Dentro de las historias que se repiten en la Argentina se encuentra aquella que ocurre cada mes luego de que el INDEC divulga los índices de inflación: un sinfín de declaraciones de funcionarios y demás personajes afines al gobierno intentando explicar las causas de la inflación y las posibles soluciones según sus sesgadas e ideologizadas visiones.
Este último informe oficial sobre el nivel general de precios deja entrever algunas cuestiones que valen la pena destacar. Una de ellas –a pesar que hasta el propio Martín Guzmán había declarado en varias oportunidades que la inflación en Argentina se estaba “desacelerando”- es que para superar el 3,9% de inflación mensual que arrojaron las mediciones de enero uno debe remontarse a abril de 2021, mes en que el índice se ubicó en el 4,1%. Lejos de desacelerarse, el problema inflacionario parece recién estar comenzando a tomar velocidad.
La otra preocupación es la inflación que expresó el rubro “Alimentos y bebidas no alcohólicas”: más allá del estruendoso incremento que sufrieron (4,9%, un punto más que el índice de precios general), está demostrándose nuevamente que los controles de precios siempre terminan en fracaso. El gobierno insiste una y otra vez que éste es un problema estacional (efectivamente: están culpando al tomate y a la lechuga por el descontrol inflacionario). Resulta algo curioso que cuando uno deja de observar únicamente enero y su estacionalidad, la conclusión es contundente: durante los últimos doce meses la inflación acumulada en alimentos fue del 50,5%, allí es cuando se comprende que no hay un problema estacional sino más bien un problema estructural.
No hay mejor forma de entender los errores que reflexionando sobre lo ocurrido: la “Ley de alquileres”, la “Ley de Góndolas”, el control de precios y el cepo al dólar no hacen otra cosa que disparar los precios y/o generar escasez
El secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, había anticipado días atrás que su “batalla” contra el incremento de precios en el rubro alimenticio la estaba perdiendo. Esto suena razonable en virtud que en cualquier batalla donde se equivocan las estrategias y las armas, se pierde. De igual manera uno podría pretender que ante semejante confesión y los datos del INDEC que le dan absoluta razón a su frase derrotista, las acciones por parte del gobierno cambien su rumbo. Sin embargo, luego de conocerse los datos de inflación, el propio secretario de Comercio declaró (una vez más) que “para bajar la inflación se necesita más regulación del Estado”. Resulta sumamente absurdo que habiendo reconocido la derrota en términos inflacionarios intente nuevamente ir a la batalla utilizando la misma estrategia y las mismas armas que lo están viendo sucumbir.
Sin embargo el menos atinado tal vez haya sido Rafael Klejzer (dirigente social y Director Nacional de Políticas Integradoras del Ministerio de Desarrollo Social) quién propuso directamente y sin vueltas la creación de la Empresa Nacional de Alimentos (ENA), lo que luego fue avalado por la portavoz presidencial. Esta nueva empresa –según sus propias expresiones- sería necesaria para combatir los abusos en los precios. Es evidente que el funcionario en cuestión aún no está al tanto que Cuba y la Unión Soviética han probado estas genialidades durante décadas, arrojando como resultado final el hambre, el empobrecimiento extremo y la muerte.
Es momento para que el gobierno deje de lado su comportamiento adolescente y entienda que más prohibiciones, más controles y más regulaciones no harán otra cosa que degradar cada vez más la situación económica y social de la Argentina. No hay mejor forma de entender los errores que reflexionando sobre lo ocurrido: la “Ley de alquileres”, la “Ley de Góndolas”, el control de precios y el cepo al dólar no hacen otra cosa que disparar los precios y/o generar escasez. El sector privado no necesita más regulaciones, sino menos burocracia. No necesita más prohibiciones sino más libertades. El sector privado necesita dejar de lado la inflación generada por el desmadre en la emisión monetaria, más crédito, reglas del juego claras, menos impuestos, menos sindicatos extorsionadores y menos leyes que destruyan los incentivos para invertir, para generar empleo y por sobre todo, para tener ganas de seguir adelante en un país al que cada vez se lo entiende menos.
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