Hace bastante tiempo Cristina Fernández de Kirchner sacudió al gobierno de Alberto Fernández, desde la Plaza de Luján, con aquella célebre frase de “funcionarios y funcionarias que no funcionan”. Sin embargo, al menos en los principales niveles de la Administración, funcionarias -del sexo femenino- en ese momento eran muy pocas; y hoy siguen siéndolo a pesar de la incorporación de Gabriela Cerruti y Cecilia Nicolini, que fungen con rango de ministro y secretaria, respectivamente, en el Poder Ejecutivo Nacional.
Vilma Ibarra, una feminista militante, de enorme influencia sobre las decisiones del Presidente, como ha sido en el caso del aborto y de la vacunas, ha promovido la paridad de sexo en la designación de funcionarios (y funcionarias). Pero no de género. Lo que -en principio- para la que suponemos ha de ser la mirada oficial, casi es un paso hacia la consagración de una suerte de discriminación. ¿Por qué?
En el formulario del Censo Nacional, según lo publicado por el Indec, en el rubro “Sexo e identidad de género: se preguntará a todas las personas el sexo registrado al nacer (incluyendo la categoría “X”) y cómo se considera/autopercibe (“mujer”, “mujer trans/travesti”, “varón”, “varón trans/masculinidad trans”, “no binario”, “otra identidad/ninguna de las anteriores”). El director del Indec, seguramente, se habrá informado acerca de cómo podrán responder los interrogados acerca del “sexo registrado al nacer” que -según el organismo de estadística- incluye la categoría “X”.
Confieso que no he preguntado a obstetras, neonatólogos, etc., acerca de la información que brindan a los padres o a los responsables de ese registro, acerca de cuándo corresponde la categoría “X” entre las posibilidades de sexo del recién nacido.
Sin duda, mí misma ignorancia la comparten Vilma Ibarra y Alberto Fernández que, cuando proponen la “paridad de sexo” para los cargos, han reclamado sólo por las mujeres (F) y no por los que tienen registrado al nacer el sexo “X” que el Indec preguntará en el Censo.
Pero Vilma tampoco reclama por la paridad de género que, como bien señala el cuestionario del Indec, digamos, no tiene límite ya que incluye “otra identidad y ninguna de las anteriores”. “Otra identidad” es un concepto infinito. ¿Cómo haríamos la paridad? Dicho esto, lo que deducimos es que entre Vilma Ibarra y el director del Indec no hay comunicación.
Esta falta de comunicación no es un problema. El Censo se hará. Y si Vilma concreta, cuando se haya designado a un hombre especialista, por ejemplo, en “descular hormigas”, para el próximo nombramiento habrá que designar a una mujer que puede tenerle terror a las hormigas. Pero es mujer, aunque no pueda tocar a una hormiga.
La discriminación machista en el poder no existe
Afortunadamente, aunque Vilma lo perciba, en la Argentina esa discriminación machista, en el ejercicio concreto del poder, no existe. Por ejemplo, mucho antes de que José Luis Manzano propusiera el “cupo femenino” para los legisladores nacionales, ya la Argentina había tenido en 1862 una gobernadora. Fue en Catamarca doña Eulalia Ares de Vildoza la que encabezó la “Revolución de las Mujeres”. ¿Qué tal?
En distinto tiempo y en distinto orden ya fueron gobernadoras once mujeres, más dos que están actualmente en ejercicio. Y veintiuna vicegobernadoras más seis que están actualmente en ejercicio.
Ya fueron gobernadoras once mujeres, más dos que están actualmente en ejercicio. Y veintiuna vicegobernadoras más seis que están actualmente en ejercicio
En 1973 tuvimos una vicepresidente elegida por el pueblo, la Señora María Estela Martínez que, a la muerte de Perón, fue la primera presidente mujer de la Argentina.
Y además los argentinos votaron, no una sino dos veces, a Cristina Fernández de Kirchner como presidente.
