Un política exterior más profesional para definir nuestro rol en el nuevo escenario

La Argentina tiene un rol clave por lo que sería conveniente convocar a la formulación de una estrategia que con profesionalismo permite generar un mayor desarrollo del país y producir más empleos

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El presidente Alberto Fernández junto al Canciller Santiago Cafiero
El presidente Alberto Fernández junto al Canciller Santiago Cafiero

Comprender las relaciones internacionales y las premisas que definen este confuso nuevo orden mundial no es tarea para la improvisación, sino tarea para dirigentes con espíritus y mentes intelectualmente muy preparados –inquietos en la materia– y con la capacidad profesional de objetivar la realidad política. Además analizar el escenario internacional en este siglo nos abruma de desafíos e imprevistos, lo que requieren conocimientos científicos rigurosos de historia y política que permitan perfeccionar cualquier diagnóstico.

Esta nueva guerra fría tiene un revés virtual pues en casi nada replica los cánones de la guerra fría del siglo XX, a la que tanto aportó el diplomático e intelectual americano George Kennan con la doctrina de la contención. Pero a la vez es muy real en la medida que las potencias mundiales defienden territorial y comercialmente, y de manera firme, sus roles hegemónicos. Una guerra planteada de modo caótico y no institucional, ahora típica de esta modernidad. Este supuesto orden además, confunde con facilidad a los líderes y jefes de los terceros Estados no protagónicos, algunos de los cuales desde un rol periférico se consideran “asegurados” o centrales por su rol de aliados o socios circunstanciales de las potencias, así como la percepción de ciertas señales ideológicas o de pactos comerciales coyunturales, que en nada son símbolo de alianzas estratégicas con incidencia en el escenario mundial.

Desde siempre el “equilibrio de poder” ha buscado mantenerse firme a ultranza y más allá de los mejores esquemas de cooperación internacional como las mismas Naciones Unidas. Las nuevas guerras tecnológicas y conflictos territoriales o comerciales entre Estados, está a su vez atravesadas por nuevos veloces medios y formatos comunicacionales que no aclaran el panorama internacional sistémico. Son un desafío para la estabilidad de las política exterior y agudizan el desafío político profesional de diseñar una nueva agenda diplomática realista

Observamos con satisfacción las acciones regionales que en estos últimos tiempos han favorecido una consolidación del relacionamiento con nuestro aliado estratégicos con Brasil, aún pendiente de consolidarse bilateralmente como elemento pétreo regional por ciertos vaivenes políticos. Mérito de la política y la diplomacia.

Pero estudiando con realismo las posibilidades de reconstrucción del país y los vecinos y, también enfocados en la inserción internacional, la preocupación de la política exterior se debiera concentrar en desarrollar una aguda diplomacia en los temas de la subregión, donde nos queda un rol de importancia para jugar. Independientemente de que sepamos que la política exterior posee políticas de estado invariables como Malvinas, Mercosur o los derechos humanos, debemos ser consientes que la subregión es el plano donde nuestro país puede en este siglo y hacia adelante, cobrar un nuevo protagonismo de peso real y favorable a los intereses nacionales. Las prioridades de relacionamiento bilateral que el país puede apostar sin temor a equívoco alguno pasan por Uruguay, Chile, Paraguay, Perú y Bolivia. Incorporando a las negociaciones regionales proyectos ligados a intereses económicos y comerciales, de infraestructuras básicas y de formatos institucionales políticos y sociales. En este paquete de armonías regionales cabe la defensa y explotación de nuestros recursos energéticos y una política de valorización plena en favor de la plataforma continental, la pesca y sus recursos.

Pero es de la misma relevancia que la proyección regional se diseñe en nuestra política internacional con pausa e inteligencia, y no con “ilusiones ideológicas, supuestos amiguismos de líderes o alianzas de coyuntura basadas en políticas y doctrinas fuertemente aislacionistas y nacionalistas”. Nada buen hemos de sumar en estas alianzas y salta a la vista que nuestra sociedad en general, siempre rechazó y rechaza este tipo de “apuestas”.

La política exterior no puede resolverse con el diario de la mañana. Es tan serio que la ansiedad de figurar o actuar no permite la toma de decisiones elaboradas sesudamente. Requiere paciencia, lógica y conocimiento e inteligencia estratégica. La Argentina al formular su política exterior se debe plantear con realismo cual constituye su rol a desarrollar en la actualidad en el sistema internacional.

