Principio de entendimiento

Un punto clave del acuerdo con el FMI es la falta de compromisos sobre reformas estructurales, ya que sin estas se limitan las capacidades de recuperar el crecimiento económico

Alberto Fernández junto a la directora del FMI, Kristalina Georgieva

De los últimos datos que se dieron a conocer a finales del mes de enero, seguimos terminando de ver lo que fue la película del 2021. Por una parte, el INDEC mostró que en noviembre la actividad económica trepo al 1,7% mensual, en su medición desestacionalizada. Esto es un avance, en términos interanuales, del 9,3%. De esta forma, el crecimiento acumulado en los primeros once meses del año queda en el orden del 10,3%. ¿Qué implica todo esto? Que a pesar de que hay sectores aún por debajo de los niveles previos de la pandemia tales como Hoteles y Restaurantes (-28,6%), Transporte y Comunicación (-6,5%) y Actividades de servicios comunitarios, sociales y personales (-15,7%), con este guarismo, la actividad económica ya supera los niveles de noviembre de 2019 en un 5,6%, aproximadamente.

Asimismo, también el INDEC informó que, en noviembre, las ventas en centros de compras, a precios constantes, presentaron una variación del 58%, respecto al mismo mes del año anterior. Aunque aún están un 14% por debajo de los niveles de ventas del 2019. Y en la misma línea de este dato, desde el Centro de Investigación en Finanzas de Di Tella, dieron a conocer que, en enero, el índice de confianza del consumidor aumentó un 6,3%, respecto a diciembre. La temporada turística local actual como la situación cambiaria también podrían explicar esta cifra.

Yendo al plano financiero, en la última licitación del mes pasado, se consiguió tomar fondos por $281.282 millones. Aspecto positivo ya que esta cifra supera los vencimientos de deuda de las últimas semanas. En enero, los vencimientos eran $298.420 millones y el acumulado de financiamiento neto positivo fue de $110.400millones (tasa de refinanciamiento del 137%). Por otra parte, se emitieron siete nuevos papeles y la mayor colocación correspondió a las opciones atadas a la inflación.

Más allá de esto, el foco hoy estuvo y está en el acuerdo con el fondo y en lo que pasará de aquí en más. El anunció de fin de mes pasado que se llegó a un principio de acuerdo con el FMI por la deuda, donde se aseguró que no obliga a una reforma laboral, no relega el gasto social, no dispone de saltos devaluatorios y no impone llegar a un déficit cero por lo que no habrá política de ajuste, trajo un principio de calma aparente. Más que nada porque las últimas semanas estuvieron marcadas por una alta volatilidad en los mercados (dólares alternativos trepando entre $20 y $25 aproximadamente y el desplome de los bonos con un riesgo país por encima de los 1.900 puntos). Como contrapartida, a finales de enero, el BCRA líquido USD 100 millones de reservas netas (el trigo ayudó en las primeras semanas y esto terminó dejando en rojo al mes pasado).

¿Cuáles son las posiciones que se acercaron? El anuncio fue un mero entendimiento sobre algunos lineamientos generales del esquema de políticas macroeconómicas. Las diferencias partían esencialmente desde el plano fiscal y, con posterioridad, se efectivizó el pago por USD 700 millones de capital. En otras palabras, un entendimiento de no default hasta el momento. Concretamente, en lo fiscal, el acuerdo es sobre la reducción gradual del déficit con el siguiente ritmo: 2,5% en 2022, 1,9% en 2023 y 0,9% en 2024. Se supone que para el 2025 se exigiría 0% de déficit y un superávit de al menos 1% del PBI desde 2026. Esta dinámica fiscal no se alcanzaría mediante una reducción real del gasto público sino como consecuencia del incremento de los ingresos derivados de la continuación de la recuperación económica. Más aún, según las declaraciones pertinentes, el gasto público real podría incluso seguir creciendo moderadamente. Lo que genera incertidumbre es que la recaudación en lo que se refiere al tamaño de la economía debería crecer persistentemente, lo cual podría limitar la recuperación.

Desde lo monetario, y en sintonía con lo anterior, se proyecta una reducción gradual de la asistencia por parte del BCRA al Tesoro: 1% del PBI en 2022, 0,6% en 2023 y 0% en 2024. Y se buscaría garantizar tasas de interés reales positivas para fortalecer la demanda de activos en pesos. Tomando el plano cambiario y el externo, si bien se dejó en claro que no va a haber saltos cambiarios, no se hizo referencia al ritmo de avance mensual del tipo de cambio. Con respecto a las reservas, la meta para 2022 sería de un crecimiento de las reservas internacionales de USD 5.000 millones.

Y por último, desde el plano estructural y de financiamiento, se descartó cualquier acuerdo sobre reformas estructurales de corto plazo y el acuerdo implicaría un desembolso bruto equivalente a los vencimientos que hay por delante. ¿Qué significa esto? Que una vez que haya un vencimiento, el FMI le giraría al país los recursos necesarios para que este cumpla con el pago (también habría un financiamiento neto de aproximadamente USD 4.500 millones por devolución de los pagos de capital).

En síntesis, si el objetivo fuese la calma del mercado se cumplió parcialmente (bonos recuperándose, el riesgo país y los dólares paralelos bajando). No obstante, el BCRA tuvo que volver a intervenir y sacrificó USD 80 millones en una rueda. Más allá del día a día, cabe preguntarse si estos lineamientos generales son los apropiados para las circunstancias de nuestra economía y si el anuncio fue lo suficientemente sólido. Y es acá donde hay dos puntos donde centrarse:

-La estanflación que acarrea la economía desde el 2011

-La fuerte inestabilidad desatada desde la crisis cambiaria del 2018

La ausencia de compromisos sobre reformas estructurales es un punto crucial, ya que sin estas se limitan las capacidades (largo plazo) de recuperar el crecimiento económico. En lo inmediato, cabe preguntarse si con las pautas fiscales y monetarias fijadas, más el giro de USD 4.500 millones en concepto de devolución de los pagos y algún financiamiento extra que podría venir de otros organismos internacionales, es posible transitar los próximos dos años, evitando una disrupción cambiaria y una aceleración inflacionaria.

El nivel de reservas en el BCRA y las proyecciones de flujos de dólares en los próximos meses indicarían la necesidad de contar con mayores desembolsos como para evitar una nueva crisis cambiaria. Pensar en el largo plazo parece ser el horizonte al cuál deberíamos mirar.

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