El amigo Putin

La invasión a Ucrania dejó a Alberto Fernández vagando por una zona imprecisa justo cuando más necesita del apoyo internacional para llegar a un acuerdo con el FMI

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Alberto Fernández y Vladimir Putin
Alberto Fernández y Vladimir Putin

Putin metió al mundo en un infierno y complicó aún más la vida de Alberto Fernández. Atrapado en las profundidades del laberinto ideológico al que lo confinó su condición de Presidente designado, no logra expresar una condena firme a la brutal invasión que el autócrata ruso ejecutó sobre su vecina Ucrania.

Haciendo equilibrio sobre una tierra minada ajustó su discurso este jueves al pedir al amigo Putin que cesen las agresiones contra su vecino. Un gesto de endurecimiento si tenemos en cuenta que venía de la lavada posición de pedir a la “Federación Rusa que ponga fin a las acciones emprendidas y que todas las partes involucradas vuelvan a la mesa de diálogo”.

Una apelación más apropiada para un Papa que para un Presidente. Un paso adelante pero de “invasión”, al menos por ahora, ni hablar.

Es probable que el Jefe de Estado haya temido herir la sensibilidad cristinista. CFK siempre tuvo en especial estima y veneración a Vladimir Putin, una suerte de ícono en el ejercicio del poder omnímodo y autoritario.

Sergio Massa fue más audaz. Sin hesitar se diferenció fuertemente de la posición oficial. No sólo repudió “enérgicamente” el accionar del premier ruso al que calificó como una “agresión unilateral ordenada por el presidente ruso” sino que usó las palabras malditas “ataque e invasión”.

El presidente de la Cámara Baja exhibió la desconcertante fragmentación de pareceres que padece el oficialismo.

Quien diría… (para usar una expresión coloquial recurrente de CFK) que el amigo Putin nos metería en este tremendo entuerto cuando no ha pasado ni siquiera un mes desde el histórico momento en el que un empoderado Alberto Fernández ofrecía a la Argentina como “una puerta de entrada para que Rusia ingrese a América Latina de un modo más decidido”.

No corren días fáciles para Alberto Fernández quién, en los dorados salones del Kremlin, jura amistad eterna a Putin renegando de la dependencia de EEUU, con un fervor impropio para una bilateral y cuando aún sonaban los flashes de los fotógrafos que captaron tan dulce momento. O sea, en absoluto “on the record”.

El profundo silencio de Cristina, de quien dicen habla aún cuando está callada, no augura tiempos sencillos. Si hubo un pacto de no intromisión mientras se debate el arreglo con el Fondo, la guerra desatada por Putin, la pone en una muy incómoda situación. Una conducta recurrente. Ausente cuando las papas queman.

Nicaragua, Venezuela y Cuba que venían en los últimos días apoyando a Putin también se llamaron al silencio. Las condenas más duras son las de Colombia y Uruguay.

Con Kiev cercada por el fuego ruso, el presidente de Ucrania Volodimir Zelensky, libra su propia batalla comunicacional desde las redes sociales, reclamando apoyo internacional.

“Si tiene experiencia de combate en Europa y no quiere ver la indecisión de los políticos, puede venir a nuestro país y unirse a nosotros para defender a Europa”, reza uno de los llamados más desesperados.

“¿Cómo van a defenderse ustedes mismos si son tan lentos en ayudar a Ucrania?”, interpela Zelensky a los líderes europeos. Llama a usar todos los recursos posibles para detener a los rusos.

“Esto es una amenaza para toda Europa”, asegura el Presidente ucraniano, quien se considera a sí mismo como un blanco móvil y teme por su vida mientras las balas le pican cada vez más cerca.

No hace falta ser un entendido en política internacional para comprender que lo de Vladimir Putin es un abierto desafío a Occidente al exponer la limitada capacidad del bloque para poner un límite claro a la atropellada.

Vladimir Putin
Vladimir Putin

Ucrania no es miembro de la OTAN por lo cual el conjunto europeo no está obligado a salir militarmente en su defensa.

Tanto en EEUU como en Europa hay una fuerte resistencia de los electorados a que sus gobiernos se involucren activamente en esta guerra aunque las calles y plazas de toda Europa se llenaron para condenar la avanzada sobre un país independiente y con autoridades elegidas democráticamente. Ya en las puertas de Kiev, Putin, en un discurso lapidario, calificó al gobierno de Zelenski como “una banda de drogadictos y neonazis” e instigó al ejército a un golpe de Estado para facilitar las negociaciones.

