Argentina coherente

Para convertirnos en un país de avanzada, es necesario trabajar esforzadamente en conjunto, compartiendo ideas, sumando innovación y respetando al prójimo aunque piense diferente

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Ciudad de Buenos Aires
Ciudad de Buenos Aires

El Coaching ontológico es una de las disciplinas esenciales para un mundo que demanda innovación y nuevas acciones. Para atrevernos a superar los efectos negativos provocados por la pandemia, el coaching nos brinda herramientas que son vitales para expandirnos en todas las áreas de nuestro ser. A estas herramientas se las denominan “competencias”. Una de ellas, a la cual me quiero referir es la coherencia. Ella nos permite emitir juicios acerca de la realidad que observamos (cada uno desde su mirada, atravesada por los valores, educación o historia). Pero que, a la vez, constituyen un puente al crecimiento personal, comunitario o institucional.

Una competencia es una capacidad de adaptación, generando confianza y sustentabilidad. En ese sentido, la coherencia es la unión de una cosa con la otra, es la actitud lógica y consecuente con una posición anterior.

El Coaching ontológico propone el acompañamiento para la construcción de un aprendizaje mutuo, empleando preguntas poderosas, que nos ayuden a reconocer qué cosas nos incomodan y qué estamos dispuestos a modificar de la realidad presente, pero además generando acciones para el cambio.

Evaluando la gran crisis que sufrimos como sociedad argentina, una pregunta poderosa a la cual no podemos eludir, si queremos crecer como país, es preguntarnos como nación, ¿Argentina es coherente? Para responder a la misma, sólo debemos observar la realidad que hemos atravesado y todavía estamos atravesando, emitiendo un juicio sobre nuestro nivel de coherencia.

Formularnos preguntas es propio del ser humano, ya lo dijo el filósofo alemán Heidegger: “Ser humano es quien interroga su ser para hacerse cargo”.

Emitir juicios y no hacernos cargo, nos conduce a perder la coherencia. Ser coherentes es atrevemos a mirar nuestro interior y si en esa búsqueda encontramos incertidumbre, vulnerabilidad, pero además vemos amenazada nuestra esperanza, será necesario no solo reconocer esa incomodidad sino constituirnos en un agente vital para una transformación social.

La Biblia expresa sabiamente en el Antiguo Testamento, en el libro de Jeremías, lo siguiente: “Proyectar y ejecutar planes de bienestar, produce un futuro y esperanza para una nación, en lugar de un resultado calamitoso” (Jeremías 29:11).

¿Por qué entonces los resultados en áreas como la economía, la educación, la pobreza y el desempleo son calamitosos? Incluso el preámbulo de nuestra Constitución Nacional establece como fundamento la búsqueda del bienestar general de todos aquellos que habitan o deseen habitar el suelo argentino. Como un país enraizado en los valores judeocristianos no hay coincidencia entre lo que se declara y lo que finalmente ocurre. Por ejemplo:

- Argentina produce anualmente alimentos para 400 millones de personas, pero el 43% de nuestro país se encuentra sumergido en la pobreza.

- Honrar la vida, se contrapone con 5957 muertes durante el 2021 por accidentes viales y el masivo daño que provoca el consumo de drogas.

- La declaración de parte de quiénes se consideran referentes sociales asegurando que la solución es generar espacios de diálogo y consensos para que soplen vientos de cambio, se esfuma en la llamada “grieta” parecida a la antigua historia de unitarios y federales.

De acuerdo con todo lo expuesto, las promesas incumplidas generan en la población altos niveles de desconfianza y falta de credibilidad, creando un círculo vicioso que se retroalimenta con el correr de los años.

Aun así, todavía estamos a tiempo. Podemos emplear eficazmente los juicios emitidos desde distintos sectores de la sociedad, pero no en el sentido de seguir acentuando la grieta e hipotecar a las futuras generaciones en un devenir recurrente, como si fueran un laberinto sin salida. Por el contrario, cada argentino y argentina, tiene el derecho de hacer uso de una de las armas más poderosas que tiene el ser humano: el lenguaje. Este es acción, genera cambios, abre y cierra oportunidades.

Desde ese lugar que cada uno ocupa como un eslabón vital para nuestra amada Argentina, propongo que declaremos un quiebre, que en coaching es reconocer que así no podemos seguir, que esta incoherencia nos incomoda y que estamos dispuestos a hacer todos los ajustes necesarios para recuperar una Argentina coherente, esa Argentina que, en su época de gloria, llegó a ocupar el “top ten” mundial en materia educativa.

Los distintos actores sociales, definitivamente deben tener la actitud y la buena voluntad de generar todas las conversaciones que se requieran para poner en marcha la transformación del país. Aunque es fácil decirlo, pregunto: ¿Por qué no hacerlo?

A favor de la Argentina cuenta una gran masa crítica de fe. Según estudios del CONICET del año 2019, el 85% de los argentinos manifiesta creer en Dios. Por lo tanto, deberíamos conectar esa fe con el Preámbulo de nuestra Constitución, que nos dirige a invocar la protección de Dios, fuente de toda Razón y Justicia, buscando luego acciones concretas que conduzcan al bienestar general de la población.

También es cierto que gozamos de grandes individualidades en los distintos campos del saber, el arte, la comunicación, la empresa y la política, pero deberíamos aprender de otros países que aun reconociendo cada individualidad entienden que para convertirse en un país de avanzada, es necesario trabajar esforzadamente en conjunto, compartiendo ideas, sumando innovación, respetando al prójimo aunque piense diferente.

Como dijo el premio Nobel de la Paz y dos veces Primer Ministro de Israel Simón Peres: “Ser precavido es atreverse”. Creo que nos falta atrevernos y tomar los riesgos necesarios de trabajar en conjunto. Ya lo dice un viejo refrán: “En la cancha se ven los pingos”.

Dios quiera que este 2022 sea el año de despegue, que unamos el decir con el hacer, que del dicho al hecho, no haya mucho trecho. Construyamos juntos una Argentina coherente.

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