Camaristas, juezas, secretarias en todos los niveles de la administración de justicia; rectoras, decanas, profesoras; directoras de la Administración y responsables de organismos como, por ejemplo, Luana Volnovich y Fernanda Raverta, mujeres jóvenes, que manejan las cajas más grandes de la Argentina, etc.
No es un problema prioritario
Tenemos una larga tradición y un largo ejercicio de la “no discriminación”. Pero claramente no es ese un problema prioritario para lograr la eficiencia. Ni del Estado como pretende Vilma ni para los directorios de las empresas como pretendía el Inspector de Personas Jurídicas. Claro que no. Ni de sexo, ni de género. Ni de registro al nacer, ni de consideración ni de autopercepción, como señala el Indec.
Nuestro problema y gravísimo, es la dominante designación por afinidad, confianza, simpatía, partido, ideología de ministros, secretarios, funcionarios, etc., sin tener el menor respeto por la capacidad y el conocimiento.
Sin tener en cuenta la acumulación de capas geológicas de incapaces, que hacen del sector Público lo que desean los “neoliberales” para sumar argumentos para trabar la función transformadora del Estado. Justamente, aquellos que creemos en la necesidad de un Estado para el desarrollo -porque el desarrollo solo no ocurre- somos los que sufrimos la consecuencia de la frivolidad de quienes conducen y desprecian, realmente, la excelencia que debería ser -como es en muchos países- la norma para estar en el Estado.
Aquellos que creemos en la necesidad de un Estado para el desarrollo -porque el desarrollo solo no ocurre- somos los que sufrimos la consecuencia de la frivolidad de quienes conducen y desprecian, realmente, la excelencia
Allí deberían estar los mejores porque las consecuencias de sus errores son terribles y las consecuencias de la inacción mucho peores. Veamos:
- La cuestión del ambiente, el cambio climático, que hoy aterroriza la provincia de Corrientes y al país; la pérdida de bienes, de inversiones y de biodiversidad que es televisada hoy en esa provincia, ocurre todos los días, en menores proporciones y en menor intensidad, pero con inexorables consecuencias, en todo el país.
- La muerte de los cauces de llanura urbanos, que ha denunciado hasta el hartazgo Francisco María de Amorrortu, la baja de las napas a causa de la no administración del riego, la contaminación por el mal uso de los progresos científicos, el manejo de la basura (El “chiqui Tapia” fue o es directivo del Ceamse por un acuerdo entre Horacio Larreta y Hugo Moyano).
Esto sólo para señalar las cosas más evidentes.
En los últimos años los temas ambientales han estado en manos de colosales inexpertos, más allá de su récord de incompetencia, por ejemplo Mauricio Macri lo nombró al Rabino Bergman que reconoció su sorpresa ya que “de eso” no sabía nada; y Alberto Fernández lo nombró a Juan Cabandié, que es evidente que en dos años no aprendió nada y ni siquiera se quedó para mirar el incendio y viajó a Barbados y como si esto fuera poco, el Presidente le puso debajo a Cecilia Nicolini que es, para él, una Leonardo da Vinci que puede hablar de vacunas, de pandemia, de política internacional y ahora de medio ambiente.
En los últimos años los temas ambientales han estado en manos de colosales inexpertos
Cumple con la idea del cupo de sexo. Pero no con la condición de conocimiento, experiencia, formación.
Vilma ha contribuido, con su poco prioritaria demanda, a poner en claro que este Estado, la cosa pública, se ha convertido en una carga espantosa para todos los habitantes porque, desde hace muchos años, la idea de una burocracia de excelencia, que informe a la política y modele la perfección de las decisiones, ha sucumbido a la “pega” de los leales, los cumpa, los “chicos conocidos” y toda esa carga de incapacidad de una dirigencia política que, hace no tanto, supo llevar los negocios públicos de modo tal que la Argentina creciera económica, social y culturalmente, sin pobres y con Premios Nobel de Ciencias Duras.
La prioridad urgente para el sector público, que consume mucho, es la capacidad demostrada, la formación y la trayectoria.
Vilma Ibarra, que fue compañera de trabajo de Javier Milei y Rafael Bielsa, ahora tan distintos, seguramente lo sabe. ¿O no?
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