“No estamos de acuerdo con la respuesta de Argentina. Queríamos señales más claras y fuertes”. Seryey Nebrat, el encargado de negocios de la Embajada de Ucrania en la Argentina no se anduvo con vueltas. “Queremos sanciones económicas contra Rusia de Argentina”. Todo un tema.

La salvaje incursión militar rusa sobre Ucrania profundiza los enfrentamientos internos que están fragmentando la coalición gobernante. Alberto enfrenta su propia “guerra de guerrillas”.

La relación con Máximo Kirchner pasa por el peor de los momentos. El jefe de La Cámpora desprecia al Presidente y desde la comodidad que se concedió dando el portazo se permite actuar como opositor sin renunciar a zona de confort que le ofrece el oficialismo. Caja y fueros sin costo político.

Apoltronado en los beneficios de la ambigüedad, juega a dos puntas.

Mientras el Ejecutivo se aplica a cerrar el entendimiento con el FMI para evitar el default, Máximo Kirchner asegura que no pretende obstruir pero tampoco acompaña.

Los senadores del oficialismo se emparentan con la oposición. Ellos también quieren conocer la letra chica antes de expresar una definición. Nadie quiere quedarse pegado. Llegado el caso, que se haga cargo el Ejecutivo con el ya decidido apoyo de la oposición.

Como “todo tiene que ver con todo” hay que admitir que los obuses de Putin vienen a pegar precisamente en el punto más sensible de la negociación con el Fondo.

Con el avance trabado por la diferencia en torno al aumento de las tarifas de luz y gas, la estampida del precio internacional de la energía es la peor de la noticias.

El aumento segmentado que propone el Ministerio de Economía de un 40% promedio, con un 20% como máximo para los sectores de menores ingresos e incrementos progresivos para el resto serían insuficientes para bajar el subsidio a la energía.

La suba del precio del petróleo, el encarecimiento global de los precios de la energía, demandará una corrección de las tarifas o una compensación con mayores subsidios poniendo en jaque las metas que se acuerden con el FMI.

El aumento internacional del precios de las commodities (la soja a USD 600) debería suponer un mayor ingreso de dólares al país pero al mismo tiempo generará mayor presión inflacionaria sobre los alimentos para el consumo interno, reavivando una disputa que en 2008 marcó el comienzo de una tragedia política: “El conflicto con el campo”.

El amigo Putin dejó al presidente argentino vagando por una zona imprecisa justo cuando más necesita del apoyo internacional para llegar a un acuerdo con el FMI.

Mientras los legisladores del oficialismo deshojan la margarita (“me conviene no me conviene”), la oposición cambiemita ha comprometido su apoyo para evitar el default. Saben que no hay margen alguno para no acompañar y que un colapso económico no le conviene a nadie pero en el mientras tanto van a tratar de exponer al Gobierno hasta el límite haciéndolo responsable final de lo que se firme.

Por iniciativa de Elisa Carrió, la Coalición Cívica presentó un proyecto de ley que autoriza al Presidente a acordar con el FMI sin necesidad de que se vote en el Congreso. Una iniciativa a la que calificaron como una “herramienta de última instancia”.

Carrió reserva para la oposición parlamentaria la tarea de evitar la creación y/o suba de los impuestos y que toque el sistema previsional. Un mar de buenas intenciones que los socios de la coalición opositora no están en condiciones de garantizar.

Desde el PRO, que resiste la iniciativa de Lilita, se admite que los legisladores que dependen de los gobernadores, “muy especialmente los radicales”, son sensibles a la presiones del Ejecutivo y no hay certezas de que puedan asegurar el cumplimiento de las promesas de campaña en orden a proteger a los ya expoliados contribuyentes de mayores cargas impositivas. A la hora de los bifes todos dependen del poder central. La necesidad es hereje.

En la tarde de este viernes, mientras en las capitales europeas se sucedían las marchas y expresiones de repudio a la ferocidad de Putin, nuestro presidente sobrevolaba Corrientes. Llegó tarde para la foto, después de la lluvia. Tantas idas y vueltas, tanta procrastinación, tanto ir y venir por una realidad paralela siempre termina llegando a destiempo al lugar menos indicado.

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