Son las pequeñas cosas, estúpido

Consejos para intentar ser feliz después de casi dos años temerosos por la pandemia

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Formas de reducir el impacto
Formas de reducir el impacto del estrés post traumático que significó vivir encerrado, temerosos y asustados durante 2 años

Leyendo una nota a la psicóloga Laurie Santos (46), de la Universidad de Yale, sobre la felicidad (ese es su tema de enseñanza, aunque en realidad la materia se llama la Psicología y la buena vida), se me ocurrieron 3 o 4 ideas (prestadas y propias) para contarles sobre cómo intentar lograrlo. En pocas palabras, para que hagas el diagnóstico de tu grado de “infelicidad”, que parece ser lo que mas fácilmente conseguimos en la vida. E intentes corregirlo.

Ahora que la pandemia está por terminar y la vida continuará sin prestarle atención a lo ocurrido, tratemos de imaginar de qué modo reduciremos el impacto del estrés post traumático que significó vivir encerrado, temerosos y asustados durante 2 años, o casi. La propuesta, una vez mas, pasa por poner foco en las pequeñas cosas, ahora que las grandes amenazas, de nuevas variantes virales por ejemplo, se está alejando y antes que la guerra recién iniciada nos envuelva en otro cono de sombra. Usemos este tiempo para intentarlo.

Dice la Profesora Santos, la profe de la felicidad de Yale, que uno de los caminos para lograrla es la acción. Un ejemplo, en lugar de llegar a casa luego de un día muy pesado de trabajo y sentarse frente a la tele a ver una mediocre, paupérrima y pobre peli o serie de Netflix (actitud absurdamente pasiva), hagamos “buen uso” de la gente que nos rodea, que no siempre registramos en la frecuencia adecuada. Por si no quedó claro, hablar, hablar, hablar con el otro, no solo con uno. Y escuchar, escuchar, escuchar, aunque suene aburrido. Siempre habrá algo interesante que decir y escuchar, no solo oír. De lo contrario está rodeado de la gente equivocada.

Otro consejo, no se deje atrapar por las “redes”, que solo logran un eterno comparar/nos en el caso de IG y una “mala sangre” interminable por los comentarios negativos que abundan en Twitter. Digas lo que digas, desde lo mas sabio a lo mas estúpido que se te ocurra, será sistemáticamente criticado por asnos anónimos (sociedad de antigua creación que nació con TW) y alabado por seres genuinos tan perdidos como vos.

El tercero y anteúltimo de los consejos, si tenés fe en algo o alguien, practicala. De lo contrario dejala para otros y buscá un buen gimnasio. No digas que sos católico, judío o musulmán si no haces en la práctica algo que tenga que ver con los mandamientos que proponen sus dogmas.

Un comentario en este punto, como reflexión personal. Estamos inmersos en la cultura del logro y del consumo como camino para llegar. Pero para que este mecanismo funcione (consumo/logro/+consumo/+logros) tiene que subyacer en todos los aspectos de mi vida la cultura de la infelicidad eterna como propuesta subliminal. Siempre habrá alguien mas feliz que yo, eso es injusto y tengo que sobrepasarlo, por qué no intentarlo. No es el camino, no vale la pena, el costo es demasiado grande.

El olor del café de la mañana, una charla en el bar con amigos, un vaso de vino, el buen sexo (aunque esporádico), una llamada telefónica a quien no saludo desde hace tiempo, un cuadrado de chocolate con 70% de cacao, 30 minutos de ejercicio 4 veces por semana, comprar un ramo de flores por las dudas… En fin, las pequeñas cosas. Parece que en ellas radica la felicidad.

La pandemia está por terminar. Las vacunas, nuestra resiliencia y los cuidados lo lograron. Ahora, a poner en orden nuestra relación con los objetos interiores y concentrarnos en las pequeñas cosas, que estamos vivos.

Nunca creí en las propuestas de autoayuda y, aunque esta lo parezca, no lo es. El yo no lo puede todo. Por ende, no lo distraigamos con objetivos imposibles. Concentrarlo en las pequeñas cosas parece ser la clave.

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