La Argentina siempre ha tenido en la historia un papel relevante reflejado en los aportes a doctrinas de derecho internacional y principios de derecho, seguridad y paz internacional de todos los foros del sistema internacional. Pero las relaciones internacionales en el presente siglo están largamente por encima de normativas de derecho internacional y principios de y ética. Por ello tal pragmatismo también se debe incorporar al diseño de nuestro verdadero rol y nueva política exterior, apoyada en una agenda de misiones empresariales, comerciales y acuerdos concretos, y no viajes para promesas varias de capitales financieros que se evaporan...

El mundo asiste a una realidad global compleja e interdependiente, que no deja lugar para facilismos. La política exterior argentina de varios gobiernos recientes ha buscado avanzar las relaciones con China. Se logró un gran avance de intereses con una balanza totalmente despareja y de difícil corrección. Se hizo claro que en el mercado oriental el desafío aún es muy amplio y requiere de acercamientos político culturales, que difícilmente puedan lograrse. Nuestro régimen político y social aún responde a un esquema occidental, donde gobiernos y Cancillerías hacen gala de la defensa del sistema democrático y los derechos humanos, lo que tarde o temprano de nos confrontaría con esquemas autoritarios como es el comunismo del hegemón chino y sus intereses mundiales. Gobierno y sociedad en Argentina desean salir del aprieto internacional de la deuda externa, y dejar que la relación estratégica con Washington navegue con naturales canales, alejando confrontaciones, discursos falsos y manoseos en una relación que puede manejarse con estabilidad y racionalidad. Y también sin promesas o ilusiones de proyectos lejanos de los intereses nacionales o de la región. No necesita ni gana nada el país al inventarse roles en juegos doctrinarios extremos que le hagan perder sus objetivos continentales y de integración.

Las relaciones con Rusia en el campo energético y agrícola han sido positivas para nuestro país, y ello sin necesidad de expresiones de apoyos político ideológicos. El derrotero histórico del imperio ruso es muy rico y no es el caso describirlo, salvo tener en cuenta objetivos estratégicos y de expansión propios de su naturaleza asiática formada con cultura europea también. Crimea fue muchas veces la prioridad de esa flota imperial, y los países cercanos a estas regiones consideradas naturales a su historia desde siempre corren riesgos. Habrá que ver paso a paso si las Naciones Unidas pueden confluir hacer valer el derecho internacional y generar sanciones a la expansión Rusa, y si ello es paralelo al accionar realista de las demás potencias. Algo que parece difícil en este formato de nueva guerra fría tan realista y terminal.

Los Estados Unidos intenta naturalmente buscar formatos de política internacional que consoliden su esquema hegemónico. Parece consciente, junto a sus aliados europeos que la disputa será por espacios hegemónicos. Tanto en el caso chino como el ruso. Debemos con seriedad preguntarnos si tenemos algún rol en este esquema de confrontación mundial. Lo más importante de un país es el concepto que tenga de sí y el rol que ha de jugar en un mundo multilateral con batallas hegemónicas.

La Argentina tiene su rol para jugar en el esquema internacional. Mucho por jugar a favor de la cooperación internacional. Mucho por incidir desde la integración subregional. Para ello sería conveniente convocar a la formulación de una política exterior profesional, donde a la dirigencia política seguramente le resultaría más sencillo trabajar en el diseño y ejecución de una política internacional que defienda legítimos intereses, trabaje en alianzas temáticas regionales concretas y su posible aplicación o no en el resto del mundo. Política asentada en sus recursos y riquezas que pueda, de manera simultánea, reforzar su política exportadora con la atracción de inversiones internacionales. Alejada de todo esquema ideológico anacrónico y desgastante. Una política que con profesionalismo permite generar un mayor desarrollo del país y producir más empleos para nuestra sociedad empobrecida. Una política exterior abierta a escuchar a las voces y foros más preparadas en el ámbito intelectual, político, académico y diplomático puede aún generar una política internacional constante y prestigiosa en el escenario de las relaciones internacionales.

*El autor es embajador del Servicio Exterior de la Nación y Director de la Escuela de Relaciones Internacionales de la USAL

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