Un Gobierno impune y sin respuestas

Un ministro de Ambiente viajando a Barbados mientras se prende fuego Corrientes y un inicio de clase en dudas por decisión de los sindicatos muestran que en la Argentina la política sigue de espaldas a la realidad

Resultan ciertamente increíbles las actitudes que toma el gobierno ante la realidad que nos apabulla. Muchas veces incluso suenan algo surrealistas. Los problemas estructurales en la Argentina son ciertamente conocidos: la incesante pobreza que afecta a 19 millones de personas, el hambre crónico que llegó a afectar a 5 millones de argentinos y los ya históricos y repetitivos desajustes en la economía que pasan por temas tan variados como la inflación descontrolada, el interminable cepo cambiario, las complicaciones para comerciar con el mundo, el déficit fiscal, la deuda pública impagable y la inviable presión impositiva.

El país también navega a través de problemas que no son de corte netamente económicos. La droga, la inseguridad, los incendios forestales y el estacional reclamo del sindicalismo docente que hace peligrar el inicio de clases configuran el paisaje de una Argentina que no da más.

La dirigencia política gobernante no parece estar preocupada por los acontecimientos. El ministro de Seguridad bonaerense y su par nacional se funden entre mutuas descalificaciones públicas mientras el narcotráfico se encuentra cada vez más enquistado en buena parte de nuestra realidad. Se necesitó más de una veintena de muertos a causa de la “cocaína adulterada” para que se lleven a cabo allanamientos y detenciones que probablemente (y con la decisión política a tiempo) hubiesen evitado una catástrofe.

La Argentina prendiéndose fuego y el ministro de Ambiente viendo que pasa con el clima a miles de kilómetros de distancia. Un inexplicable sinsentido absolutamente a destiempo que marca la distancia que existe entre la política y la realidad argentina

Los problemas de inseguridad no se narran únicamente a través del tráfico de drogas. El nivel de violencia en cada esquina del conurbano transforma a los inocentes en víctimas fatales sin que las autoridades se incomoden. Los mismos de siempre en los lugares de siempre matando sin piedad ante cámaras que filman las trágicas historias una y otra vez para que (a excepción de la política) todos veamos la barbarie y nos carguemos de impotencia.

El calor y muchas veces la malicia generaron en Corrientes la catástrofe ecológica más importante de la historia de la provincia: el fuego arrasa con absolutamente todo. Mientras esto transcurre entre la indescriptible desesperación de quiénes lo están perdiendo todo, el Ministro de Ambiente de la Nación pasea por Barbados, una pequeña isla paradisíaca ubicada unos 1.000 kilómetros al norte de Venezuela donde una noche de alojamiento no se logra por menos de 400 dólares. Sin embargo no es el derroche de gasto público lo que más llama la atención aquí sino la excusa por la que la comitiva presidencial decidió hacer la visita a tierras caribeñas: la preocupación de la primera ministra de Barbados por las consecuencias del cambio climático que ameritaban la visita de la primera plana de la política local. La Argentina prendiéndose fuego y el ministro de Ambiente viendo que pasa con el clima a miles de kilómetros de distancia. Un inexplicable sinsentido absolutamente a destiempo que marca la distancia que existe entre la política y la realidad argentina.

El habitual delirio sindical que mientras realiza su histórico reclamo previo al inicio del ciclo lectivo por la recomposición salarial utiliza el coronavirus para darle fuerza a su reclamo, cuestionando la falta de protocolos y el gran riesgo en el que se pone al país por no seguir torturando a los chicos con cuidados sin ningún sentido

Nuevamente la grieta se filtró donde no debe hacerlo. El inicio de clases nuevamente en duda por diferencias entre el sindicalismo y el gobierno. La pandemia lentamente se está retirando, las consecuencias de los que enferman son cada vez más leves y la cantidad diaria de contagios parece estar en un desplome definitivo. Buena parte del mundo empieza a dejar atrás incluso hasta las restricciones más elementales. El planeta ve como está bajando el telón de lo que fueron dos años atípicos y muy dolorosos para muchos. Aquí, fiel al atraso que muestra el sindicalismo en todos sus órdenes, se vuelve a poner en duda el comienzo de clases. El habitual delirio sindical que mientras realiza su histórico reclamo previo al inicio del ciclo lectivo por la recomposición salarial utiliza el coronavirus para darle fuerza a su reclamo, cuestionando la falta de protocolos y el gran riesgo en el que se pone al país por no seguir torturando a los chicos con cuidados sin ningún sentido.

La Argentina, un país que de ser la envidia del mundo en calidad educativa se transformó en un lugar donde la educación se degrada sin ningún freno, donde sus escuelas permanecieron cerradas en cuarentena más que en cualquier otro rincón del planeta, donde cientos de miles de chicos dejaron el colegio para nunca más volver y donde hoy se da el lujo de permitir que el sindicalismo plantee el no inicio de clases en tiempo y forma sin que a nadie le parezca algo grave.

Fuimos ricos y nos están terminando de transformar en pobres. Fuimos educados y hoy nos obligan a transitar un camino de falta de conocimiento y cultura. Fuimos una sociedad con un futuro próspero: hoy muchos optan por buscar eso en otras latitudes. La política está de espaldas a la realidad sin querer reaccionar, ante una Argentina que ya no espera nada de un gobierno impune y sin respuestas.

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