de América Latina y 13° en el mundo.
La cuarta y última característica distintiva que une a estas pequeñas pero dinámicas economías abiertas es su neutralidad en las relaciones internacionales. Esto podría operar como un incentivo para su desarrollo económico, dados sus menores riesgos geopolíticos y bajas primas de riesgo para activos soberanos y corporativos en los mercados internacionales. Una señal de esta ventaja es que, en conjunto, y a pesar de que representan al 0,5% de la población global, tienen el 11,5% de las reservas internacionales mundiales.
Lissovolik concluye que el estado actual de la economía global podría ser una señal de alarma acerca de las limitaciones que están enfrentando las economías más grandes para resolver los desafíos globales. Según su punto de vista, las alianzas entre países con ambiciones de gran alcance no deberían ser una prerrogativa exclusiva de los “pesos pesados” de la arena internacional: existen nichos importantes en el ámbito global donde las economías pequeñas pueden ofrecer resultados distintos e incluso superiores gracias a su agilidad e innovación. Estos cinco países que componen el todavía hipotético grupo OASES (Uruguay, Austria, Suiza, Emiratos y Singapur) podrían ser ese “eslabón perdido” de la gobernanza global que ayude a superar los estancamientos que enfrenta la configuración internacional actual, demasiado orientada a construir alianzas sobre la base del tamaño y la cantidad, en lugar de la sostenibilidad y la calidad.
En el caso puntual de Uruguay, la asignación de un rol de estas características es un reconocimiento a más de una década de trabajo y políticas de estado sostenidas en el tiempo, que continúan rindiendo frutos en materia de libertades civiles, desarrollo digital, modernización, transparencia, innovación y sustentabilidad, pero también representa una oportunidad para explorar la posibilidad de crear una plataforma que pueda otorgarle visibilidad en el ámbito internacional.
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