Seguramente al lector le interese un rábano la determinación tomada por el Municipio de Guaymallén, Mendoza. Posiblemente dedicarle algunas líneas a la estupidez política parezca una pérdida de tiempo y de energías. Puede ser, concedo. De todos modos y no obstante los riesgos, voy a hacerlo, aunque mi expertis sean los documentos, los libros y la historia, me apura la sangre y se me hace difícil correrme de un hecho que, aunque chiquito, evidencia cómo el progresismo destruye el pensamiento y el sentido común. Y voy a escribir la nota precisamente porque hoy la batalla contra la estupidez se da en territorio del sentido común.
Resulta que el intendente radical de Guaymallén, Marcelino Iglesias, recordar su nombre porque con el tiempo puede pasar a ser ejemplo del mal gusto, ha prohibido los concursos de belleza. El funcionario asegura que el rol de la mujer ha ido evolucionando y es absolutamente anacrónica la elección de reinas y princesas. Es -dice- no solo una cosificación de la mujer sino que también es una desvalorización de todos los roles que cumplen…etc, etc, etc.
¡En síntesis la belleza no debe premiarse y menos si de mujeres se trata! Bien a tono con el feminismo extremo. En los votos esa estupidez no garpa, Iglesias.
¿La belleza no es un valor, acaso? ¿En la belleza no hay armonía, consonancia, medida, proporción? ¿No hay también subjetividad, esto es, individualidad y singularidad? Va de suyo que no es el único valor. Hay otros, por ejemplo, la lealtad, la defensa de la vida, de la Patria, de las tradiciones, de las costumbres, de la familia, pero lo cierto es que la belleza es grata a la vista y da placer, como un paisaje, una escultura, una pintura, una pieza musical. La belleza física si bien es un don natural que nos hace diferentes, hay que trabajar sobre ella. No es soplar y hacer botellas. Dice un viejo proverbio chino que después de los 40 uno es responsable de su rostro.
La belleza no discrimina, es así, un don. ¿Hay que negarlo entonces? Este asunto de la cosificación de la que habla el Intendente es un disparate, en tanto y en cuanto la mujer o el hombre que se distinguen por su belleza física tengan en claro el juego que practican. Esta zoncera se asimila, en otro orden y en otro ámbito, a la determinación tomada bajo el gobierno del doctor Raúl Alfonsín, ya que de radicales hablamos, y defendida por el progresismo a lo largo de los tiempos de no calificar con nota a los alumnos porque el mérito, a veces natural y a veces trabajado, lastima a los que no están en la cima. Entonces jerarquizar es inconveniente, es dañino a la sociedad democrática. Lo que esconden medidas de esta naturaleza es la dificultad ideológica de aceptar la diferencia y para que esto no se note hay que prohibir las acciones que la promueven. ¡El igualitarismo llevado al extremo!
El Intendente justicialista de Maipú se ha manifestado en contra de esta absurda decisión, como también el PRO, que afirma: “Algunos vientos de modernidad ven en ello ‘violencia y degradación a la mujer’. Por nuestra parte, nosotros no vemos ex reinas que se sientan denigradas por su participación, al contrario, observamos ex soberanas con roles centrales”.
Además del FMI, en Juntos por el Cambio deberán poner la casa en orden en temas tan pequeñitos como este. Se agradece.
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