Rusia violó claramente el derecho internacional con su agresión, tanto desde territorio propio como desde Bielorusia. Probablemente, antes se había dejado de dar cumplimiento a los Acuerdos de Minsk del 2014, firmados para encontrar un marco de solución al conflicto entre Ucrania y las provincias separatistas, en la virtual guerra civil que se había empezado a vivir en la región del Donbas. Sin duda, había existido un incumplimiento al Memorándum de Budapest y las seguridades a Kiev, por haber renunciado en 1994 a las bombas nucleares y los misiles que las transportaban.
Como en todo conflicto bélico hay destrucción y muerte, y por parte de Occidente, no hubo disuasión o esta no fue suficiente, ya que Putin fue subiendo la apuesta que no iban a llegar soldados de los países integrantes de la OTAN, como tampoco llegaron a Georgia (2008) o a Crimea (2014). Quizás se subestimó su voluntad.
Aún antes, hubo una lucha de narrativas a través de los medios de comunicación donde cada lado buscó imponer al mundo entero su versión. Por cierto, no fue una sorpresa la acción rusa, aunque los analistas difieren acerca de cuál es el símil adecuado en el pasado. En lo personal, las acciones militares tempranas me recuerdan lo que ocurrió en la primera Guerra del Golfo, con el ataque a la infraestructura de control y dirección para dejar ciego y sordo al poder de fuego del adversario. También en 1990 la coalición que armara Washington tenía diferentes intereses a su interior, aunque nada similar a la dependencia energética de Europa. Sin embargo, la principal diferencia es que la amenaza de Estados Unidos no tiene la misma credibilidad, quizás porque hoy el mundo no es unipolar.
No se sabe si las sanciones van a tener el efecto deseado, aunque van a servir para medir la extensión del compromiso hoy existente entre China y Rusia, ya que la amplia billetera china -si la mano es generosa- puede marcar una gran diferencia, aunque existe un indicador de la preparación de Moscú para este momento: el aumento de sus reservas, incluyendo el oro.
Otros debates se concentran en que si la OTAN que nació para enfrentar a la Unión Soviética debió haber desaparecido junto con el Pacto de Varsovia, y algunos apuntan a que Ucrania importa más si se extraen las lecciones adecuadas para Estados Unidos y el resto del mundo.
Para mí este es el momento de introducir el propósito de estas líneas, ya que mucho sabemos de lo que se piensa en Washington y Moscú como también en Londres, Paris o Bonn. Sin embargo, hemos escuchado menos de los ucranianos, tanto del gobierno como de los separatistas en Donetsk y Lugansk.
Sabemos de la emoción, pero poco de cómo van a reaccionar ellos si pasan a ser víctimas de la resolución de esta crisis. Mi temor y el de muchos es que se repita lo de Crimea, y que la OTAN se limite a sacar declaraciones públicas, o que el apoyo chino haga que los dientes de las sanciones no muerdan. Quizás una verdadera paradoja sería que el conflicto haga subir aún más el precio de los combustibles, de tal manera que beneficie a Moscú y perjudique a un gobierno débil como el de Biden y/o a su coalición, además que afecte la recuperación post pandemia en muchas economías de este mundo globalizado, siguiendo lo mostrado ya por los mercados.
Quizás la coalición occidental se equivocó una vez más con la motivación detrás de Putin, quien contrariamente a lo que se dice no parece buscar la recreación de la ex Unión Soviética sino de la Gran Rusia, es decir, más cercano al zarismo que a la jerarquía comunista. George Keenan uno de los diplomáticos estadounidenses más influyentes del siglo XX y autor de la política de contención hacia la Unión Soviética argumentaba al oponerse a la extensión de la OTAN hacia el este, que Putin se motivaba más por la geopolítica que por la economía.
Es posible que Putin no se haya movido un centímetro de la estrategia presente desde que asumió la presidencia, la de transformarse en el paladín de las minorías rusas dejadas en otros países al desplomarse el imperio soviético. Es decir, así como del fin del imperio español, en América Latina surgieron nuevos países de las divisiones administrativas de virreinatos y capitanías generales, en la Unión Soviética aparecieron nuevos países de las 15 repúblicas que la integraban, proceso que todavía no ha terminado, tal como lo mostró Chechenia.
