Son yanquis o marxistas

No ser pro Estados Unidos no se resuelve volviéndonos pro Rusia. Una tercera posición implica actuar libremente, como es el caso del presidente de Chile, que es de izquierda en serio y pareciera que nada tiene que ver con Putin

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Valdimir Putin, Alberto Fernández y Joe Biden
Valdimir Putin, Alberto Fernández y Joe Biden

Lo de Putin dejó al desnudo al kirchnerismo como reservorio de sectores marxistas varios, que, luego de abandonar los sueños ideológicos, quedaron reducidos a la dependencia cultural de un sistema vetusto y retrógrado en relación con el resto del mundo. Rusia invade a un pueblo libre. Aquella Rusia que alguna vez albergó sueños de justicia, que Jean Paul Sartre defendió contra la mirada de Albert Camus, esa Rusia que se inició con visión de justicia y terminó como atroz dictadura, es la misma que reaparece en el escenario mundial volviendo a sembrar muerte y autoritarismo. Y vemos de pronto que, en nombre del peronismo, abandonando la tercera posición, aparecen un grupo de pro rusos apoyando la invasión de Putin, como si esta Rusia no fuera hoy la atroz caricatura de aquellos ideales de la revolución. Se disfrazan de anti imperialistas, como si el avance de Putin fuera otra cosa que esa vocación tardía y deforme. Europa es mucho más que el país del Norte, ser progresista apoyando a Putin es retrógrado y resulta ser más de derechas que ser pro imperio. Puede que alguno sólo condene para quedar del lado del bien y esta vez tienen razón. Lo de Cristina es absurdo y triste, como siempre muy poco peronista o mucho más claramente anti peronista. Condenar a Rusia es defender la humanidad, no hacerlo es vicio de viejos cuadros del Partido Comunista que se quedaron con el peronismo en su versión kirchnerista y que no tienen nada que ver con nuestra historia.

Hay tres peronismos o al menos tres versiones del mismo, el gorila que le echa en cara sus propios errores y siempre añoró la dictadura; el izquierdista, que siente al peronismo de derechas y cree que sólo fue importante el surgimiento de la guerrilla; y una interpretación real, que recuerda decisiones de Perón que, por ejemplo, en el conflicto del cincuenta en Corea, adhiere a Estados Unidos y propone enviar tropas a dicho conflicto. Las diferencias con John William Cooke son las mismas que hoy tenemos quienes pensamos que Putin es una vergüenza para la civilización. Lo mismo que fue Fidel Castro en su momento y que nunca recibió el apoyo del General. Ahora, de pronto, el pensamiento del peronismo fue sustituido por la pobreza de ideas de los restos del marxismo y terminamos enamorados de Rusia no ya por el comunismo o posible esperanza de justicia sino por un conjunto de intereses económicos que nos impusieron hasta una vacuna de esa estirpe. No ser pro yanqui no se resuelve volviéndonos pro rusos. Una tercera posición implica actuar libremente, como es el caso del presidente de Chile, que es de izquierda en serio y pareciera que nada tiene que ver con Putin.

La invasión a Ucrania no es un ataque del imperialismo de turno, muy por el contrario, implica el intento de opresión de un imperio autoritario a un pueblo libre, las excusas que se utilizan para disimular la dependencia con los negocios rusos no soportan el menor análisis. Rusia fue el sueño del socialismo justiciero, hoy es una mezcla de autoritarismo con mafias que se quedaron con las empresas nacidas para hacer justicia. Odiar a los Estados Unidos no tiene sentido, y convertir dicho odio en amor a este engendro decadente y asesino deja a miles de tristes personajes al desnudo, el socialismo de ayer justifica una trama de negocios e intereses de hoy.

Somos Occidente, cargamos una triste sensación de fracaso, claro que eso es nuestra propia culpa y no hay peor salida que unirnos a los resentidos de turno. Copiar al imperialismo es dañino, imitar a sus enemigos suele ser mucho peor. Volvamos a la política, construyamos un proyecto colectivo y logremos convivir respetándonos. Putin y su invasión expone lo peor de nosotros, dejó a la luz a muchos que se dicen de avanzada y solo se mueven por los más turbios intereses.

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