Sumidos en la mediocridad

El núcleo de nuestro problema no es el FMI, ni el Banco Mundial, ni el Club de París, ni los acreedores privados, ni los supuestos “imperios” que quieren perjudicarnos. Nuestro drama es que no tenemos hoy un proyecto de país

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Mientras haya inflación, seguirá creciendo
Mientras haya inflación, seguirá creciendo la pobreza

“Las mentes brillantes manejan ideas, las mentes corrientes hablan de actualidades, las mentes mediocres hablan de los demás”. Lo dijo Eleanor Roosevelt, que no solo fue la esposa del cuatro veces Presidente de Estados Unidos (Franklin D Roosevelt), sino además una escritora y activista política estadounidense, figura central en la Declaración Universal de Los Derechos Humanos de Naciones Unidas en 1948.

Tal vez analizando esta frase podamos entender lo que nos pasa en nuestra Patria: las ideas no aparecen, las actualidades se banalizan y solo escuchamos al Gobierno hablar de los demás.

Hemos perdido largamente una idea de Nación, abandonamos el concepto de progreso, nos aislamos política y culturalmente del mundo moderno, y nos aferrarnos a modelos internacionales autocráticos y autoritarios.

A pesar de esto, en los últimos días el mundo civilizado nos dio una nueva oportunidad a través del FMI, ofreciéndonos un principio de “entendimiento” por nuestra deuda para evitarnos un nuevo incumplimiento.

Creo que la comunidad internacional en medio de una crisis importante en términos mundiales, fruto de la pandemia primero y sus consecuencias económicas después, con un clima belicista entre la OTAN y Rusia, vio como muy contraproducente un default argentino.

Prefirió ofrecernos una ¨salida light¨, que permita transitar sin caos los próximos dos años y medio, a la espera de poder rediscutir con una próxima administración un programa económico serio que reubique a la Argentina en un sendero diferente al actual.

Sin embargo, suponiendo que los prejuicios ideológicos y vetustos de sectores importantes del oficialismo actual permitan llegar finalmente a este acuerdo “transitorio” que ofrece el FMI, nada cambiara sustancialmente, ya que solo lograremos evitar una situación más caótica.

La deuda con el Fondo es muy importante y relevante en términos políticos, como mensaje al mundo de las inversiones y al resto de los organismos multilaterales de crédito (Banco Mundial, Club de París, BID entre otros).

Pero convengamos que solo es el 15% del total de nuestro endeudamiento, que es aproximadamente 320 mil millones de dólares, y además en estos dos años el actual Gobierno tomó deuda en pesos al 40% de interés, que en dólares es equivalente al mismo monto que debemos al FMI.

Con lo cual el país continuara por este camino, sin plan económico (solo el acuerdo con el Fondo), sin reformas estructurales, con una enmarañada política internacional absurda, seguirán utilizando la confrontación permanente como herramienta política, contra la Corte, los empresarios, los medios, la oposición, los productores o cualquiera que no orbite dentro del Frente de Todos.

El núcleo de nuestro problema no es el FMI, ni el Banco Mundial, ni el Club de París, ni los acreedores privados, ni los supuestos “imperios” que quieren perjudicarnos. Nuestro drama es que no tenemos hoy un proyecto de país.

Entramos hace algún tiempo en un proceso de inmenso deterioro en todos los órdenes, no solo económico, sino también cultural, educativo y moral.

El retroceso de nuestro país no tiene parangón, pero no se detiene, estamos en un tobogán en el que no se ve el final.

Esta situación hace imprescindible que en el frente opositor comencemos la construcción de una alternativa de gobierno sólida, pero con un plan basado en la cultura del trabajo y la producción.

Este programa de gobierno, que deberá exceder al sector político, tiene que contener acuerdos básicos, consistentes y sustentables en el tiempo bajo algunas premisas claras:

- Mientras tengamos inflación, seguiremos teniendo más pobres, y el asistencialismo permanente quiebra la cultura del trabajo.

- Coincidimos que debemos recuperar una educación de calidad y excelencia y que la inversión en el desarrollo científico y tecnológico es imprescindible.

- Tenemos claro que el hacinamiento en los conglomerados urbanos profundiza la marginalidad, con lo cual debemos planificar un reordenamiento demográfico urgente.

- Sabemos que tenemos sectores de alta competencia en el plano exportador y que debemos incentivarlos a la mayor producción para generar divisas y trabajo genuino, consecuentemente debemos hacer una reforma tributaria.

- Hemos comprendido que si el Estado tiene déficit permanente, el endeudamiento es inevitable o su “hermana”, la emisión, genera inflación.

- Comprendemos que la relación Nación-Provincias debe reestructurarse para tener un país federal como marca nuestra Constitución.

- Se debe debatir el proceso de reindustrialización en el marco de nuevos avances tecnológicos y cómo reconstruir nuestra matriz productiva, que hace más de una década que no genera empleos.

- Debemos establecer principios generales transparentes en materia de subsidios que todos los países y economías del mundo tienen.

- No es necesario explicar que la globalización requiere apertura al mundo y un marco de relaciones internacionales vinculados a nuestra cultura occidental y a nuestros vecinos sudamericanos.

Seguramente podremos agregar muchas más coincidencias a las anteriores, pero estimo que son las básicas para conformar un programa de gobierno. Ahora bien, es imperioso comenzar esta labor casi imprescindible para poder llegar a proponerles a los argentinos un rumbo en 2023.

Si caemos en la trampa de discutir la chapucería barata que ofrece el gobierno, si Máximo, si Cristina, si Alberto, perdemos el tiempo en un debate dañino y poco sustancioso.

Estos actores políticos carecen de relevancia para el futuro de la Argentina, solo debemos esperar que de aquí hasta el final de su ciclo no generen más perjuicio o que el mismo sea el menor.

Desde el Peronismo Republicano y la Fundación Encuentro, que tienen el liderazgo de Miguel Ángel Pichetto, sostenemos la necesidad de plantearles a los argentinos una alternativa que implique un cambio cultural en la visión de país.

Terminar con la mediocridad significa cambios de fondo, no hay lugar para procesos lentos que van perdiendo energía y sustancia en su propio desarrollo, es necesaria una política de shock.

Requerimos inversiones de argentinos y extranjeros, para eso deberemos crear reglas claras dentro de un capitalismo moderno integrado al mundo. Sin emprendedores/empresarios pequeños, medianos y grandes que inviertan, no hay trabajo y sin trabajo la justicia social es una mera quimera.

Debemos ser claros con nuestros compatriotas: la salida es con esfuerzo, con trabajo y mucho coraje en la toma de decisiones, el desafío en la construcción de un futuro mejor no es para dirigente débiles ni genuflexos.

Si no cambiamos y decidimos otro rumbo, la Argentina no tiene destino y seguiremos conducidos por dirigentes mentalmente carentes de ideas, mediocres que solo hablan de sí mismos y de los demás.

Nuestra Nación tiene grandes posibilidades de dar vuelta esta página oscura, pero necesitamos entender que debemos asumir un proceso de profundos cambios en todos los órdenes.

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