En estos días nos sorprendió la noticia de una nueva estafa piramidal que tuvo su epicentro en Villa María, provincia de Córdoba. La habría realizado Leonardo Cositorto través de “Generación Zoe” y que por su método, montos y personas afectadas nos trae a la mente otro caso que, en casi idénticas condiciones, conmovió a la sociedad hace poco tiempo. Aquel que involucró a la empresa Hope Funds en manos de Enrique Blaksley, hoy detenido y sujeto a juicio oral ante el TOF 4 en Comodoro Py, probablemente a la espera de una condena ejemplar si de este tipo estafas se trata.
Hay más similitudes que diferencias entre ambos casos. El sistema es siempre el mismo. El capital que uno aporta, supuestamente a los fines de hacer inversiones que le generen ganancias y así pagar los intereses pactados, no se utiliza a tales fines sino que, en general, lo asignan a fines publicitarios para así atraer a mas inversores. En caso de que alguien requiera interés o devolución de capital, se le paga con el dinero “fresco” que ingresa de los nuevos inversores. De ahí que el sistema colapse estrepitosamente en caso que quienes tienen derecho a recuperar su dinero lo soliciten.
La sociedad y por sobre todo la Justica son nuevamente puestas a prueba en el sinuoso camino que transitan las estafas piramidales a través del uso del esquema “Ponzi”, cuyo sustento principal es el esquema comercial denominado “Friends & Family” (Amigos y Familia). El desenlace tiene una sola salida: dejar sin dinero a incautos inversores a través de un sistema con poco o nulo control por parte del Estado o de la autoridad administrativa alguna. Mientras tanto, el perverso sistema se alimenta bajo tres premisas: la confianza (es recomendado por un familiar o un amigo), el desconocimiento (nos hablan de operaciones y negocios que el común denominador desconoce como funcionan) y el engaño (prometen ganancias exorbitantes, incluyendo rentas mensuales, prometiéndoles a futuro un buen pasar).
El perfeccionamiento y propaganda incluye las más variadas opciones, respetándose siempre las connotaciones y propuestas de un “líder”. En el último caso, Leandro Cositorto se auto denominaba “coach ontológico”, mote que se atribuyo ante la comunidad en la cual instauró la estafa.
Lo importante es saber que existen maneras de evitar caer en esta trampa. Hace poco y hablando de este tema, un economista nos comentó que lo habían contactado de “Generación Zoe” para que armara un esquema de difusión del esquema de inversión, ofreciéndole a cambio un muy buen honorario. Esta persona le hizo una sola pregunta y le pidió un solo documento. Les dijo si le podían exhibir la habilitación de la Comisión Nacional de Valores: nunca más lo volvieron a contactar.
Empresas fantasmas, paraísos fiscales y hasta shows de ostentación, sin nada que lo sustente, son la cara principal de estas estafas. El típico castillo de naipes que se derrumba ante el más suave de los soplidos. De ahí en adelante, las promesas y la convicción de que con la inversión uno se “salva” se convierten en tragedia, que seguramente finaliza en la Justicia vía estafa, concursada con alguno otro tipo delito como el lavado de activos.
Volviendo a la prevención personal y al cómo me puedo proteger si viene mi padre, mi hermano, mi amigo, mi primo, mi vecino y me dice “confía que esto está bien”, un simple consejo. Primero, averiguar sobre la empresa y sus titulares: con pedir algún que otro informe comercial surgen datos a tener en cuenta. También, como hemos dicho, requerir la autorización de la Comisión Nacional de Valores. Todas las personas que trabajan en el sistema financiero tienen que estar autorizados y a muchas otras las regula el Banco Central. Ante la duda, no invertir.
Ahora bien, una vez que tenemos el hecho consumado, como pareciera haberle sucedido a las muchísimas personas que invirtieron por un año un mínimo de $2000 y le daba una ganancia impensada, es importante acudir a la Justicia.
Por un lado, se procura la investigación del hecho delictivo y, por otro, la investigación patrimonial y societaria. Con seguridad uno se encuentra con una gran organización criminal de la mano de personas no improvisadas. La cuestión no se hace de un día para otro y quien la comienza sabe perfectamente cómo culmina. Saben con seguridad que en algún momento esta “rueda” se corta y el castillo de naipes se derrumba. Las empresas creadas no existen, los prestanombres están a la orden del día y la trazabilidad y la localización de mi dinero se esfuma en promesas y pronósticos de renacimiento en caso que, precisamente, ingresen nuevos inversores como única salvación para la empresa.
Actuar rápido en la investigación criminal y verificar créditos en la faz comercial son elementos necesarios en procura de recuperar activos -si es que los hay- por la vía de confiscación de bienes o remate.
Continuar poniendo en alerta a la población es la única manera de desenmascarar este tipo de estafas. La responsabilidad del inversor es presentarse ante la Justicia, aportar datos y pruebas que le permitan poner fin al cuento y que los delincuentes involucrados den cuenta de sus actos.
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