Las palabras suelen encerrar verdades que, por efecto de la repetición, muchas veces se desdibujan. Una de las palabras que utilizan, sin detenerse demasiado en su real significado, funcionarios, comentaristas y medios de comunicación en general cuando hablan sobre la droga es carcomer. “La droga carcome a nuestros jóvenes, a nuestra sociedad, a los más vulnerables”, se suele decir.
Carcomer quiere decir, en su acepción más extendida, “consumir o destruir lenta y gradualmente una virtud u otra cosa inmaterial”. Tal es la degradación que la droga ha generado en la sociedad argentina que, sin prisa y sin pausa, ha desintegrado vidas, instituciones, controles y al propio Estado, entendido como quien detenta el monopolio de la fuerza.
La cuestión es feroz. Implica el poder del dinero y la incapacidad para frenarlo. Involucra el lavado de activos y la adicción que carcome -otra vez- libertades, familias, futuros. La secuela de corrupción y deterioro institucional que ocasiona el narco es tan grande que solamente es abordable desde la óptica del daño, lo que no puede realizarse desde compartimentos estancos, porque la patología social que nos desvela ha calado demasiado hondo y en demasiados niveles.
El gobierno provincial nunca tomó el tema con la urgencia y la seriedad que requieren: alcanza sólo con recordar la campaña que arengaba “Anticipate a disfrutar como te gusta” y daba indicaciones sobre cómo consumir -decían- de manera responsable. Y cerraba con una apelación inexplicable y escandalosa: “Elegí el consumo cuidado”. Fue en enero de este año.
La política debe reconocer que, salvo esfuerzos individuales, no ha prevalecido el tema en la agenda y tampoco hubo progresos legislativos que se consolidaran en el tiempo. Como en otros temas de la Argentina, no hay comunidad de criterios y los avances que hubo con otras perspectivas de políticas públicas, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, al cambiar la administración involucionaron. Hoy, en nuestra Provincia, el estamento de Gobierno que controla y debiera establecer políticas públicas en esta materia es una subsecretaría, dependiente del Ministerio de Salud, a todas luces limitada en su centralidad, en sus alcances y, por supuesto, en su eficacia.
Ante este panorama, es imperioso dar una respuesta y reactivar mecanismos de acción. Necesitamos escuchar al Gobernador decir que se va a poner al frente de la lucha contra las mafias del narco, que esto es parte de sus prioridades. Necesitamos que las distintas esferas partidarias generen una discusión legislativa seria, consistente y con viabilidad de implementación; una política pública de prevención, detección temprana y rehabilitación, que no vaya detrás del problema, que sea concreta y eficaz.
Poner en marcha los dispositivos específicos para un programa de este tipo es esencial. Realizar convocatoria y acciones comunes con los municipios, las comunidades terapéuticas, ONGs, referentes del tercer sector, instituciones deportivas, es un paso indispensable, como también lo es la creación de mecanismos de intervención escolar desde los ciclos iniciales hasta los más avanzados.
Hoy, ante la tragedia a la que asistimos, es primordial recuperar la iniciativa política, porque es ella quien debe estar al frente de la transformación social, y esto abarca a los que ejercen el poder y los que estamos en la oposición. Ya no hay tiempo, ni alternativas: es una cuestión ética, porque la droga carcome de verdad, en el más amplio y oscuro sentido de la palabra.
SEGUIR LEYENDO