En América Latina hubo guerras surtidas en el siglo XIX para fijar los límites fronterizos y a eso estaría dedicado Putin en nombre de la Gran Rusia, exactamente lo que Slobodan Milosevic no pudo hacer en el colapso de la ex Yugoeslavia, y la creación de Kosovo es un tema recurrente en la argumentación rusa.
¿Cómo podría ser perjudicada Ucrania, transformándose otra vez en la parte más castigada?
Lo primero sería directamente afectar su soberanía, aceptando que un principio esencial de derecho internacional es que la amenaza o el uso de la fuerza no puede ni debe violentar los tratados fronterizos, cualesquiera sean los argumentos históricos, se trate de Rusia o de Iraq con Kuwait. Ello es así en el Donbas, independientemente de la lengua materna o del pasaporte de muchos de sus habitantes.
El principio de respeto a la soberanía se aplica a la incorporación de las dos provincias a Rusia como también al apoyo a la guerra civil que se ha vivido en Donetsk y Lugansk a partir de 2014, sea su intensidad alta o baja, y ese principio no debiera alterarse, aún si Ucrania no cumplió del todo aquella parte de los Acuerdos de Minsk que hablaba de un camino a la federalización de Ucrania, y por lo tanto, de esas provincias.
Un segundo camino sería que se les impusiera contra su voluntad un tipo de solución encontrada en la Guerra Fría para casos especiales, como fue forzar una neutralidad sobre Finlandia o Austria, que se transformaron en símbolos de soluciones impuestas por la historia y la correlación de fuerzas.
Una tercera senda sería que los intereses discordantes entre Estados Unidos y la Unión Europea los llevara a acrecentar lo que los divide por sobre lo que los une. Sería el caso objetivo de la dependencia del gas ruso o en el caso particular de Estados Unidos, que la llamada trama rusa siguiera polarizando y dividiendo al país, en un tema donde no se ha encontrado evidencia suficiente que Rusia determinó el resultado electoral en la presidencial del 2016, y para un porcentaje de ciudadanos ha sido más bien una excusa.
Por último, y quizás de la mayor gravedad sería que Ucrania fuera simplemente olvidada en el escenario que se acepte la recurrente petición de Putin de negociar un acuerdo de seguridad para Rusia, para reemplazar aquel que colapsó con el derrumbe de la ex URSS, pero donde no se ha recreado con Rusia, como sucesora. Como toda negociación, esta petición sería el punto de partida, pero no necesariamente el de llegada, y la oportunidad de representar aquello que molesta en la conducta de la Rusia actual.
La negociación podría tener lugar en el mediano plazo (así como hubo una sobre los misiles estadounidenses en Turquía, meses después del retiro de los soviéticos en Cuba en 1962) con una oferta que podría ser muy importante para Estados Unidos, la de una mayor neutralidad de Rusia en el conflicto que va a marcar este siglo XXI, y que no es Ucrania, sino la lucha por la supremacía mundial entre China y Estados Unidos, que adquiere una mayor importancia histórica cuando se recuerda que se cumplieron hace poco 50 años de la visita de Nixon a Mao, y de uno de los acontecimientos más importantes del siglo pasado, que fue la apertura de China, y su objetivo de que no se acercara a la Unión Soviética después del caos causado por la Revolución Cultural, solo que ahora sería al revés.
¿Ciencia-Ficción? No creo, escenario posible, y su grado de probabilidad va a depender de los ganadores y perdedores en el conflicto que estamos presenciando en Europa. Lo importante y moralmente exigible, es que Ucrania no sea olvidada.
¿De qué depende lo anterior? Creo que del rescate de un concepto de gran importancia durante la guerra fría, cual lo fue el de las líneas rojas, es decir aquellos temas de la mayor importancia que no podían ser violentados sin ser considerados agresión o provocación. Cumplieron hasta una función pedagógica ya que era conocido, tanto lo aceptable como lo inaceptable. Por rara vez, dos potencias en búsqueda de la dominación mundial no terminaron en conflicto bélico, el que existió, pero siempre a través de otros.
Al mundo le hace falta una comprensión semejante y para la paz mundial sería saludable. Quizás lo de Ucrania no se habría dado, o al menos no de esta forma.
Abogado, Ph. D. en Ciencia Política; excandidato presidencial (Chile, 2013)