Ajuste, tarifas y energía

Argentina debería haber convocado a la comunidad para que las energías renovables se desarrollaran con un proceso participativo

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Vista de una subestación eléctrica
Vista de una subestación eléctrica en Buenos Aires (Argentina). EFE/Juan Ignacio Roncoroni/Archivo

Ríos de tinta corrieron y corren sobre un tema que, como todos, debe tomarse desde el final para trazar un principio venturoso.

La pregunta que debemos hacer es: ¿Dónde queremos llegar? El final debería ser, considerando que el eléctrico es un servicio público: garantizar la energía más accesible y de mejor calidad de servicio posible para toda la población.

Recordemos cómo comenzó a desarrollarse el servicio de electricidad. Cuando uno viaja por el interior en los pueblos ve que se conservan aún las instalaciones de las viejas usinas de electricidad. Fue iniciativa de cada comunidad el desarrollo del tendido eléctrico.

Hubo experiencias de todo tipo, privadas de uno o un grupo de vecinos que lo desarrollaron, cooperativas que se formaron con la participación de grupos más numerosos de vecinos o iniciativas comunales. Pero en todos ellos el costo del emprendimiento se pagó con el aporte de los consumidores.

No escapa a este relato la ciudad de Buenos Aires, hoy la Usina del Arte en el barrio de la Boca es el edificio de una de las usinas generadoras eléctricas que tuvimos en la ciudad, era privada, de capitales suizos. Competía con otra de origen público que tenía las instalaciones muy cerca, en el puerto de Buenos Aires.

Con la aparición de las grandes generadoras, hidráulicas, atómicas y térmicas basadas en los combustibles fósiles y los oleoductos, refinerías y gasoductos comenzó la concentración del servicio y la distribución de la energía por grandes electroductos. Eso determinó que el Estado nacional se convirtiera en actor principal de una industria que había nacido desde las ciudades.

Pero nada modificó la esencia el servicio público se construyó con la contribución de los usuarios, ya sea directa por tarifa o ya sea indirecta por subsidios pagados por los impuestos de los contribuyentes o por el impuesto más ineficiente para la mayoría, la inflación.

Ahora sumamos un nuevo elemento para terminar de contar con todas las hipótesis que nos permitan trazar una meta, las grandes redes han entrado en crisis en todo el mundo. A partir del desarrollo de las energías renovables y la toma de conciencia del daño ambiental que la generación eléctrica con combustibles fósiles causa, el proceso de transformación de la matriz energética se impone.

En Argentina a la energía renovable se la tomó como negocio, se convocó a los bancos, fondos de inversión y grandes capitales. El camino era otro, deberíamos haber convocado a la comunidad, a los usuarios para que, al igual que en el comienzo, se desarrollara un proceso participativo.

La generación por energía renovable habilitó nuevamente, el camino inicial de la industria, la de la participación comunitaria para su desarrollo. Eso es lo que da solución a la inviabilidad de inversiones en grandes redes y a encarar el cierre de viejas centrales contaminantes.

Las grandes redes no pueden responder en calidad, cantidad y precio a la corriente migratoria hacia las ciudades de cientos de millones de habitantes y del crecimiento y dependencia de la electricidad en la cotidianidad del ciudadano urbano.

Por otro lado, las grandes generadoras tienen una fecha límite para su actividad por los compromisos adquiridos por el combate al calentamiento global.

Las energías renovables que sí se deben impulsar son los emprendimientos hidráulicos y las atómicas. Ambas, con el limitante de los estudios ambientales correspondiente.

Las hidráulicas con las eólicas y solares son complementarias. Pueden usar las redes de transmisión en forma conjunta permitiendo un mejor manejo del agua, recurso cada día más valorado e importante.

La reconversión del sistema debe contemplar, en forma urgente, la utilización de cada techo, de cada área libre en las cercanías de cada pueblo y de cada ciudad para generar en forma local energía que alivie las redes e instalaciones de distribución que hoy exige la demanda de los usuarios.

Ahora con este panorama abordemos el tema de las tarifas y los subsidios.

Las tarifas son objetivas, no tienen ningún contenido subjetivo ni opinable. Si alguien interviene para modificarlas debe hacerlo con un objetivo que sea explícito y virtuoso.

Hoy contamos con tecnología que puede dar un abanico de soluciones al objetivo de garantizar un piso de energía a todos los consumidores, considerando que la electricidad es un elemento vital para todos.

Primero y fundamental debemos, y eso es tarea de los parlamentos cuando se vota el presupuesto, establecer cuál es la energía necesaria para el desarrollo de esas familias que no pueden pagar el servicio pleno. No es el mismo en las grandes ciudades que en las más pequeñas, el hábitat es diferente.

Hoy contamos con medidores tele controlados o con medidores prepagos. Con esas herramientas se puede cargar ese piso en kilovatios directamente en los medidores, lo cual es extremadamente más barato que hacerlo por subsidio en pesos a las distribuidoras. Nos ahorramos casi el 40% de los costos de la distribución que pagamos en forma ineficiente.

Otra opción y más virtuosa, es, en las casas que lo permitan, instalar paneles solares que le generen la electricidad necesaria para cubrir sus necesidades básicas.

Conociendo que se han gastado en la última quincena de años el equivalente a la mitad de la deuda externa argentina en subsidios mal otorgados y mal administrados el problema merece ahora un plan virtuoso.

El consumidor sabrá que tiene un subsidio limitado y que lo que gaste fuera de esa energía deberá pagarla como el resto de los consumidores. Sobre todo, porque debe comprender que el subsidio se lo está pagando el resto de la comunidad en forma solidaria.

Los gobernadores cuentan con información que les permitirá informar a los parlamentos los datos que les permitan otorgar el justo subsidio. Evitando que se confunda con el acto casi divino de un funcionario que, con plata ajena, pretende ser el ángel custodio de los más humildes que no pueden trabajar para lograr la dignidad que da pagar sus gastos.

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